Hace 30 años una camioneta Traffic blanca hizo volar el edificio de la AMIA, dejando consigo 85 muertos y tiñendo de sospechas a todo el sistema político y judicial argentino.
Han pasado 30 años sin que los culpables y responsables reciban su castigo y sin que los argentinos podamos sentir el amparo de la justicia y la seguridad. Han pasado hasta hoy nueve presidentes de la Nación, sin que ninguno de ellos haya podido reparar el enorme daño que le produce a una sociedad la ausencia de justicia frente a un crimen tan atroz.
¿Cómo puede una sociedad avanzar y tener esperanza si frente a un acto de tal barbarie sus ciudadanos no pueden saber exactamente quiénes fueron los culpables, quiénes fueron los cómplices locales y los responsables políticos?
¿Acaso debemos naturalizar que hay poderes tan siniestros que están por encima de la dignidad humana y la verdad que posibilitan el encubrimiento?
La pregunta, lamentablemente, se responde sol. El siniestro pacto con Irán y el asesinato del fiscal Nisman dejaron constancia que esa conjunción de factores que hicieron posible el peor atentado en la historia de la República Argentina no son cosa del pasado y que se encuentran tan vigentes como en ese entonces.
Somos testigos en estos tiempos de un mundo en el cual los conflictos bélicos y el terrorismo están en franco aumento. Escuchamos, ahora sí, a viva voz y sin metáforas, cómo los terroristas anuncian que su objetivo final es la aniquilación de la vida occidental como la conocemos y la instauración de regímenes teocráticos a imagen y semejanza del principal promotor del terror, es decir, la República Islámica de Irán.
El problema no es nuevo. La solución tampoco.
Solo vamos a poder hacer frente a los embates del extremismo islámico con instituciones democráticas sólidas y honestas, con políticos que comprendan que no podemos asociarnos con países que fomentan y financian el terrorismo, con organismos de seguridad que cumplan su función de proteger a los ciudadanos y no a los políticos y con jueces probos que entiendan que su rol no solo es administrar justicia, sino sostener y mantener vigente todo el sistema de valores que hacen posible la vida en libertad y con seguridad.
La causa AMIA no es algo que sucedió hace 30 años. La causa AMIA sucede todos los días. Se inició con el atentado a la mutual judía hace 30 años, pero cada día que pasa sin respuesta renueva su vigencia, porque cada día sin justicia, cada día sin que sepamos la verdad y sin que los culpables reciban su castigo, es un mensaje que damos a aquellos que odian la paz y nuestros valores de que hay terreno fértil para que sus planes puedan prosperar.