Devaluación y déficit

El énfasis que pone el Gobierno en la eliminación del déficit presupuestario contraría el enfoque del FMI y las posibilidades de lograr el apoyo clave de los Estados Unidos

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Javier Milei y la directora
Javier Milei y la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva

Todo indica que el FMI y el Gobierno tienen un diagnóstico diferente sobre la situación económica. El FMI, fiel a sus antecedentes, hace hincapié en la falta de dólares coincidiendo con el análisis de la presidenta Cristina Kirchner. En cambio, y como lo reitera el presidente Javier Milei, la prioridad es eliminar la inflación por sus efectos negativos sobre los ingresos de la población y la inversión.

La receta tradicional del FMI es promover un tipo de cambio suficientemente atractivo para alentar la acumulación de reservas. La estructura económica se debería acomodar a la disponibilidad de divisas para evitar tensiones de acuerdo al flujo de capitales, exportaciones e importaciones. Esta restricción ha aumentado en las últimas décadas por la mayor dependencia de la actividad interna de las importaciones y las inversiones externas. La fórmula consiste en favorecer los ajustes del tipo de cambio mediante devaluaciones periódicas hasta lograr un mercado libre.

El gobierno actual ha priorizado la lucha contra la inflación recurriendo a la eliminación del déficit presupuestario para restringir la emisión ante la imposibilidad de obtener financiamiento. La supresión de esta demanda excedente tiene un impacto negativo sobre la actividad económica pero también contiene la variación de los precios. Esta receta desestima las devaluaciones como herramienta antiinflacionaria: podrá equilibrar el mercado de cambios, pero repercute sobre los precios de los productos que componen las exportaciones, alimenta las expectativas de inflación y obliga a mantener tasas de interés excesivamente altas. Esta política de evitar las devaluaciones coincidiría con las afirmaciones de la presidenta Cristina Kirchner cuando en septiembre del año pasado acusó al Fondo de insistir con su receta tradicional.

El énfasis en la eliminación del déficit presupuestario contraría el enfoque del FMI y las posibilidades de lograr el apoyo de los Estados Unidos. El arribo de Janet Yellen a la Secretaría del Tesoro, discípula de Joseph Stiglitz y casada con George Akerlof, señaló un cambio de la política de los Estados Unidos respecto al FMI. Stiglitz, Akerlof y Spencer fueron recipientes del Premio Nobel en 2001 por sus trabajos sobre la consecuencia de la información asimétrica en los mercados. El Ministro Martín Guzmán fue investigador en la Universidad de Columbia donde escribió como coautor con Joseph Stiglitz sobre el default de la deuda argentina; su designación en el gobierno de Alberto Fernández fue auspiciada por su protector. Stiglitz es conocido también por su apoyo a Hugo Chávez y oposición a los tratados de libre comercio.

El Ministro Sergio Massa recibió el respaldo de la Secretaria del Tesoro quien participó de la reunión durante la presentación de su plan económico en Washington en septiembre de 2022. El sostén se extendió a las negociaciones con el FMI que siempre mantuvo una actitud condescendiente sobre los incumplimientos de las metas de los programas y la aceleración de la tasa de inflación.

El programa económico de Joe Biden consistió en aumentar los impuestos, incrementar el déficit fiscal, elevar los aranceles de importación y aplicar un generoso esquema de subsidios industriales justificándolo en la necesidad de relocalización de las cadenas de valor por razones geopolíticas. El desempleo bajó al 3,1% pero provocó a su vez un aumento de la tasa de inflación. La FED, que es un organismo independiente, reaccionó con un rápido incremento de la tasa de interés llevándola a 5,5% que si bien contuvo el efecto precios favoreció el flujo de fondos hacia ese mercado y encareció el endeudamiento de los países en desarrollo.

Los economistas del Partido Demócrata abrevan en su mayoría en la denominada escuela Nuevo Pensamiento Económico que desdeñan el funcionamiento de los mercados, los límites a la emisión monetaria y el déficit fiscal. En cambio, promueven el aumento de los impuestos y una mayor intervención estatal. Esta corriente es alentada también por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales del Vaticano y la Fundación para una Sociedad Abierta de George Soros donde concurren economistas “heterodoxos” y los funcionarios del FMI para diseñar nuevas políticas que permitan combatir el cambio climático, eliminar la pobreza y lograr un mundo sin desigualdad.

Los desacuerdos parecen residir más en el enfoque político que en la definición de las prioridades. La falta de respaldo representa una provocación en momentos en que el gobierno insiste en que la eliminación del déficit presupuestario es condición sine qua non para recuperar la estabilidad y la confianza de los mercados. Quizás la particular anomalía de la economía argentina caracterizada por una inflación persistente, dolarización y salida de capitales impida a los funcionarios internacionales entender cuáles son las precedencias de la actual coyuntura.

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