Economía y política, encrucijada libertaria

En un escenario de fuerte recesión, la recaudación sufrirá un fuerte impacto por la merma de los recursos obtenidos por impuestos ligados a la actividad económica. Así las cosas, parece que ni la contabilidad “más creativa” logrará salvar el superávit fiscal

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Los mercados parecen correr a
Los mercados parecen correr a Milei “por derecha”, “presionan” por una promesa o expectativa defraudada al anunciarse la segunda fase del plan económico: el levantamiento del cepo cambiario (EFE/Sebastiao Moreira/Archivo)

Una semana que había comenzado con la demorada puesta en escena de la firma del Pacto de Mayo acabó con el foco nuevamente puesto en los mercados.

Cuando el presidente parecía finalmente haber conseguido capitalizar políticamente esa suerte de relanzamiento simbólico de su proyecto de impronta rupturista y refundacional, al igual que sucedió tras la trabajosa sanción de la Ley Bases en el Congreso, la vertiginosa realidad lo devolvió demasiado rápido a la preocupación por los interrogantes de un mercado cada vez más nervioso y ansioso.

En una suerte de trágico sainete, los mercados parecen correr a Milei “por derecha”. Ni “mano invisible” ni “orden espontáneo”, como predican los “sumos sacerdotes” del liberalismo o la escuela austríaca, los mercados “presionan” por una promesa o expectativa que se vio defraudada al anunciarse la esperada “segunda fase” del plan económico: el levantamiento del cepo cambiario.

Tras varias especulaciones, el propio Milei anticipó esta semana que para salir del cepo será necesario antes que la inflación empiece a converger con la tasa de devaluación (crawling peg) del 2% mensual. Y, con una inflación que en junio rompió el sendero de descenso por primera vez en el año, este objetivo no parece estar cerca. A no ser, claro está, que lleguen fondos frescos, algo que a la luz de las declaraciones más recientes de la vocera del FMI, no pareciera estar en la agenda próxima del organismo.

En este contexto, no son pocos los que consideran que las últimas medidas anunciadas en relación a la emisión monetaria (el canje de los denominados puts) tiene un inocultable sabor a poco. Mientras el dólar paralelo marca nuevos récords y la brecha cambiaria se ensancha, los analistas económicos ven pocas chances de una reactivación económica importante sin una solución al problema cambiario

Es más, incluso en el priorizado frente fiscal se avizoran nubarrones en el corto plazo. Es que en un escenario de fuerte recesión, la recaudación sufrirá un fuerte impacto por la merma de los recursos obtenidos por impuestos ligados a la actividad económica (IVA, Ganancias, etc.). Así las cosas, parece que ni la contabilidad “más creativa” logrará salvar el superávit fiscal, rompiendo el doble superávit (fiscal y financiero) que el gobierno mostraba como éxito durante el primer semestre.

A todo esto se suman las grandes incógnitas en el plano político. Pese a que algunos puedan haber visto en el discurso del presidente en Tucumán una cierta reivindicación de la política y los acuerdos, sigue estando más que claro que Milei prioriza los objetivos vinculados a la economía, y que delega todo lo relativo a la política en otros.

Es que Javier Milei sigue convencido de que su electorado lo juzgará por su éxito en el combate contra la inflación. Una apuesta temeraria que parece además desconocer el carácter volátil y fluctuante de la opinión pública, en la que los “logros” se amortizan rápidamente, las expectativas se renuevan en torno a nuevas demandas, y las exigencias crecen. Algo de esto ya comienza a verse en varias encuestas que a la vez que muestran un reconocimiento a la labor del gobierno respecto a la moderación inflacionaria, dan cuenta de un desplazamiento de las preocupaciones hacia otros temas como el empleo y la economía doméstica.

Más allá de las convicciones de Milei, lo cierto es que las expectativas en términos políticos parecen estar hoy puestas en dos frentes. Por un lado, en la capacidad del gobierno de mostrar eficacia de gestión, dejar atrás las desavenencias internas, improvisaciones y errores no forzados, para capitalizar al máximo los instrumentos conseguidos en la Ley de Bases y el paquete impositivo. Por otro lado, recuperar iniciativa con una agenda de reformas estructurales.

En ambos frentes los desafíos son más que importantes. La gestión no parece estar entre las prioridades del gobierno, como lo evidencian las recurrentes renuncias y salidas de funcionarios de las más diversas áreas. Y con respecto a la agenda de reformas, si bien la demorada asunción de Sturzenegger traería aparejado un paquete de nuevas iniciativas vinculadas a la desregulación económica y la reforma del Estado (ley “hojarasca”, ley “anti-casta”, etc.), no pueden soslayarse los cambios de actitud que se vienen registrando en una oposición que busca redefinir sus contornos. Todo ello con un presidente que no parece entender que en política existen matices, y que exige subordinación absoluta para no ser tildado de “casta”.

La oposición en el Congreso no solo está más fragmentada, sino que muchos otrora “dialoguistas” han comenzado a correrse hacia posiciones más críticas, tanto por los constantes e indiscriminados ataques del propio Milei como por necesidad propias, e incluso por la convicción de que tras otorgarle al gobierno las herramientas legislativas que reclamaba se abre una nueva etapa en la que el oficialismo deberá asumir toda la responsabilidad.

Así las cosas, Milei continúa trazando una artificial línea divisoria entre política y economía, lo que conspira contra la posibilidad de recrear expectativas que, como se dijo, no se agotan en la moderación de la inflación, y que son claves no solo para sostener el apoyo ante una recuperación económica que se avizora más larga de lo esperado, sino también para apuntalar el proceso de armado político que le permita al oficialismo encarar unas elecciones de medio termino que serán claves para el futuro del experimento libertario.

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