¿Podrá Javier Milei cumplir sus promesas de cambio?

Inflación del 4,6% y dólar en 1.500: son parte de los desafíos económicos, además de los políticos, de una Argentina que busca dejar atrás décadas de crisis y estancamiento

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El Presidente Javier Milei durante el desfile militar del 9 de Julio (REUTERS/Matias Baglietto)
El Presidente Javier Milei durante el desfile militar del 9 de Julio (REUTERS/Matias Baglietto)

La Argentina se encuentra en un punto de inflexión bajo la presidencia de Javier Milei, una figura que ha irrumpido en la escena política con una mezcla de fervor libertario y una narrativa de cambio radical. Su llegada al poder, poco ortodoxa y marcada por un entendimiento profundo del hartazgo social con la clase política tradicional, ha planteado una serie de desafíos y promesas que aún están en proceso de evaluación. En este contexto, podemos trazar un paralelismo con la obra clásica “1984″ de George Orwell, donde el control y la imposición de una nueva verdad se convierten en herramientas de poder. Aunque en este caso, Milei se presenta como el antídoto contra años de estancamiento y corrupción, nos preguntamos ¿podrá Javier Milei cumplir sus promesas de cambio?

Milei comprendió mejor que nadie el hartazgo de la sociedad con la clase política, esa que prometía un futuro mejor que nunca llegó, mientras se enriquecía en el interín. Ese hartazgo social fue muy bien capitalizado por el libertario, llevándolo al sillón de Rivadavia. Sin embargo, los primeros seis meses de su mandato se vieron obstaculizados por la misma casta que se tomó su tiempo para votar la primera ley, dándole la excusa perfecta ante la imposibilidad de avanzar rápido en la solución de los problemas que agobian a los argentinos.

A pesar de estos obstáculos, Milei no se quedó de brazos cruzados. Logró “acomodar” la inflación llevándola a la baja, ajustó el déficit fiscal y comenzó a achicar el Estado, despidiendo empleados “ñoquis” y reduciendo el gasto general del Estado nacional. Es deseable que, a partir de la firma del Pacto de Mayo, el 9 de julio de 2024, el gobierno pueda encarar todos los temas pendientes, necesarios para sacar a Argentina de la decadencia crónica en la que vive desde hace décadas. Milei debe ahora demostrar que tiene la capacidad de gobernar, más allá de su escasa fuerza legislativa propia.

Uno de los pilares del discurso de Milei ha sido la promesa de una reforma económica radical. En sus primeros meses, se ha enfocado en reducir la inflación y el déficit fiscal, dos problemas endémicos de la economía argentina. La inflación, que ha sido una de las más altas del mundo, ha comenzado a mostrar signos de desaceleración. Esta moderación inflacionaria no solo se debe a la política monetaria más estricta, sino también a un enfoque en la reducción del gasto público. Milei implementó medidas para reducir el tamaño del estado, despidiendo empleados que considera innecesarios y reduciendo subsidios. Estas acciones, aunque controvertidas, apuntan a un objetivo claro: disminuir el déficit fiscal.

El tan esperado levantamiento del CEPO cambiario es otro de los puntos críticos de su agenda económica. Milei insistió en que no apresurará esta medida hasta que las condiciones económicas sean adecuadas para evitar una crisis cambiaria. Este enfoque prudente es necesario, pero también genera incertidumbre en los mercados y en la población, que espera ansiosamente una liberalización que podría revitalizar la economía pero que también podría desestabilizarla si no se maneja correctamente.

Según lo sostuvo el Ministro de Economía, ya empieza a haber signos de recuperación. En junio, creció un 18% la producción y venta automotriz, un número fuerte que refleja la mejoría en ciertos sectores. Están dadas todas las condiciones para que la recuperación se acelere. La ausencia de emisión espuria por déficit o la brutal emisión por intereses de pasivos remunerados es un cambio de reglas fuertísimo. Todos sabemos el daño que ha hecho la emisión en Argentina. Más importante que salir rápido del cepo es salir bien.

En sus ya habituales apariciones televisivas, el presidente Javier Milei ha interpretado la reciente suba de la divisa americana como un claro intento desestabilizador contra su gobierno. Según Milei, este embate fue controlado gracias a las posibilidades que brinda contar con superávit fiscal. Milei señala que el país está mejorando de manera sustancial. Es cierto que el gobierno de Alberto Fernández, en su último tramo a cargo de Sergio Massa, dejó una crisis tremenda. No obstante, Milei afirma que tuvo la habilidad y el pulso de controlar las variables y ponerlas en caja.

El programa de estabilización encarado por el gobierno hasta ahora viene dando resultados, aunque a un costo social quizás demasiado alto. También es cierto que, en campaña, Milei anunció fuerte y alto todo lo que iba a hacer cuando llegara a la presidencia de la nación. Tiene muy en claro que no llegó a la presidencia porque Argentina fuera un país ordenado y próspero. Su objetivo es hacer de Argentina el país más libre del mundo.

Un aspecto central de la estrategia de Milei ha sido el control de la narrativa. Al igual que en “1984″, donde el lenguaje y la información se utilizan para moldear la percepción pública, Milei ha utilizado su carisma y habilidades comunicativas, muchas controvertidas, para posicionarse como el salvador de la Argentina. Ha explotado eficazmente las redes sociales y los medios de comunicación para difundir su mensaje y desacreditar a sus oponentes. Este control de la narrativa le ha permitido mantener un alto nivel de apoyo popular, incluso frente a las dificultades y críticas. Sin embargo, esta estrategia tiene sus riesgos. La excesiva dependencia de la comunicación y el marketing puede resultar en una desconexión de la realidad y en la creación de expectativas que luego son difíciles de cumplir.

La oposición política ha sido un obstáculo constante para Milei. Su llegada al poder no ha cambiado la composición del Congreso, donde todavía debe lidiar con una oposición fuerte y organizada. La aprobación de leyes y reformas ha sido lenta y difícil, lo que ha limitado su capacidad para implementar cambios rápidos. El futuro de su presidencia dependerá en gran medida de su habilidad para negociar y construir alianzas. La firma del Pacto de Mayo es un paso en esa dirección, pero aún queda mucho camino por recorrer. Milei debe demostrar que puede gobernar de manera efectiva, no solo a través de decretos y medidas unilaterales, sino también mediante la construcción de consensos y la colaboración con diferentes sectores de la sociedad.

En última instancia, el éxito o fracaso del gobierno de Milei no dependerá solo de sus políticas, sino de su capacidad para transformar el hartazgo social en un cambio real y sostenible. Como dijo Winston Churchill, “la actitud es una pequeña cosa que hace una gran diferencia”. Es esa actitud de cambio la que Milei debe mantener para guiar a Argentina hacia un nuevo horizonte y cumplir sus promesas de cambio.

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