El método Milei

El Presidente vuelve una y otra vez a la retórica divisiva. A la golpiza verbal a periodistas, consultores y economistas le siguió, sin solución de continuidad, el correctivo a los funcionarios y asesores desplazados de sus cargos

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Javier Milei y Victoria Villarruel
Javier Milei y Victoria Villarruel

La segunda fase viene recargada. Con la Ley Bases aprobada y la casta ordenada en torno al Consenso de Mayo, la narrativa mileísta, lejos de suavizarse, se redirecciona y recalienta.

Milei viene cumpliendo. La inflación decrece. La gente acompaña pero pese a que en los primeros cinco meses del año el salario le gana a la inflación el consumo no repunta. Sobre los precios todavía cuenta la inflación acumulada.

Las expectativas se sostienen, la esperanza se retempla ante el abismo de la nada política, pero la recesión, el desempleo y la inseguridad meten incertidumbre y miedo. Las decisiones económicas se vuelven heréticas, complejas, difíciles de explicar. Mantener el precio de los dólares a raya es un imperativo. Sostener la moral alta, también.

Las transiciones difíciles demandan relatos emocionalmente fuertes, potentes. Hay que sostener la mística. Al menos eso recomiendan los especialistas.

Javier Milei vuelve una y otra vez a la retórica divisiva. A la golpiza verbal a periodistas, consultores y economistas le siguió, sin solución de continuidad, el correctivo a los funcionarios y asesores desplazados de la función. Los ejectados del paraíso terrenal del oficialismo conocieron el rigor de la diatriba presidencial: el método Milei.

Milei se ensañó con los desplazados con furia ejemplarizadora. Les bajó la más execrable de las calificaciones políticas: la de traidores. Ni Teddy Karagozian ni Fausto Sportorno parecen ser gente preparada para este tipo de revolcones. Queda claro a que tendrán que atenerse quienes decidan pensar distinto y tener la osadía de hacerlo público.

En la atmósfera digital la provocación garpa. Milei lo tiene claro. Los suyos también. El Presidente hace escuela y su estilo permea a sectores de la oposición. La comunicación rinde cuando es breve, precisa, directa y en lo posible brutal. A los tibios, ya no solo los vomita Dios, les ocurre algo aún peor, se los lleva puestos el timeline.

El ágora digital es cómo el circo romano. Demanda show y el espectáculo debe ser despiadado, cruel hasta lo insoportable. El oficialismo hace uso y abuso de los feroces protocolos de la manipulación digital.

Milei recurre con frecuencia a lo escatológico. Todo lo que que excreta el cuerpo humano le resulta material moldeable para sus diatribas, le ofrece recursos metafóricos para humillar, para denigrar. Milei no le hace ascos a nada. Excremento es una palabra que usa con deleitación casi poética.

El peso no puede valer ni excremento”, dijo en campaña para recomendar irse a la divisa extranjera. La economía va a subir como “pedo de buzo”. Y todos los que piensan diferente son una “mierda”. De más reciente incorporación es la referencia de connotaciones anales: “Le dejamos el culo como un mandril”, graficó en relación a la represalia para neutralizar a los directivos de una entidad bancaria.

Del nido de ratas parlamentario a la dominación vía anal de un primate babuino. Estampitas de este tiempo.

Victoria Villarruel
Victoria Villarruel

En la era de las audiencias fragmentadas viralizar demanda un expertise. El impacto mediático exige aptitud, desparpajo y audacia. Cualidades que le sobran a la diputada Lilia Lemoine.

Ansiosa por no perder su lugar en la escalada digital la legisladora plantó una figura de corte tan machista como pornográfico para defenestrar al ex secretario de Deportes Julio Garro. Eso sí, hay que reconocerle un touch telúrico a su descripción. Una cosa es una “fellatio” o felación y otra mucho más explícita es estar por “sobar la quena a una potencia”. Para que los que no dominan el latín.

A la hora de subirse al paravalanchas digital la vice Victoria Villarruel estuvo algo más delicada. Apelando a la demagogia en su versión nac&pop, la buena de Vicky le refregó a la República Francesa su condición de “colonialista” sumando una piadosa exaltación de la negritud, la diversidad étnica y racial en la que no faltó ni el Sargento Cabral. Too much.

No quedar fuera de la conversación pública demanda redoblar la apuesta. Ir siempre por un poco más. Tomar riesgos. Transgredir. Nadie se la quiere perder.

En su libro Ingenieros del caos, Giuliano da Empoli analiza cómo se ejecuta la estrategia digital para construir gobiernos populistas acicateado odio en las redes sociales cabalgando sobre los algoritmos.

Profesionales avezadísimos conocen la fórmula del éxito electoral. La frustración, la rabia, el ruido y la furia popular combustionan con la fuerza de un tsunami precipitando victorias electorales. Los liderazgos populistas recurren a ellos y a sus tácticas estratégicas y tecnológicas. Los necesitan para llegar pero también para sostenerse en el poder.

Trabajan para incrementar la polarización política y social exacerbando los conflictos ya existentes mediante una retórica de odio y confrontación. Se valen de fake news y desinformación y de la amplificación de mensajes divisivos y emocionales, acicateado los sentimientos de miedo, bronca y resentimiento de la gente.

Se montan sobre narrativas simplistas y de alto voltaje emocional. Rehuyen de los debates complejos. Montan campañas de desprestigio y difamación contra los adversarios políticos.

La prensa en general y, el periodismo independiente en particular, están entre sus prioridades. Promueven narrativas que cuestionan la legitimidad de los procesos electorales y las instituciones democráticas, insinuando que están corrompidos o manipulados.

Recogen y explotan datos personales para manipular el comportamiento electoral de los individuos, muchas veces sin el conocimiento o consentimiento de los mismos.

Estas estrategias, basadas en la deslegitimación de las instituciones democráticas y la centralización del poder, debilitan la cohesión social y la confianza en el sistema democrático, erosionan los principios básicos de la democracia facilitando la consolidación de regímenes autoritarios o populistas.

“Los ingenieros del caos”, a los que con tanta precisión describe da Empoli, no son necesariamente de izquierda ni de derecha. Son técnicos, son profesionales de la manipulación. Saben cómo hacerlo y lo hacen.

Según el multipremiado autor de El mago del Kremlin, “en el mundo del Brexit, de Donald Trump y de Matteo Salvini, cada día trae su polémica, su disparate, su golpe de efecto. Sin embargo, detrás del aparente desmadre del carnaval populista se oculta el meticuloso trabajo de docenas de propagandistas, ideólogos y, cada vez más, científicos y expertos en Big Data que tratan de reinventar las reglas del juego político”.

La excentricidad narrativa del libertario recoge exitosamente esa experiencia y profundiza la lógica sobre la que corrió el relato cristinista. Estás con nosotros o con ellos. La ves o no la ves. Nada que los argentinos no hayamos vivido en los intensos tiempos del kirchnerismo.

La violencia discursiva está escalando entre nosotros. Lo agresivo, lo obsceno, lo vulgar manda en la conversación pública. Se recurre al agravio personal, a la descalificación, a la cancelación del otro.

Uno podría preguntarse sin son o se hacen. Si son así de vulgares, de procaces, de grotescos o si se nutren de la basura para controlar la agenda. A esta altura de la menesunda digital que intoxica la conversación pública reparar en sutilezas resulta irrelevante.

La palabra pública envilece y se envilece. Un clima de creciente desprecio y agresividad va minando la confianza, los lazos que deben sostenernos en comunidad. La violencia simbólica cuando baja del poder intimida recortando libertades.

La naturalización de los exabruptos, la banalización de la persecución digital y el acoso mediático son parte del problema.

Esta semana se encendieron algunas alarmas. La plataforma X, de la empresa de Elon Musk, decidió suspender la cuenta @SnakeDocLives tras la publicación el pasado lunes, a las 23.47 de una foto con armas de guerra apiladas y un mensaje.

“Dedicado al Topo, Diego Sehinkman, la Anmac, los que manejan la híbrido y al enfermo mental que le puso bioeconomía a la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca”.

Un periodista, un ex legislador, un funcionario renunciado sin miramientos y el organismo que regula la tenencia de armas. Todo un mensaje intimidatorio en una cuenta cuyo manejo se atribuye a la cúpula comunicacional del Gobierno bajo la órbita del mas estrecho de los asesores presidenciales: Santiago Caputo. Un dato que no fue ni confirmado ni desmentido por el oficialismo.

Amnistía Internacional hizo llegar una carta ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que se advierte sobre “el ensañamiento y agresión contra periodistas, utilizando las redes sociales y otras estrategias paara generar el efecto de silenciamiento” y “asesinato de reputación”.

“Esperamos que el Presidente demuestre empatía y respeto y pida las disculpas públicas que Ricardo merece”. El bloque Hacemos Coalición Federal reaccionó a poco de conocerse la muerte de la hija de Ricardo López Murphy.

López Murphy fue maltratado reiteración desde el púlpito oficialista. Calificado de “fracasado”, “traidor” y “basura” sin contemplaciones, no solo sobrellevó penosamente la embestida, sino que regresó de Estados Unidos, donde asistía a su hija en gravísimo estado, para votar la ley Bases.

Cabe tomar nota de que nada es porque sí y que mientras el carrusel de obscenidades sigue girando, el poder se concentra y articula herramientas. Todo muy profesional, muy elaborado, muy en línea con las marcas de esta época.

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