La 75° Cumbre de Jefes de Gobierno de la OTAN comenzó el 9 de julio en Washington, acordando mayores inversiones en seguridad militar y tecnología. Lo hizo bajo el fuerte impacto que significó un ataque ruso contra varias ciudades y hospitales en Ucrania que dejó casi cuarenta muertos, la mayoría de ellos niños.
Como fase inicial de la Cumbre se realizó un Foro con representantes de la industria militar europea y norteamericana, a los que los integrantes de la alianza van a realizar encargos de largo plazo, como los que requiere la guerra de Ucrania a casi dos años y medio de la invasión rusa.
El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, sostuvo que “no hay forma de proporcionar una defensa fuerte sin una industria de defensa fuerte” (quizás el ex primer ministro noruego olvidó la denuncia del general Eisenhower al terminar su gobierno en 1960 sobre el poder de lo que llamó el “complejo militar industrial” para condicionar e imponer decisiones al propio gobierno estadounidense).
La guerra de Ucrania demostró que la reserva de los arsenales eran escasas, al igual que la capacidad de producción por parte de la industria. Stoltenberg enfatizó que “dependemos totalmente de ustedes, porque en realidad suministran y producen las capacidades que necesitamos”. Consideró una buena noticia que los integrantes de la OTAN estén invirtiendo más en defensa, en línea con lo comprometido hace diez años, de destinar el 2% del PBI a gasto militar. Actualmente ya son veintitrés de los treinta y dos miembros de la alianza los que están cumpliendo dicho objetivo. Veintidós de ellos han conformado una integración para el uso de software para defensa en tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio. Se firmó además la mayor inversión multinacional en la historia de la OTAN para vigilancia del mar, la tierra y el espacio. La integran diecisiete países. Stoltenberg informó también que la OTAN invertirá sólo este año quinientos mil millones de dólares en defensa, cerca del 10% de esa cifra para Ucrania.
El 10 de julio, segundo día de la Cumbre, se adoptó una definición contundente sobre el ingreso de Ucrania a la OTAN que se incluyó en el documento final. Coincidentemente, se anunció que la alianza atlántica enviará sesenta aviones de caza, dando cumplimiento a un demorado pedido del presidente Volodimir Zelensky. Se trata de el F-16 Fighting Falcon de fabricación estadounidense. Los aviones ya están en camino y estarán en vuelo hacia el mes de septiembre. Cabe señalar que ya iniciada la guerra, en marzo de 2022, Estados Unidos bloqueó a Polonia la entrega a Ucrania de aviones de la era soviética. Pero a medida que el conflicto se fue prolongando, Estados Unidos y sus aliados fueron aumentando en cantidad y calidad la entrega de armamento. Pese a ello, el Secretario de Estado, Antony Blinken, dijo que el suministro es “para que Ucrania pueda seguir defendiéndose de la agresión rusa”. Los primeros aviones serán entregados por Holanda y Dinamarca, a los que seguirán luego los de Bélgica y Noruega.
La definición política más relevante es que la OTAN considera un “camino irreversible” el ingreso de Ucrania a la alianza. La otra opción -menos terminante- era afirmar que se creaba “un puente” para la incorporación plena de Kiev a la OTAN. En un discurso que había generado fuerte expectativa, durante la cena celebratoria del 75° aniversario, Biden dijo: “Rusia no ganará”. Por su parte Zelensky, en un comunicado difundido a través de redes sociales, dijo que la entrega de los F-16 “contribuirá a poner fin a más de dos años de conflicto con Rusia”. Stoltenberg, a su vez, sostuvo que “el mayor costo y el mayor riesgo sería que Rusia ganara en Ucrania”.
Pero la definición más importante fue la referida al cambio de caracterización del enemigo potencial de la OTAN. En las dos Cumbres anteriores, tras el inicio de la invasión rusa a Ucrania, la alianza militar consideró a Rusia como amenaza y a China como desafío, diferenciando claramente el nivel de agresión. La consigna, reiterada varias veces por Stoltenberg a partir del 5 de abril de este año y repetida por varios Jefes de Gobierno de la OTAN, era que la cooperación militar entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte había pasado a ser la amenaza más importante.
Finalmente fue eludida como tal en el documento, tras sordas pujas. Se optó en cambio por caracterizar a China como amenaza por su apoyo militar a Rusia. El texto exige que Beijing detenga los envíos “de componentes de armas” para Moscú. Incluso afirma que la asistencia militar de China a Rusia se realiza “en gran escala a la base industrial de defensa de Rusia”. La OTAN dice además que si China continúa con este apoyo militar, ello no sucederá “sin que esto afecte negativamente a sus intereses y reputación”. Estas afirmaciones fueron fundadas en informes de inteligencia que Estados Unidos hizo llegar a la conducción de la alianza atlántica. Alemania inicialmente propuso un texto más moderado, en razón de la importante relación comercial entre Berlín y Beijing, pero no lo logró.
La advertencia de la OTAN a China se especificó aún más. Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Biden, dijo: “Si el apoyo continúa, degradaría sus relaciones en toda Europa y Estados Unidos seguirá imponiendo sanciones en coordinación con nuestros aliados europeos”. La declaración también acusa a China de “actividades cibernéticas e híbridas maliciosas, incluida la desinformación” dirigidas a Estados Unidos y Europa. China lo negó y ese mismo día acusó a Washington de conducir “un sistema de espionaje cibernético a nivel global”.
El futuro rol de Estados Unidos fue otro tema central, aunque no explicitado. La mayoría de los miembros de la OTAN prefieren que Biden sea reelecto en noviembre de 2024. La Cumbre en Washington fue prevista por los asesores del presidente estadounidense como una oportunidad para fortalecer la imagen de Biden, debilitada tras su bajo desempeño en el debate electoral frente a Donald Trump. La idea del presidente como líder de Occidente en defensa de los valores democráticos y confrontando con las potencias autoritarias de Asia, era el eje de esta estrategia.
Pero se logró sólo parcialmente porque sus expresiones mostraron algunos titubeos y equivocaciones, y porque mientras se desarrollaba la Cumbre tenían lugar renovados y públicos intentos de que bajara su candidatura desde sus propias filas.
Como contrapartida, el eventual triunfo de Trump es percibido como una amenaza para la cohesión de la alianza, en particular para su voluntad de continuar el apoyo a Ucrania hasta una victoria final sobre Rusia. La firma de compromisos de hasta diez años en este apoyo son el intento de condicionar la libertad de acción de Trump como Comandante en Jefe de sus Fuerzas Armadas. No es fácil que estos intentos tengan éxito dada su personalidad y su visión de los conflictos, que Trump espera resolver en diálogo personal con los líderes mundiales.
Cuando comenzaba la Cumbre, tenía lugar la visita del primer ministro de la India, Narendra Modi, a Moscú, para reunirse con Vladimir Putin. Hacía un lustro que el líder indio no visitaba Rusia, es decir, no lo hizo nunca desde la invasión. La idea desde el punto de vista diplomático ha sido reforzar y elevar el nivel de “alianza estratégica especial” que une a los dos países. No se trata de un acuerdo militar, sino de un estatus político-estratégico. El hecho pone en evidencia que el aislamiento de Rusia en Occidente no se reproduce en otras regiones del mundo, especialmente en Asia. Pero la declaración final de la Organización de Cooperación de Shanghai, conocida el 4 de julio en Astaná, Kazajistán, eludió incluir denominaciones de los países de la OTAN o de sus líderes. Este lenguaje diplomático fue una condición solicitada por la India -representada en la conferencia por el viceprimer ministro- para sumarse al documento que firmaron tres de los integrantes del antagonista militar que la OTAN finalmente eludió: China, Rusia e Irán, que había denunciado el Secretario General de la OTAN semanas antes de la Cumbre.
Participaron como invitados a la Cumbre de Washington los países que conforman el grupo denominado “Los Cuatro del Indopacífico”, que son los aliados militares de Estados Unidos en Asia: Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Cabe señalar que el jueves 11 de julio, mientras el presidente Joe Biden daba a la OTAN un rol clave en el mantenimiento de la seguridad internacional, en un acto de campaña en Doral, Florida, Donald Trump criticó a la OTAN, reiterando que si sus miembros no se hacían cargo de su costo económico, iban a perder la garantía de seguridad estadounidense establecida en el artículo 5° de la carta orgánica de la alianza atlántica.
En definitiva, la OTAN escaló su actitud frente a China como amenaza, pero eludió llegar a plantear un conflicto global entre dos bloques militares.