El domingo por la noche, el ritual fue parecido en todas las casas argentinas. Comenzamos viendo perplejos la mala organización de la final de la Copa América por la Conmebol, sufrimos la primera parte del partido, disfrutamos la segunda y finalmente festejamos. Festejamos por las cuatro copas “al hilo” y nos emocionamos con el vuelo final de Ángel Di María (después de Maradona y Messi, el jugador más gravitante en la historia de la Selección Argentina). Cuando nos repusimos de la emoción, ya entrada la madrugada, los más grandes cumplimos con nuestra noble tarea de darle un consejo a los más chicos: “Disfrutá, esto no pasó nunca y no sabemos cuándo volverá a pasar”.
Pero claro, nunca la felicidad es completa. Siempre hay un problemita que nos desvía de la plenitud. Horas después del partido, se viralizó un video de la Selección festejando con un canto que muchos interpretaron como racista. El video es breve, pero se ve la cara de Enzo Fernández en primer plano. Y ahí empezó una nueva novela.
Jugadores europeos enojados. La Federación Francesa de Fútbol anunció que denunciará el hecho. Fernández pidió disculpas públicamente. Su club, el Chelsea, valoró esa actitud pero inició un procedimiento disciplinario interno. Un funcionario nacional sugirió públicamente que Messi, como capitán, debería pedir perdón. El gobierno echó a ese funcionario. La Vicepresidente criticó a Francia por colonialista y “bancó” a Fernández. Y una larga lista de etcéteras.
En el incidente conviven dos planos. Uno social, ético y moral. El otro, el estratégico comunicacional.
Vamos con el primero.
Argentina tiene una larga tradición de cantos agresivos en las canchas. Todos quienes las visitamos lo sabemos. Esos cantos no suelen ser representativos de lo que dicen en forma literal. De hecho, hasta hace poco, en las marchas feministas se cantaba en contra de un ex presidente diciendo que su madre era una prostituta (en la larga lista de contradicciones del feminismo actual, esta pasó desapercibida pero es un oxímoron discursivo gigantesco). El “Mauricio Macri, la …. que te parió”, tan usado en las marchas políticas, había tenido su nacimiento en un San Lorenzo vs. Boca, por motivos precisamente futbolísticos.
Además de lo expuesto, en Argentina no hay mucho debate sobre el racismo como sí lo hay, y hasta grados exasperantes, en Francia, España e Italia. Acá no hay debate porque casi no hay racismo y porque, claro está, tenemos otras prioridades.
En un mundo globalizado, un mensaje que está naturalizado como una metáfora humorística en América, puede cruzar rápidamente el océano y ser decodificado como un agravio extremo en Europa. El viejo dilema lingüístico: para un significante hay varios significados. Es así y hay que tenerlo en cuenta.
Y ahí entramos en la segunda dimensión: la estratégica comunicacional.
¿Cómo debe manejarse un hecho así?
Durante la presidencia de Matias Lammens en San Lorenzo, trabajé cinco años coordinando un gabinete de relaciones públicas del club. En ese espacio capacitábamos, entrenábamos y asesorábamos a futbolistas sobre cómo manejar su imagen pública. Jóvenes jugadores de primera, de reserva, e incluso de las categorías más chicas, pasaron por allí. Una actividad tan popular como el fútbol necesitaba de un tratamiento profesional en esa área.
Lamentablemente, en los clubes argentinos existen pocas experiencias como ésa. Si estas prácticas fueran regulares, los jugadores no encenderían las cámaras en un festejo íntimo, porque ya se los habría entrenado de chicos sobre su peligro.
Cualquiera podría decir que la solución definitiva es que ese tipo de cantos dejen de existir y listo. Puede ser, pero eso tiene que ver con un trabajo mucho más profundo que excede a lo futbolístico y lo comunicacional. Una cultura de décadas no se puede cambiar con una “campañita”. Y además, seamos sinceros… ¿Quién no ha dicho en su casa una barbaridad que sería irreproducible en público?
Enzo Fernández es inocente. Con sólo 23 años fue de golpe múltiple campeón y el pase más caro de un futbolista argentino en la historia (121 millones de euros del Benfica al Chelsea). Después de una final, que empezó con la preocupación de todos los jugadores por los violentos hechos que podrían involucrar a su familias y terminó con un triunfo luego de 120 minutos de juego extenuantes, no le podemos pedir que piense en frío como un intelectual de biblioteca y no encienda la cámara en el festejo con sus compañeros. En ese festejo, con las pulsaciones a mil, olvidó que el folklore argentino no es bien visto en la tierra donde trabaja y, si no tuvo suficiente entrenamiento en el tema, es muy entendible. Lo que no es entendible es que nadie del equipo de comunicación de la Selección lo haya evitado.
Marcela Nicolau fue una de las mejores (por no decir la mejor) jefa de prensa del fútbol argentino. En una ocasión, San Lorenzo había quedado eliminado de una copa y al otro día le tocaba entrenar. Luego del entrenamiento, Marcela se dirigió al chileno Paulo Díaz y le dijo algo así como: “Estamos tristes porque quedamos eliminados, pero contentos porque es tu cumpleaños. Como siempre, tenemos una torta con velitas y todos vamos a festejarlo. Como siempre yo grabaré un video. Espero sepas entender que esta vez no lo subiré a las redes sociales del club como hago siempre. En este momento, los simpatizantes podrían interpretarlo mal”. El jugador lo entendió y, una semana después, cuando la eliminación ya había quedado atrás, en forma privada recibió el video como souvenir.
Si Nicolau trabajase para la Selección, es altamente probable que el hecho polémico no hubiese sucedido. Su profesionalismo lo hubiese impedido. Y los jugadores estarían más entrenados para evitar estas situaciones. Pero no fue así. Los futbolistas, como siempre, son los más desprotegidos del negocio y quedan casi siempre expuestos, muy expuestos.
Ante el hecho consumado, hoy la dirigencia del fútbol argentino debería hacer un comunicado pidiendo disculpas públicas (¿tienen comité de crisis?). El comunicado debería estar firmado por todos los dirigentes, todo el cuerpo técnico y todos los jugadores. Si todos gritaron el gol de Fernández ante México, que destrabó el camino hacia la copa mundial de 2022, también deberían hacerse cargo de esto “en equipo”. Hacerlo aliviaría la presión sobre el jugador acusado y, además, se convertiría en un acto de justicia (en el video se escuchan muchas voces cantando).
Si bien el texto tendría que contener un pedido de disculpa, el mismo debería enmarcarse en un ámbito más amplio, que reduzca al mínimo su importancia. Debería explicar el folclore del fútbol argentino y sudamericano, y que la mirada racista también está en la excesiva susceptibilidad europea (el canto, por mencionar sólo un aspecto, no dice nunca la palabra “negro). Debería también explicar que la cargada fue más futbolística que social; en rigor de verdad, lo central del cantito es denunciar una supuesta “trampa” donde el país europeo se valdría de una raza que deportivamente es superior para los deportes.
El texto también podría proponer abandonar el aspecto punitivo y pasar a uno colaborativo. Se le podría proponer a la Federación Francesa trabajar en conjunto estas vulnerabilidades, promoviendo un humor más sano en el fútbol internacional. Como dicen los chinos, una crisis también es una oportunidad.
Todo esto reduciría el conflicto en Europa y también neutralizaría la hipocresía de varios comunicadores locales que nunca dijeron nada de la cultura futbolística argentina, pero esta semana se escandalizaron por este hecho puntual.
A modo de síntesis, y para terminar, dos cosas importantes.
Primero: una actividad tan expuesta, como lo es el fútbol argentino, necesita una urgente profesionalización de la comunicación de sus protagonistas.
Segundo: Francia... y Colombia.
[El autor es consultor y profesor universitario de relaciones públicas (UP, UNLZ, UCES, UAI). Autor del libro “Píldoras de relaciones públicas”. Orador TEDx. robertovilari.o@gmail.com ]