La deconstrucción es un enfoque filosófico desarrollado por Jacques Derrida, influido sobre todo por Nietzsche y Heidegger, siendo este último quien introduce originariamente aquel concepto como “destruktion” referido a la ontología. Básicamente para Derrida, la deconstrucción radica en la idea que los textos y las estructuras de pensamiento no tienen un significado fijo y estable, sino que contienen contradicciones y ambigüedades que socavan sus propias pretensiones de coherencia y verdad.
Dicha teoría intenta permitir una lectura más crítica y dinámica de los textos revelando la complejidad y la multiplicidad de significados que contienen. Principalmente, desmantelando las jerarquías y binarismos presentes en narrativas, desafiando las interpretaciones tradicionales y abriendo nuevas posibilidades para comprender el contexto contemporáneo.
Según Derrida, estos binarismos tradicionales como masculino/femenino, cultura/naturaleza o mente/cuerpo, son los que sostienen las jerarquías y las estructuras de poder que, en última instancia, son inestables porque dependen de supuestos y exclusiones que pueden ser cuestionados y reconfigurados. Al deconstruirlos se revelan las exclusiones y marginalizaciones que sustentan el poder político y su significado no como presencia, sino como volubles diferencias jerárquicas.
Similarmente, la deconstrucción también desmantela las estructuras de poder que desde la lingüística subyacen en los textos perpetuando la opresión y desigualdad. Al cuestionar las narrativas dominantes y revelar las exclusiones y subordinaciones que aquellas implican en las estructuras sociales, esta teoría ofrece una herramienta crítica para el análisis político. Puntualmente, en los problemas de representación y autoridad del discurso disputando quién tiene el poder de definir los términos y establecer la autoridad dentro de una comunidad o un campo específico. Esto puede revelar cómo ciertas narrativas se privilegian sobre otras, afectando la forma en que se comprenden y se comunican las ideas.
Esta teoría está relacionada con la denominada posverdad, en referencia a que no hay una única interpretación correcta o una verdad absoluta, sino que el significado es relativo y depende del contexto y la perspectiva. En este sentido, la deconstrucción revela las contradicciones y suposiciones subyacentes más la manipulación de los hechos y las emociones en las narrativas y discursos mostrando cómo influyen en la percepción pública y se perpetúan a través del lenguaje. Demostrando así contextos donde los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que la apelación a la emoción y las creencias personales, teniendo las narrativas y las creencias subjetivas mayor peso que los hechos verificables.
La deconstrucción, al revelar las exclusiones y marginalizaciones inherentes en las estructuras de poder, no sólo proporciona una crítica teórica, sino que también inspira acciones políticas prácticas abriendo espacios para la inclusión y la justicia.
Uno de los contextos en que ha sido particularmente relevante es en el ámbito de los derechos de los migrantes, cuestionando las fronteras y las categorías de ciudadanía o estatus legal que los excluye perpetuando su marginalización. Y ello se relaciona con el análisis de la soberanía basado en la exclusión fundamental distinguiendo lo propio de lo ajeno y al ciudadano del extranjero. Distinción que, según Derrida, debe ser deconstruida para permitir una política más justa y equitativa ayudando a visibilizar la humanidad compartida. Este concepto fue aplicado a Las Caravanas de Migrantes (2018-2019s), compuesta por miles de personas que viajaban desde América Central hacia los Estados Unidos, argumentando que la narrativa dominante de la seguridad fronteriza debía ser cuestionada para permitir una política más humana.
El movimiento #MeToo (2017-2018), surgido para denunciar el acoso y la violencia sexual, ha utilizado principios de la deconstrucción para cuestionar las narrativas que perpetúan la violencia de género. Al desmantelar las justificaciones tradicionales para el comportamiento abusivo y exponer las dinámicas de poder en juego, el movimiento ha logrado generar un cambio significativo en la conciencia pública, políticas y legislaciones relacionadas con la violencia de género.
Similarmente la deconstrucción ha sido utilizada en el análisis crítico del racismo y las estructuras de poder que lo sustentan. Al cuestionar las categorías raciales y revelar su arbitrariedad, ayudó a desmantelar dichas jerarquías y promover una política de igualdad. Su ejemplo más reciente fue el movimiento Black Lives Matter (2013-2020), que desafió las narrativas dominantes sobre la raza y la violencia policial poniendo de relieve las injusticias sistémicas e impulsando reformas significativas en la política policial y la justicia.
Por otro lado, uno de los aspectos más significativos de la deconstrucción en el ámbito político es la introducción del concepto de “democracia por venir”, implicando una democracia que nunca se realiza plenamente pero que siempre está en proceso de devenir. Esta idea, según Derrida, desafía las concepciones tradicionales y las exclusiones inherentes de las democracias establecidas como un sistema fijo y cerrado, abriendo espacio para formas de democracias que reconozcan y valoren la diferencia y la alteridad, promoviendo una política de inclusión y pluralidad.
Ahora bien, la deconstrucción ha recibido severas críticas por parte de filósofos como Jürgen Habermas, John Searle, Richard Rorty y Alan Sokal. Entre las más importantes, se encuentra el socavamiento de las bases racionales del discurso crítico y democrático, promoviendo en su lugar un relativismo y nihilismo que paraliza toda ética sistémica e incapacita para actuar de manera efectiva y coherente en el ámbito político, debido a la imposibilidad de afirmación de verdades y significados estables. Y así, sería una posición desde la cual no se puede defender nada excepto el escepticismo pragmático, sin sostener ningún conocimiento o valor moral. Según estas críticas, la deconstrucción por su propia naturaleza no puede proporcionar alternativas positivas o soluciones concretas a problemas sociales o políticos; puede sólo señalar contradicciones y esperar que su exposición contribuya a una mayor comprensión.
Pero nada de ello es lo que finalmente ha tomado la Argentina y su precarizada clase política y dirigencial, por sobre todo de izquierda, donde esta teoría se ha reducido al uso superficial como moda intelectual progresista o marketing cultural, hablando con el sufijo “e” o con pseudopalabras como “matria” en lugar de “patria”, escribiendo algunas desinencias con la “x” o con “@”, o el imperativo de comulgar con determinadas ideologías de género o fundamentalismos feministas. Incluso creyendo que la posverdad refiere a la inexistencia de verdades en lugar de su construcción manipuladora normalizando la desinformación y devaluando la credibilidad de las fuentes, haciendo que la sociedad se torne indiferente a la precisión de la información. Funcionarios públicos, directores de áreas y empleados jerárquicos en diversas instituciones y de diferentes ámbitos, incluso educativos y académicos, quienes bajo un halo de progresismo revolucionario pero sin escatimar los beneficios citadinos y burgueses, pretenden estar a la moda con el último grito en crítica cultural, simplemente corrompen el idioma que frecuentemente no conocen en su plenitud, sin construir nada en concreto ni comprometiéndose realmente con resolver graves problemas de injusticia social.
Tal como sugiere Gayatri Spivak, la deconstrucción debe enseñar a leer el mundo y sus textos con una sensibilidad crítica que pueda inspirar y guiar la acción política. Pero por estas tierras, en lugar de desafiar reflexiva y responsablemente los discursos y narrativas establecidas para resolver problemas éticos y de justicia más amplios, gran parte de nuestra precarizada y fallida clase política y dirigencial, aunque siempre militante progresista y revolucionaria, banaliza la deconstrucción utilizando simplismos como expresión de moda sin sustancia. Autopercibiéndose como culturalmente superados revelan que cogitatio eius tam alta est quam pelvis (sus pensamientos son tan profundos como una palangana).