“Los signos de los tiempos”: los obispos celebran en las barriadas populares

Cada persona a la que no llega un plato de comida nos hace reconocer un signo negativo de nuestro tiempo

Los sacerdotes que formaron parte de la celebración religiosa en parroquia de la Virgen de Caacupé (Maximiliano Luna)

“Entonces los fariseos y los saduceos se acercaron (a Jesús y) para ponerle a prueba le pidieron que les mostrara una señal del cielo. Pero respondiendo Él, les dijo: Al caer la tarde decís: (Hará) buen tiempo, porque el cielo está rojizo.” Y por la mañana: ``Hoy (habrá) tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador.” ¿Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no podéis (discernir) las señales de los tiempos?” (Mateo 16:1-4).

La ciudad de Dios, claramente no es la Iglesia visible; muchos de la ciudad celestial están en la Roma pagana, y muchos de la terrena, en la Iglesia cristiana… Mientras tanto aquí en la historia están inextricablemente entremezcladas. Lo “secular” es la existencia histórica de las dos ciudades. (Palabra y amistad, 2002 Jorge Mario Bergoglio, una biografía intelectual, pag.74, Madrid, 2018 cit. M. Borghesi).

“Se opone al proyecto del Reino de Dios, el que unos pocos lo tengan todo y una mayoría no tenga nada” (San Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo mártir de El Salvador, Homilías 6:256).

“El signo de los tiempos” en Juan XXIII, el Concilio Vaticano II y Pablo VI

Fue con el papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II cuando la expresión “signos de los tiempos”, inspirada en la obra del teólogo Marie-Dominique Chenu (1895-1990), se extendió como forma de ver (para juzgar, actuar y celebrar) la realidad terrenal a la luz de la fe.

El papa Juan XXIII retomó el concepto del "signo de los tiempos" (AP)

El concepto es considerado por la D.S.I. en Pacem in terris (Juan XXIII, 1963) y el Concilio Vaticano II lo incorpora en notas a dos decretos para ser más tarde desarrollado en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual del 7 de diciembre de 1965 (n. 4-1 y 11-1).

Cuando la Iglesia se hace conversación

El papa Pablo VI dijo: “La Iglesia se hace diálogo, la Iglesia se hace conversación” (Encíclica, Ecclesiam suam -1964), es decir, conversan los clérigos, los laicos, los Santos Evangelios y el Espíritu Santo a la luz de la fe sobre las circunstancias trascendentes que suceden en nuestra tierra y en el mundo.

La cuestión de la Guerra Fría; Populorum progressio (Pablo VI, 1967), la del desarrollo; Centesimus annus (Juan Pablo II, 1991), las consecuencias de la caída del Muro de Berlín; Caritas in veritate (Benedicto XVI, 2009), la globalización; Laudato si’ (Francisco, 2015), la de la emergencia ecológica y la cuestión social vinculada con ella que reconoce el Mensaje de Dios en el grito de la tierra y el grito de los pobres y responde con el planteo de una ecología no sólo verde sino integral. Son todos aconteceres en el mundo que son al mismo tiempo signos de los tiempos.

La exhortación Evangelii Gaudium del Papa Francisco, alienta a las comunidades tanto a una vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos en vistas a esclarecer y optar por el proyecto de Dios, como a completar y enriquecer los aportes de la exhortación con la lectura de tales signos.

Los obispos argentinos de las catedrales a los barrios populares

Miles de comedores y ayuda permanente de Cáritas Argentina a cargo de Monseñor Carlos Tissera, miles de colegios y parroquias solidariamente acompañan a los pobres.”Tiempos difíciles,” los calificaba el entonces obispo Eduardo Pironio, en épocas de políticas igualmente liberales de otras dictaduras formalmente más duras en lo práctico pero igualmente injustas.

Los sacerdotes profundizaron su presencia en los barrios populares (Maximiliano Luna)

En estos últimos dos meses las catedrales, los santuarios y parroquias de los barrios pobres están siendo concurridas y las ceremonias presididas por las máximas autoridades de la Iglesia. Mons. Oscar Ojea en La Matanza el 19 de junio, junto al párroco del Santuario de la Virgen de Caacupé Nicolás Angelotti, García, el obispo local, Carrara obispo titular del Equipo de curas de las villas y barrios populares; el 26 de junio en la Catedral de Quilmes en el Día Internacional contra el uso indebido de drogas y lucha contra el Narcotráfico, junto a Mons. Tissera; en la Capilla Cristo Obrero, en la parroquia de Caacupé que preside el popular sacerdote Toto de Vedia de las villas 21-24 de Barracas, Monseñor Rossi, obispo de Córdoba acompañado por el padre Pablo Viola celebraron en la parroquia Villa Angelelli y a diario miles de acciones solidarias en celebración reúnen al pueblo y a los pastores. Es otro signo de los tiempos.

El Plan de Dios

A partir del Vaticano II se reconoce el sujeto colectivo en la comprensión de la labor pastoral que esta dirigida a todos los bautizados, sea de una familia, de un grupo, de una comunidad o del pueblo fiel de Dios. Aclaremos que pueblo fiel de Dios no es todo el pueblo en términos sociopolíticos. Solo aquellos que son bautizados, “los que no han olvidado mis promesas, sólo aquellos que recuerdan cómo los voy llevando sobre alas de águila, solo aquellos que tienen fe” (cf. Éxodo 19;4).

El Plan de Dios se va rebelando a través de señales que deben ser discernidas, interpretadas, valoradas a fin de guiar la praxis de los católicos. De tal forma la acción social cristiana acerca la historia a la presencia y obra del Espíritu Santo.

El otro rostro de Cristo que clama al Señor

En cualquiera de las parroquias del Gran Buenos Aires, González Catán, Laferrere, Puerta de Hierro o en Quilmes, en la 1-11-14 o la 21 de Barracas, en miles de barrios populares del AMBA hoy más que nunca podemos encontrar el rostro de Cristo en cualquier esquina; tirado en las calles de cualquier ciudad.

Rostros de niños golpeados por el paco, niñas golpeadas por el hambre llevando un niño en brazos o un niño por nacer, niños explotados fruto de la pobreza y familias descompuestas por la droga o el alcohol, rostros de jóvenes desorientados por la falta de futuro, miradas perdidas o huidizas de jóvenes y no tan jóvenes revolviendo en la basura, la falta de medios para viajar y de medios para buscar o procurarse un trabajo, rostros cerosos, de hacinamiento por la estrechez de los ranchos, ateridos de frío y bronca, sucios, cargados de angustia, a veces de un profundo sentimiento de muertos en vida, de tragedia y de dolor en los que se lee: “Señor, señor, ¿por qué?”.

El presente “plan económico de ajuste” es contrario al Plan de Dios

El mundo político, económico, cultural y social, terrenal, dicta sus propias leyes y realiza acciones que a veces se complementan con el Plan de Dios y a veces se aparta de él, claramente, por ejemplo, en las guerras, en la exclusión, en la discriminación, en la injusticia social, en la diferencia arbitraria o en la indiferencia ante los caídos. En la pesada carga del “ajuste” que atravesamos.

El Gobierno debe utilizar los recursos que aportamos en forma de impuestos directos e indirectos para encontrar paliativos inmediatos y prioritarios a la situación social (Getty Images)

A juicio de este cronista el plan de “ajuste” en materia económica, que hace que los pobres sean cada día más pobres y que los más pudientes no participen del sacrificio de la mayoría es contrario al Plan de Dios. Cada persona a la que no llega un plato de comida nos hace reconocer un signo negativo de nuestro tiempo y nos compromete a ayudar y a interpelar a los responsables del gobierno del Estado para que con los recursos que aportamos en forma de impuestos directos e indirectos encuentre paliativos inmediatos y prioritarios e imponga políticas de desarrollo para frenar el desempleo después. Aunque no cierren las cuentas.

La Ciudad de Dios y la ciudad de los hombres

Entre los filósofos cristianos del siglo V sobresale San Agustín de Hipona quien señala metafóricamente la coexistencia de dos ciudades: la Ciudad de Dios y la de los hombres. Las ciudades según Agustín “fueron hechas por dos amores, la terrena por el amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, y la celestial por amor a Dios hasta el desprecio de sí” (nota 16 dice: La Ciudad de Dios, cap. XIV, 28, San Agustín, cit. en El concepto del amor en San Agustín, Anna Harendt pag. 26, Encuentro Ed. Madrid, 2001).

Jorge Mario Bergoglio describe en los siguientes términos la figura de las dos ciudades de San Agustín: “…existen dos “amores”: el amor de sí, predominantemente individualista, que instrumenta a los demás para los propios fines, que considera lo común solo en cuanto referido a su propia utilidad y se rebela contra Dios; y el amor santo, que es eminentemente social, se ordena al bien común y sigue los mandatos del Señor. En torno a estos “amores” o finalidades se organizan las “dos ciudades”; la ciudad “terrena” y la ciudad “de Dios”. Ciudades ideales que surgen de la realidad concreta del hombre. En una viven los “impíos”. En la otra, “los santos”.

Pero lo interesante del pensamiento agustiniano -enseña Bergoglio -está en que estas “ciudades” no son verificables históricamente, en el sentido de identificarse plenamente con una u otra realidad secular.

La política vista desde la teología

Estamos, como se ve, en el campo de la teología de la política, es decir la política vista desde la teología, lo que no debe confundirse con una teología política según se encarga de aclarar Jorge Bergoglio, que serían aquellas doctrinas que se construyen como respaldo de corrientes políticas.

(EFE)

Ello -decimos nosotros -no significa que los valores, pensamientos programas y praxis política no deriven de la religión sino al contrario, cuando así sea, mayor será la aproximación entre la ciudad de los hombres con la ciudad de Dios. Pensemos en gobernantes que dirijan sus decisiones iluminados por la fe del Evangelio, o por la moral pública, pero siempre dirigidos al bien común (y no atendiendo a sus intereses particulares, sean individuales o de grupo) y actuando sin negar el amor fraterno, la solidaridad, la justicia social, la libertad y la igualdad. ¿Acaso son incapaces de sostener el timón y tener compasión con los caídos?

La Doctrina de la Iglesia católica, los bienes y el Estado

Partiendo de la destinación universal de los bienes creados por Dios para que el hombre los use y satisfaga sus necesidades Santo Tomás divide los bienes que llama “exteriores” (al hombre) en tres grupos: a) Bienes necesarios para la subsistencia (vestido, alimento, habitación, etc); b) Bienes necesarios “según estado y condición”, (aquellos sin los cuales no se puede pasar convenientemente la vida según condición y estado de la propia persona y de las demás cuyo cuidado le incumbe”) y c) Bienes superfluos: “los que están más allá de lo que es necesario para el individuo según condición y estado y los que tiene a su cuidado”.

Frente a la necesidad de cubrir las necesidades generales por causa de epidemias, guerra, malas administraciones, etc. la obligación de contribuir al erario público debe ajustarse a las siguientes reglas: los bienes necesarios para la subsistencia no ceden nunca; los bienes afectados al trabajo o ganancias de la empresa, serán o no afectados según los casos, y los bienes superfluos siempre ceden.

Dar lo superfluo, para Santo Tomás y para la DSI, es obligatorio, y no se trata de dar a voluntad o una parte de lo que sobra guardando para el futuro el resto.