La alfabetización en Argentina: una cuenta a saldar

Los enfoques pedagógicos que sustentan la enseñanza de la lecto-escritura no han estado exentos, como muchas otras cuestiones educativas, de las ideologías políticas que en la mayoría de los casos ignoran la realidad del aula

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Alfabetización
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La alfabetización en Argentina se encuentra en un momento crucial. Por un lado, se han logrado avances significativos en la reducción del analfabetismo, especialmente en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer para garantizar que todos los niños y jóvenes tengan acceso a una educación de calidad que implica una lecto-comprensión que favorezca el pensamiento crítico.

En el recién firmado Pacto de Mayo se agregó un punto prioritario para la educación en el que los participantes se comprometían a llevar a cabo en sus jurisdicciones: “Una educación inicial, primaria y secundaria útil y moderna, con alfabetización plena y sin abandono escolar”. Por lo cual, la alfabetización no solo implicaría una acción focalizada en los primeros años de la escolaridad sino a lo largo de toda la trayectoria educativa de los niños y jóvenes.

En el Te Deum del 9 de julio en la Catedral metropolitana, el arzobispo de Buenos Aires retomó el tema cuando dijo: “No hipotequemos el futuro. () la educación básica tiene que ser el primer objetivo de un plan de desarrollo, porque el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un analfabeto es un espíritu subalimentado”. En estas palabras resuena el Papa San Pablo VI que en la encíclica Populorum Progressio afirmaba en 1967: “La educación básica es el primer objetivo de un plan de desarrollo”. (Nro. 35).

A quienes nos dedicamos a la educación estas palabras nos interpelan y nos invitan a trabajar seriamente en la necesidad de repensar las prácticas de alfabetización, y abrazar nuevas metodologías que fomenten el aprendizaje activo y significativo.

En este punto, estoy convencido que deben repensarse los enfoques pedagógicos que sustentan la enseñanza de la lecto-escritura y que no han estado exentos, como muchas otras cuestiones educativas, de las ideologías políticas que en la mayoría de los casos ignoran la realidad áulica.

Un elemento importante a tener en cuenta en la alfabetización es cómo se trabaja con el error. En estos años escuché distintas posiciones sobre esta cuestión. Algunas corrientes de enseñanza consideran que el error es parte del aprendizaje y la diversidad lingüística, una fuente de enriquecimiento. Esta visión contrastaba con la tradicional, que veía el error como algo negativo que debía ser corregido de forma inmediata. Es verdad que el error no puede ser penalizado, sancionado ni mucho menos patologizado. Sin embargo, el error, las faltas de ortografía o las omisiones ortográficas no deben ser ignoradas, sino utilizadas como una oportunidad para el aprendizaje. El docente debe acompañar y orientar a los alumnos, corrigiendo los errores, conversando sobre las hipótesis de escritura, las omisiones al escribir, llevando a los niños, con intencionalidad educativa, a que adquieran la correcta lectura y escritura. En este punto todos los enfoques metodológicos para la lecto-escritura, con serio fundamento científico, son caminos factibles para lograr una alfabetización de calidad.

En el ámbito educativo argentino, existen tres grandes enfoques con sustento conceptual y metodológico en los diseños curriculares en lo que concierne a la alfabetización: conciencia fonológica; constructivismo psicogenético; y, el enfoque equilibrado. Todos poseen valiosos aportes a la comprensión de como aprenden los niños, y a mi modo de ver, no deben verse de manera antagónica, ni mucho menos ideológica, ni partidaria. La buena didáctica va más allá de los partidismos en la que estos enfoques quedaron atrapados en las últimas décadas.

Aunque poseen importantes diferencias en los puntos de partida y en el camino metodológico, tienen puntos en común que permiten pensar que es posible hacer una síntesis tomando lo mejor de cada a la hora de alfabetizar. La cercanía entre los tres enfoques radica en que: ponderan el valor epistemológico de la Didáctica de la alfabetización; conciben la escritura como una construcción cultural y entienden su ingreso a la escuela como resultados de interacciones sociohistóricas; valoran los esfuerzos que los niños llevan adelante para reconstruir el sistema de escritura; subrayan la trascendencia del rol docente; se oponen a los discursos “del déficit”; señalan una contundente crítica a las teorías perceptivistas y a las prácticas de aprestamiento aún vigentes en las aulas; incluyen el abordaje de conocimientos metalingüísticos (S. Vázquez, 2017).

Resulta importante asumir todos los enfoques de manera crítica, de acuerdo al contexto, desde el cual el docente puede hacer su propia síntesis, lo cual debo admitir es poco frecuente, y tomar los elementos positivos de todas las metodologías vigentes para lograr la alfabetización de sus alumnos.

Los dogmatismos pedagógicos que se producen en el marco de las políticas educativas y la excesiva prescripción de los diseños curriculares en nuestro país, no facilitan encontrar puntos de convergencias y cercanía entre los distintos enfoques. Pareciera que la grieta política ha ideologizado la técnica pedagógica, no permitiendo el equilibrio en las propuestas pedagógicas y estableciendo diferencias irreconciliables, como si no fuera posible la síntesis que extrae lo mejor de cada enfoque y abordaje.

Los que ejercemos la docencia en la formación de formadores estamos llamados con responsabilidad profesional a abrir panoramas, explicitar presupuestos y supuestos de las prácticas de enseñanza, y dotar a los futuros docentes de todas las herramientas que la ciencia pedagógica y didáctica, con solvencia y evidencia científica, ha probado que son eficaces aun con sus límites, alcances y éxitos.

Por último, creo que es fundamental que los docentes estén preparados para implementar estas metodologías de alfabetización. Deben tener un conocimiento técnico pedagógico profundo del sustento epistemológico y didáctico de las prácticas que llevan a cabo, y ser capaces de reflexionar sobre su propia práctica y repensar las estrategias de enseñanza de acuerdo a las características heterogéneas del alumnado.

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