El cambio está acelerando, todo va más y más rápido, pero la capacidad de resiliencia de la sociedad no corre de igual modo. En todo el mundo, los aparatos móviles dominan en términos de minutos online. Una de cada tres personas mira su dispositivo más de 100 veces al día, es decir, 1 vez cada 10 minutos, sin contar las horas de sueño. El 25% de los menores de 25 años lo hace unas 150 veces al día, 1 vez cada 7 minutos. En el mundo existen unos 17.000 millones de teléfonos, o dos dispositivos móviles por persona.
Las plataformas han hecho un excelente trabajo. Estimularon y cooptaron la atención de los usuarios, tanto que consiguieron convencerlos de que compartan información de toda su vida, y que definirse a sí mismos es posible en este ámbito; y que hacer crecer y alimentar las relaciones entre las personas es genial, al igual que expresarse respecto de lo que nos gusta y la causas que apoyamos.
La contracara habla de la “enorme cantidad de estafas y engaños” con objetivos económicos. Instagram es una de las redes más fértiles para los delincuentes, junto con Whatsapp. Asimismo, las situaciones de “violencia digital” están a la orden del día en múltiples formatos y con una asombrosa capacidad de innovación, poniendo foco especialmente sobre mujeres, adolescentes y los menores de edad.
A partir de un sondeo realizado, se indica que 1 de cada 5 niñas y mujeres jóvenes abandonó o redujo el uso de una plataforma de redes sociales después de ser acosada/atacada, o ser blanco de alguna agresión u hostigamiento por parte de un tercero. En términos numéricos, nuestros hallazgos indican que el 26% de las mujeres y adolescentes de 15 a 45 años sufrió acoso usando fotos e imágenes.
Las redes sociales han pasado de ser un medio útil para mantenerse en contacto con amigos y familiares a utilizarse de maneras que influyen en la sociedad.
Así, se constituyen como un instrumento para los negocios, cultura, educación, innovación y la política. De facto, los formatos de campañas políticas han mutado sustancialmente en los últimos diez años, dada la potencia y capilaridad que han obtenido algunos candidatos hasta utilizando inteligencia artificial.
Un cuarto de la población mundial tiene una cuenta en Facebook. En Estados Unidos, el 80% de los usuarios que utilizan Internet lo tienen, en donde el activismo es reconocible, pero que no necesariamente sirve como medida para la acción real. Como síntoma, la inserción de las redes sociales ha facilitado a las personas el uso de computadoras y smartphones para expresar sus preocupaciones sobre cuestiones sociales solo con un “Me gusta” o compartir contenido.
El cambio es irreversible, el e-commerce, la forma de trabajar, el acceso a información y el desarrollo de habilidades son reales, pero las redes tienen un impacto negativo. Si bien es difícil establecer los posibles efectos y consecuencias buenas y malas a largo plazo, varios estudios sugieren que existe una fuerte relación entre el uso intensivo de las plataformas de redes sociales y un mayor riesgo de depresión, autolesión, ansiedad y soledad.
Un caso testigo es el fenómeno incontrolable experimentado en la post pandemia: el miedo a perderse algo, la sensación exacerbada de que otras personas viven mejor o se divierten más, obliga al usuario a revisar notificaciones o la llegada de contenido a cada segundo, solo para sentirte mejor.
El ciberbullying, especialmente en adolescentes que necesitan encajar, ser populares, la pérdida de privacidad y el impacto en las relaciones entre las personas al formar y valorar las “amistades online” en lugar de las reales, el “amigo”, tal como se utiliza en las redes; una clara evidencia de la construcción superficial y la propuesta de generación de vínculos ficticios.
Claramente, las redes sociales dificultan el desarrollo de los vínculos emocionales. La pérdida de las expresiones y el ingenio se pierde con la disminución de las conversaciones reales, cara a cara, el sentido del amor, la amistad, la diversión y el disfrute, parecen estar en retroceso.
Los individuos tienden a comunicarse sin ninguna clase de empatía y no dudan a la hora de emitir un mensaje para herir a alguien: haters, trolls y bots son protagonistas cotidianos respecto de la naturaleza invisible de las redes sociales.
Mientras amigos y familiares se reúnen, creando recuerdos, hablando entre sí sobre tiempos pasados, presentes y futuros, las personas pasan tiempo juntas viendo historias o reels. Las familias no pueden pasar tiempo de calidad entre sí. El tiempo en familia se ha visto afectado porque el “yo” y la privacidad tienen prioridad. La “pulsión tecnológica” nos invita a estar más que atentos a nuevos mensajes, notificaciones y actualizaciones, lo que resulta en distracciones.
Pasar horas pegados a nuestros smartphones provoca varios problemas de salud como obesidad, estrés y presión arterial alta. La tecnología y las redes sociales que la acompañan han provocado un aumento de la pereza entre las personas debido a la falta de actividad física o ejercicio. En adolescentes y jóvenes, la adicción a las redes sociales ha tenido consecuencias también desperdiciando tiempo y energía productivos debido al uso excesivo.
Desde la perspectiva laboral, la pérdida de productividad es uno de los motivos de preocupación. Empleados dedican tiempo a atender y actualizar sus perfiles y sitios a lo largo del día, consumiendo recursos en sitios como Facebook, LinkedIn o plataformas de vídeo como Tik Tok o servicios de streaming que consumen mucho ancho de banda.
No existe una solución sencilla para ninguno de los problemas anteriores, pero es necesario lograr un equilibrio. ¿Las redes sociales son el problema? Definitivamente no, sino la ausencia de educación y de comprensión respecto de cómo convivir con ellas y utilizarlas, y nuestra irresponsabilidad individual. Nada es totalmente real, ni completamente falso, todo es ficción, filtros, perfiles falsos o suplantados e Inteligencia Artificial para bien y para mal.