La gota que derribó al muro y cambió la historia

¿Fue la conferencia de Günther Schabowski el 9 de noviembre de 1989 lo que hizo caer el Muro de Berlín? Si y no. Fue la gota que rebalsó el vaso. El tercer capítulo de “La Gota”, el podcast realizado por la consultora Ad Hoc, nos cuenta cómo se fue llenando ese vaso, que terminó derramándose gracias a un insólito error comunicacional que cambió la historia mundial

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El error de comunicación que precipitó la caída del muro de Berlin (AP)
El error de comunicación que precipitó la caída del muro de Berlin (AP)

El muro de Berlín cayó de forma inesperada el 9 de noviembre de 1989, horas después de una conferencia de prensa que aparentaba ser larga y aburrida, como todas las demás en un país donde las preguntas y las respuestas eran digitadas por el gobierno. Se iban a anunciar nuevas regulaciones de viaje para los habitantes de la República Democrática Alemana, la Alemania comunista. Luego de deambular durante una hora contando minucias de las reuniones del Comité del Partido, Günther Schabowski, vocero del gobierno y jefe del partido en Berlín, enumera los requisitos para poder viajar hacia el exterior. Dice que los alemanes orientales pueden cruzar libremente las fronteras, sin la necesidad de ningún requisito adicional. La carta de identidad era suficiente para recibir la autorización de viaje.

El aire en la conferencia se corta con un cuchillo. Periodistas internacionales se miran extrañados. Ricardo Ehrman, de la agencia italiana de noticias ANSA, dispara lo que todos se están preguntando: ¿desde cuándo? Schabowski no encontraba la segunda hoja que detallaba los plazos de implementación y dice “hasta donde sé, inmediatamente. Si, de inmediato”. Lo cierto es que se pensaba implementar a partir del día siguiente. Las agencias de noticias mundiales reproducen la noticia: a partir de ahora se pueden cruzar libremente por todos los puntos fronterizos alemanes, sin requisitos extra, inclusive los del Muro de Berlín. El final, es conocido.

El error de Günther Schabowski fue la gota que rebalsó el vaso. Un vaso que comenzó a llenarse en marzo de 1985. En Moscú, un joven y radiante Mijaíl Gorbachov se transformaba en el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética. Se daba un cambio generacional importante. Por primera vez, el hombre más poderoso del bloque comunista sería alguien nacido luego de la Revolución de Octubre de 1917.

Con Gorbachov se inició una época de reformas profundas, con el objetivo de dejar atrás el estancamiento económico y el deterioro del nivel de vida soviético producto de las gestiones de Leónid Brezhnev (1964-1982), Yuri Andrópov (1982-1984) y Konstantin Chernenko (1984-1985).

Glásnost y Perestroika son las palabras mágicas ahora. Apertura y reestructuración. La introducción de reformas económicas como cierta economía de mercado y propiedad limitada en algunos campos para impulsar la productividad y la apertura y relajación de la censura política fueron bien recibidas por los rusos, y transformaron en popular a Gorbachov, inclusive en occidente. Con esto, el líder ruso hacia un doble juego: la apertura política había sido pensada para darle un marco de apoyo a las reformas económicas y generar un mecanismo de presión social para los sectores más conservadores del partido que veían horrorizados este proceso. Ganaba popularidad y le marcaba la cancha a los “duros” de su propio partido.

Además, Gorbachov invitaba al resto de los países del bloque comunista a hacer lo mismo. Encontrar su propio camino a la Glasnost y a la Perestroika. En 1988 inclusive el líder ruso dio un paso más y anunció el abandono de la “Doctrina Brezhnev”. Los rusos dejarían de intervenir en cualquier país de su zona de influencia que estuviese en peligro de abandonar el sistema socialista. Así como la URSS estaba recorriendo su propio camino al socialismo, el resto de los países del Pacto de Varsovia tenían la misma libertad. Estos sucesos marcaron una tendencia irreversible hacia la liberalización. El cuerito de la canilla que regulaba libertades en el bloque comunista estaba roto.

Una vez que los resultados económicos de la perestroika no eran los esperados, lo que en principio era apoyo a la perestroika terminó virando hacia cuestionamientos al comunismo. Una vez abierto el grifo de la libertad de expresión, se hizo incontenible el curso de los acontecimientos. La apertura política terminó revitalizando movimientos independentistas en las repúblicas de la URSS (Ucrania, Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania, entre otros ejemplos) y pedidos de libertades en Europa Oriental. Todavía los regímenes comunistas de Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Alemania Oriental y Rumanía pulseaban con los renacidos movimientos democráticos al calor de la glasnost. Gorbachov había abierto en realidad la caja de pandora.

Una familia ve el discurso de dimisión del presidente soviético Mijail Gorbachov en Moscú, Rusia, el 25 de diciembre de 1991 (AP/Sergei Kharpukhin)
Una familia ve el discurso de dimisión del presidente soviético Mijail Gorbachov en Moscú, Rusia, el 25 de diciembre de 1991 (AP/Sergei Kharpukhin)

En ese embrollo estaban los líderes del Partido Socialista Unificado de la RDA a mediados de 1989. Polonia y Hungría estaban abriendo fronteras y llamando a elecciones generales, sin proscripciones de ningún tipo para los partidos no-comunistas. Sin embargo, en la RDA todavía estaba gobernando Erich Honecker, un “duro” de la guardia vieja que se resistía a aplicar reformas. El 7 de octubre, durante el 40 aniversario de la RDA, se produjeron manifestaciones en Leipzig que empañaron la celebración oficial, convocando a miles de manifestantes que fueron reprimidos por la Stasi, la temible y otrora omnipotente policía política del régimen.

La apertura de los países vecinos derivó en una crisis migratoria para la Alemania comunista. Miles de ciudadanos se agolpaban en las embajadas de Checoslovaquia y Hungria para obtener “visas de trabajo” y, vía esos países que ya tenían fronteras abiertas, huir a occidente. El 17 de octubre, Erich Honecker fue reemplazado en el liderazgo por Egon Krenz con la promesa de introducir reformas que incluían el relajamiento de los controles fronterizos. Las protestas no solo no cesaron, sino que se intensificaron. 1.000.000 de alemanes se hicieron presentes en la mítica Alexanderplatz de Berlín para una manifestación que exigía cambios políticos en el país. La “demo” en la Alexanderplatz fue histórica no solo por la convocatoria, sino que fue la primera marcha autorizada por el gobierno, y que contó con la presencia de miembros del gobierno reformistas (entre ellos, Günther Schabowski).

Aún con todos los ingredientes mencionados en los párrafos anteriores, nadie esperaba un desenlace tan rápido. Ninguno de los asistentes a la marcha de la Alexanderplatz se habrá imaginado que 6 días después no habría Muro de Berlín. Sin embargo, todos estos sucesos obligaron al gobierno de la RDA a introducir modificaciones en las normativas de viaje, improvisar una conferencia de prensa con periodistas internacionales (algo muy poco común en los regímenes comunistas) y a planificar pobremente las respuestas a las principales hipótesis de conflicto: “¿en qué consisten las nuevas normativas?” y “cuándo entran en vigor”.

La historia de este error y sus consecuencias están relatados en detalle en el episodio “No darás falso testimonio” del podcast “La Gota”, producido por la consultora Ad Hoc. Sin el error comunicacional de Schabowski, quizás la gota que rebalsaba el vaso hubiese sido otra. Uno de los regímenes más burocráticos y planificados de la historia, con una de las policías secretas más eficientes del mundo, y con uno de los gobiernos ejerció el control de la información como pocos, cayó porque su vocero no encontraba unos papeles. Ese dominó vería a su última ficha caer el 25 de diciembre de 1991, cuando Mijaíl Gorbachov anunció la disolución de la Unión Soviética.

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