Elecciones en Venezuela: entre el escepticismo y la ilusión

Cuando los procesos autoritarios se someten a las urnas, rara vez importan las encuestas o el resultado real de la elección

Guardar

Nuevo

Este domingo Venezuela elegirá a un nuevo presidente
Este domingo Venezuela elegirá a un nuevo presidente

La noche del 5 de octubre de 1988, el comandante chileno Fernando Matthei apareció en televisión para ser el primer referente militar en reconocer la derrota de Pinochet en el plebiscito que lo desplazó del Poder Ejecutivo. “El general no va a armar unas elecciones para perderlas” pensaron miles de chilenos en los albores de aquella inédita campaña, que pasó del escepticismo a la alegría y que selló el paso fundacional de la democracia chilena moderna.

Este 28 de julio, millones de venezolanos están convocados a una elección presidencial que ha vivido una simbiosis similar. En las últimas semanas, los eventos de campaña y las recorridas urbanas de los principales voceros opositores han apabullado a un activismo chavista marcado por la apatía, que en las últimas horas ha apelado al miedo para revertir la ventaja de entre 20% a 40% que Edmundo González (abanderado de María Corina Machado tras su proscripción) tendría sobre Nicolás Maduro, según varios sondeos.

No obstante, cuando los procesos autoritarios se someten a las urnas, rara vez importan las encuestas o el resultado real de la elección. Al final de cuentas, lo que abre el cambio o no, es la voluntad del régimen de reconocer el resultado y ser parte de su propio desmontaje. ¿Es esto posible en Venezuela?

El chavismo es, y posiblemente será durante un tiempo más, todo un enigma alrededor de esa cuestión. En Venezuela, los comicios vienen siendo abiertamente fraudulentos desde el año 2013, motivo por el cual la repentina búsqueda de acuerdos y consensos, tanto con la oposición como con EE.UU., para celebrar elecciones relativamente competitivas este año es una conducta que siembra dudas sobre la “apertura” chavista.

“En la historia están los secretos del buen manejo del estado”, comentó alguna vez Winston Churchill. La realidad es que Venezuela no es el primero, ni será el último país en enfrentar la titánica tarea de forzar y conducir una apertura democrática. Varios antecedentes brindan, en estas horas de incertidumbre, luces sobre lo que puede llegar a ocurrir.

En primer lugar, el escepticismo y el pesimismo siempre acompañan la génesis de cualquier transición democrática. Tras años, o hasta décadas de férreo autoritarismo, la incredulidad suele nublar el juicio de aquellos que esperan un renacer democrático.

El candidato presidencial de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, y el presidente venezolano y candidato a la reelección, Nicolás Maduro
El candidato presidencial de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, y el presidente venezolano y candidato a la reelección, Nicolás Maduro

Cuando Raúl Alfonsín prometió en Ferro declarar la nulidad de la Ley de Pacificación Nacional (mejor conocida como “Autoamnistía”), muchos valoraron su osadía, pero pocos pensaban realmente que un cambio de aquellas dimensiones podría tener lugar.

El día que el Rey Juan Carlos colocó a Adolfo Suárez al frente del gobierno para desarrollar una ruptura pactada con el legado franquista, a fin de fundar una democracia moderna en España, El País lo recibió con un artículo del catedrático Ricardo de la Cierva de página completa, titulado “¡Qué error, qué inmenso error!”.

Esa madrugada de octubre de 1988, cuando los primeros resultados del plebiscito chileno comenzaron a difundirse, muchos daban por sentado que Pinochet desconocería los resultados.

Los procesos transicionales son hechos políticos sumamente frágiles, con puntos de partida impensados, con caminos a recorrer azarosos, donde la autoridad de los líderes de la transición es puesta en duda y hasta ignorada. El escepticismo y la incredulidad sobre un desenlace positivo el próximo domingo son parte natural del proceso, y no una señal sobre su fracaso.

Sin embargo, aquellos que abordamos los fenómenos políticos desde un punto de vista mucho más pragmático y realista seguimos guardando algunas reservas.

Muchas de las referencias históricas respecto a las transiciones contemporáneas se basan en dictaduras militares de derecha que solían tener un concepto de poder diferente al de los regímenes de izquierda. Estos últimos tienden a ser más hegemónicos , y por tanto, más intransigentes para desarrollar una apertura democrática (véase el ejemplo del sandinismo en Nicaragua)

Además, la dictadura chavista es un manojo de intereses puertas adentro, lo que dificulta entender el alcance y las posibilidades de una apertura ordenada en sus propias filas. Pero esas dificultades no distan de lo que otras transiciones en su momento también encararon como obstáculos imposibles de superar.

El próximo domingo podría tener lugar un hecho histórico, poco común para las actuales generaciones de analistas políticos; el inicio de una transición a la democracia. También es posible que ocurra todo lo contrario, un franco deterioro del talante autoritario; algo que quizás ya es cada vez más común alrededor del mundo. Cabe tener el mejor de los augurios y esperar que Venezuela pueda ir a contracorriente.

*El autor es politólogo y profesor en la Universidad del CEMA. Analista de VisualPolitik ES.

Guardar

Nuevo