Las tecnologías digitales están avanzando cada vez más aceleradamente, y más aún con la masividad que ha adquirido la IA generativa en el último año. Estamos parados ante un panorama sumamente incierto. Aquello que parecía ciencia ficción, hoy está sucediendo y está al alcance de los niños y niñas a través de sus smartphones.
La UNESCO lo advirtió en su Informe Global de Monitoreo de la Educación (GEM 2023): el uso excesivo de la tecnología puede tener efectos negativos en el aprendizaje. Esta afirmación hizo que, incluso en los países más destacados por su calidad e innovación educativa, se empezara a revisar la posibilidad de prohibir o regular el uso de teléfonos móviles en el aula.
En este escenario, es importante generar espacios de diálogo profundo, asesorarse junto a expertos, adecuar las propuestas de integración de tecnología según cada realidad, el establecimiento de un marco de acción seguro y de confianza, y la escucha activa de los chicos y jóvenes, que muchas veces nos ayudan a ver la realidad con otros ojos. Obviamente, todo esto debe ser acompañado de una política pública que genere acciones que acompañen una agenda digital efectiva.
¿En qué aspectos debemos trabajar los adultos?:
- Asesorarse con expertos: según el educador y experto en seguridad informática Sebastián Bortnik, autor del libro “Guía para la crianza en un mundo digital”, un chico recién pueda acceder a un dispositivo a los 12 o 13 años de edad. Antes debemos generar espacios de diálogo que permitan a los más chicos ser conscientes de las potencialidades y de los riesgos de las tecnologías. No sólo de los celulares, sino de cada dispositivo.
- Generar espacios de interacción sin tecnología: según la psicóloga especialista en crianza Maritchu Seitún, autora del libro “Criar hijos confiados, motivados, y seguros”, es fundamental crear hábitos, rutinas y rituales para usarlos, y ser los adultos los modelos de ejemplo. Las pantallas son muy adictivas, generan una recompensa inmediata y poco duradera, hace falta un adulto que ponga orden y generar los espacios de recreación, aprendizaje y de conexión más allá de la virtualidad.
- Establecer reglas claras y compartidas: los límites son un aspecto fundamental para el crecimiento, y la tecnología no está exenta. Establecer un criterio para que los chicos tengan sus propios dispositivos, hasta cuáles son los tiempos, espacios y tipos de uso, son aspectos que fortalecen la reflexión y establecen acuerdos tanto para los adultos como para los niños y adolescentes. No me refiero solamente al control parental, sino también a darles herramientas concretas a los chicos y establecer un ambiente de confianza para que cualquier cosa que les pase sepan que pueden recurrir a algún adulto y no tener vergüenza por ello (mamá, papá, docente, tío o abuela).
- Respeto por las decisiones de otros: no todas las familias establecen los mismos acuerdos y eso puede generar cierta incomodidad. Es por eso que como adultos debemos poder entender que, más allá de lo que los especialistas puedan recomendar a la hora de que los más chicos usen tecnologías, en cada hogar se establecen acuerdos y reglas particulares. Respetarnos y acompañarnos sin juzgar, es elegir el camino de la empatía y reconocer que todos estamos aprendiendo a lidiar con algo que cambia diariamente.
- Articular esfuerzos para un uso pertinente en educación: las políticas que promueven la incorporación de tecnologías en las aulas, tanto públicas como institucionales, tienen que ser claras para todos los actores. La comunidad educativa, las empresas y los gobiernos tienen que trabajar en conjunto para que la tecnología sea un potenciador de los aprendizajes y para construir ecosistemas de contención. Para ello es necesario que podamos entender las buenas prácticas, lo que sí da buenos resultados (puede que para un determinado contexto o comunidad funcione y para otro no) y también medir el impacto de las intervenciones para tomar decisiones acertadas.
Para poder avanzar en cada uno de estos puntos, como sucede en todo proceso de construcción colectiva de conocimiento y de integración tecnológica, es fundamental que se establezcan alianzas institucionales de apoyo a los docentes, tanto desde la dirección como desde el lado de las familias. El diálogo y la generación de consensos entre toda la comunidad educativa es esencial para acompañar a los más chicos para que puedan, como señala la UNESCO, hackear sus propias prácticas y hacer un uso responsable de los celulares y de las tecnologías digitales en general.