Claves para descifrar la violencia en Estados Unidos

Enfrascados como están hasta el 8 de noviembre en este estéril debate entre sordos, poca atención se va a dedicar a examinar las fuentes de la violencia y tratar de canalizar sus ímpetus

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El candidato presidencial republicano y ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace un gesto con el rostro ensangrentado mientras es asistido por personal del Servicio Secreto después de que recibió un disparo en la oreja (REUTERS/Brendan McDermid)
El candidato presidencial republicano y ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hace un gesto con el rostro ensangrentado mientras es asistido por personal del Servicio Secreto después de que recibió un disparo en la oreja (REUTERS/Brendan McDermid)

Aún sin absorber el trauma causado por el atentado contra el ex presidente, Donald Trump, el liderazgo político y empresarial de la mayor democracia liberal del mundo ha hecho urgentes llamados a la unidad y el diálogo. Esos llamados contrastaban con las imágenes de las pantallas televisivas que mostraban dos bandos en contienda despachando improperios el uno sobre el otro al señalar al rival como responsable directo del infortunado hecho. Para los liberales (en el sentido norteamericano), el ex presidente habría sido víctima de su propia visión del mundo en la que las decisiones se imponen por la fuerza y las mayorías son aplastadas por minorías organizadas. Para los seguidores del ex presidente, la tipificación constante de su abanderado como persona violenta, criminal e indeseable había motivado el ataque.

Enfrascados como están hasta el 8 de noviembre en este estéril debate entre sordos, poca atención se va a dedicar a examinar las fuentes de la violencia y tratar de canalizar sus ímpetus.

Vienen a la memoria tres fuentes de sustentación de la violencia en Estados Unidos.

En primer lugar está la historia. Estados Unidos es un país donde casi todos los ciudadanos poseen un arma de fuego. Y ese acceso está garantizado por la constitución porque fue el conducto de la libertad. En efecto, mientras al sur del Río Bravo las elites coloniales armaban ejércitos con los ciudadanos de bajos recursos para proteger las ocupaciones territoriales del acecho de otras potencias europeas ansiosas de participar en la promesa de El Dorado, en los Estados Unidos los ejércitos eran formados por los ciudadanos. Estos ejércitos como cuerpo civil constituyeron milicias y las milicias se constituyeron en un ejército libertario para enfrentar a Inglaterra. Así, el derecho a contar con un arma de fuego es equivalente a ser libre. Es por esto que casi todos los intentos por modificar la constitución naufragan en la cultura política de Estados Unidos, cuyos ciudadanos piensan que sin la posesión de un arma no se puede defender la libertad.

Pero el paso del tiempo ha complicado mucho el ejercicio de esta libertad. Porque cuando el Estado norteamericano decidió en los años setenta no seguir prestando servicios de internación a personas con desequilibrios psíquicos, las personas afectadas por ellos están bajo el cuidado de familiares o en las calles. Y estas personas pueden tener fácil acceso a armas de fuego. A esto se añade el número de jóvenes que experimentan traumas en su infancia o adolescencia, producto de hogares destruidos y/o presiones sociales adversas. También están los veteranos militares quienes han visto reducirse al mínimo la red de apoyo económico- social que provee la Administración de Veteranos. Casi todos los veteranos sufren de estrés post traumático que puede expresarse en raptos de violencia. También es necesario notar que algunos estudios señalan que los tratamientos de modificación de sexo tienden a crear severos desequilibrios psíquicos. En términos de etnicidad, el 70% de los protagonistas de ataques violentos a escuelas u otros sitios públicos son blancos, el 20% negros, el 8% hispanos y el 3% asiáticos. En términos etarios, la participación de jóvenes en el número de incidentes violentos ha crecido de manera alarmante en los últimos 20 años. En efecto, de los 1.042 incidentes violentos ocurridos entre junio de 1971 y junio de 2020, 582 tuvieron como protagonistas a personas entre los 15 y 19 años.

Pero los desequilibrios psíquicos son sólo una fuente de generación de violencia. Porque el surtidor más fuerte es lo que yo llamo desconcierto vital. La rápida evolución de la tecnología ha logrado descontextualizar la existencia de un sector amplio de la población americana. Se trata de la clase media baja, cuyos niveles de educación apenas alcanzan el bachillerato, y que viven en sectores deprimidos de las ciudades o en los cinturones rurales que las rodean. Son operarios de fábricas, empleados de restaurantes, conductores de camiones o staff de servicios públicos. en síntesis, lo que en Europa denominan clase obrera. Esa clase media que en 1971 representaba el 25% de la población estadounidense hoy representa casi el 30% y se podrían describir como los olvidados de la tierra. Sus padres y abuelos se beneficiaron del crecimiento de la economía norteamericana de la postguerra y de los programas de inserción en la economía industrial diseñados por Franklin D. Roosevelt, que les permitieron adquirir habilidades y destrezas urbano-industriales. Así, salieron de la pobreza e ingresaron en la clase media que, hasta 1971, representaba el 61% de la población norteamericana. Pero la revolución digital redujo esta clase media al 50% de la población, lanzando a muchos jefes de familia a la pobreza de la cual no han podido salir porque carecen de habilidades y destrezas digitales. Los trabajos que les habían permitido ahorrar, tener vivienda y enviar a sus chicos a la universidad desaparecieron de la noche a la mañana, quedando este sector sin ingresos y sin protección social. Este sector está profundamente resentido con la situación. Ha votado demócrata y ha votado republicano sin que ninguno les ayude a recuperar el equilibrio. Estas personas odian la globalización porque esta significa la pérdida de sus empleos, rechazan las culturas extrañas porque perturban su sentido de rumbo, temen al mundo porque vieron cómo dos edificios de New York fueron volados por unos fanáticos meso orientales. Fueron miembros de este sector quienes concurrieron al Capitolio Federal a suspender el 6 de enero de 2021 el proceso de conteo de los resultados de la votación de los colegios electorales. Para ellos, el mundo es confuso y hostil y buscan una suerte de mesías que los lleve a la tierra prometida. Son en su mayoría blancos y se sienten representados por la NRA (Asociación Nacional de Rifles), las asociaciones cristianas y los grupos que fomentan las teorías de la conspiración.

Este tétrico cuadro sólo es susceptible de mejorar con políticas públicas que restituyan la excelencia en los servicios públicos y que le faciliten a este 29% de la población de Estados Unidos los instrumentos para ingresar de manera exitosa en la economía digital. Curiosamente, ni en la plataforma Demócrata o la Republicana este tema tiene la relevancia del aborto.

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