Los puts de la discordia

Instalado en una centralidad de cuidado diseño, Milei pretendió habilitar un nuevo tiempo en las vísperas de la fecha patria

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Luis Caputo, ministro de Economía
Luis Caputo, ministro de Economía

La firma del Pacto de Mayo, una apuesta que se consumó a destiempo, dispuso de toda la pompa refundacional, pero los fastuosos destellos se esfumaron en la noche helada del 8 de julio. La hora elegida no ayudó, y la previa de un feriado tampoco. Muy lejos del prime time, la cadena nacional no rindió. Con una estética elaborada, performática y teatral, la escena jugó a revivir la firma del Acta de la Independencia en 1816. Una imagen para la historia.

La foto que pudo ser impecable padeció el desafiante desaliño del gobernador santafesino Maximiliano Pullaro y del jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri, quienes, desconociendo el dress code de la ocasión, de sugerido traje oscuro, ensuciaron la sacrosanta postal con un gris arratonado uno y un azul eléctrico de dudoso buen gusto el otro. ¿Mero descuido o rebeldía opositora?

Milei se lució en una puesta cargada de simbolismos y un discurso preciso de tono inobjetable acorde con la estética del poder que se quiso transmitir. El Presidente leyó de punta a punta un mensaje que lo mostró templado y conciliador, algo que se agradece. Nada de repudios contra la casta que lo rodeó renovando su apoyo. Con la ley de Bases ya promulgada, se mostró firme pero agradecido. Nada de diatribas ni monsergas. Nada de reconvenciones. No parecía Milei.

Todo estaba prolijamente pensado para que Javier Milei reforzara con todos los dispositivos del protocolo presidencial su condición de Jefe de Estado. Un anarcocapitalista que reniega del Estado mismo y que presume de haber llegado para destruirlo, enfundado exultante en los atributos del mando: con banda, bastón, edecanes y toda la fanfarria a su paso.

Javier Milei en la firma del Pacto de Mayo
Javier Milei en la firma del Pacto de Mayo

El desfile del 9 prolongó ese clima de patriótica efervescencia, esa idea de unidad nacional, de reencuentro bajo la bandera de la patria, de alineamiento tras un liderazgo excluyente. Subido a un tanque de guerra, esta vez con su vice, Victoria Villarruel, ausente por dudosos motivos de la cita tucumana, Milei volvió a jugar el juego que más le gusta. Montado en un TAM, metralleta en mano, sumó protagonismo poniendo en escena su condición de mando. Se va delineando una jefatura, una autoridad. Un nuevo perfil para el libertario. Quien quiera ver, que oiga.

Fue solo un momento, una tregua. Promediando la semana, Javier Milei retomó sus malos modos, esos que le permiten fidelizar a sus seguidores, esos que lo llevan a identificar y señalar a los enemigos del momento, a los que, descalificación mediante, termina haciendo cargo de traspiés y dificultades. La bonhomía mileísta duró poco. Sin prisa ni pausa, volvió a cargar contra la casta parlamentaria, a los que ahora llama “degenerados fiscales”, y la emprendió contra economistas y consultores. “Pifiadores seriales” les dedicó.

El discurso en la Bolsa de Comercio volvió a mostrar a Milei en su versión más fiel, la más rendidora. “No va a ser un discurso tan atractivo como el de Tucumán”, cumplió en aclarar antes de arrancar con su mensaje en la Bolsa de Comercio. Una ironía. Milei exhibió sus logros ante los hombres de negocios. “Había que alcanzar el equilibrio fiscal, adentro; terminar con los remunerados, adentro; los puts los tenemos jaque mate. Lo que necesitamos es la convergencia de la tasa de inflación con la devaluación… apuntamos a que matchee la tasa de inflación con la devaluación”.

Luis Caputo dijo haberle reprochado al más alto ejecutivo del banco no haber dado aviso al Central, lo que hubiera permitido amortiguar el sobresalto. La entidad en cuestión se amparó en la legalidad de la operatoria con el argumento de salir a proteger el dinero de sus depositantes y accionistas.

Los banqueros reivindicaron lo actuado por el Macro con el argumento de que esto le permitió obtener liquidez que bien puede derivarse en préstamos, en un momento en el que el cepo le impide a la institución comprar dólares. Todo este ácido debate en torno a los puts de la discordia no logró serenar a los mercados, que insisten en marcarle la cancha al gobierno libertario. A Milei también se lo corre por derecha. Son las reglas del juego.

La jura de Federico Sturzenegger como nuevo ministro en el Gobierno de Javier Milei
La jura de Federico Sturzenegger como nuevo ministro en el Gobierno de Javier Milei

Mientras todo esto pasa, el “Coloso” arremete. Federico Sturzenegger sale de gateras para emprender su gestión desreguladora. El más libertario entre los libertarios entra en acción. Llegó hasta aquí dispuesto a correr todos los límites. A la desregulación de los cielos le sumará la de todo lo que corre al ras del piso. La liberación de trabas para todo el transporte de pasajeros y de cargas está entre sus temas más urgentes. También trabaja sobre el sistema de los seguros para desarticular el entramado que obliga a contratar por ramas de actividad.

El ex presidente del Banco Central ya viste el traje de funcionario, lo que le permitirá enfrentar con su propia humanidad la balacera que desataron propuestas tan disruptivas. Las tan pregonadas tres mil nuevas leyes de las que habla Milei se están cocinando. En lo inmediato es una tarea urgente la reglamentación de la Ley Bases, que, aunque deshilachada en su versión final, le da al Presidente una cómoda ventana de un año para ir adelante con profundos cambios en la estructura del Estado.

El promocionado envío de la “Ley de hojarascas”, que algunos ya llaman Ley Marie Kondo, apunta solo a desprenderse de lo viejo, lo inútil o lo que no sirve más en materia de legislación. Una tarea de barrido y limpieza necesaria, pero menor frente a los cambios que se pretenden imponer. Minimalismo absoluto de reglas y permisos para funcionar. Simplificación de procedimientos.

El flamante Ministro de Desregulación y Transformación del Estado de la Nación tiene una obsesión que lo moviliza: atacar el financiamiento de lo que él llama “agentes bloqueantes”. Esto implica cortar el chorro de suministros que ciertas normas de privilegio otorgan a los que obstaculizan los cambios para defender sus posiciones. Una tarea que quedó pendiente en varias áreas, muy especialmente durante el tratamiento de la Ley Laboral en la que no se pudo llegar a cortar los aportes solidarios obligatorio ni derogar la “ultractividad”. Una norma que mantiene la vigencia de los convenios laborales hasta tanto no se discutan nuevos.

El Presidente tiene claro que entró en un período más difícil de su gestión. Ahora se esperan avances y resultados. No alcanzan los logros en la macro por más que se los explique. Se necesitan señales en la micro. Datos que mejoren en algo la calidad de vida de la gente. El índice de inflación conocido este viernes del 4,6%, levemente superior al de mayo, trae, no obstante, un número alentador: el 3,7% de la inflación núcleo. Los precios libres se sostienen

Mientras el alivio concreto no baje a la gente, es ese Milei, confrontativo, agresivo hasta lo exasperante, el que lo reconecta con sus votantes. Son esos modos, esas maneras de tono implacable las que sostuvieron, al menos hasta aquí, la paciencia social.

La presencia mediática encendida y diaria es un imperativo del gobierno de Milei. Esa capacidad de interpretar las marcas de la época que le permitieron llegar hasta aquí ya resulta insuficiente para mantenerse al frente de la conversación pública. La firma del “Acta de Mayo” cerró una etapa. Con la ley Bases promulgada y el índice de inflación decreciente, se abren para el Presidente nuevos desafíos.

La línea discursiva anticasta deviene insuficiente para sostener la mística. En los medios empieza a vislumbrarse un reacomodamiento de la agenda. La conversación pública se abre a otros temas, otras preocupaciones. Los destellos mileístas no logran desplazar de la vibración de las pantallas la tragedia del niño al que se lo tragó la tierra

A casi un mes de la desaparición del pequeño Loan Danilo Peña, las señales de noticias no logran salir del caso. A la búsqueda desesperada, seguida con legítima ansiedad por la sobrevino el detalle de una investigación amañada, atravesada por la sombra de complicidades y encubrimientos. Ni la pompa patria ni las peripecias presidenciales sobre un tanque de guerra lograron sacar del prime time la trágica saga del niñito desaparecido.

El caso Loan desplazó de las pantallas la centralidad mileísta. Ni conspiración de ensobrados, ni solo carancheo. En los medios manda el “minuto a minuto” y sus urgencias. Son las audiencias las que marcan el menú. En la tele, como en la vida, rigen las reglas del mercado. Sale lo que vende. Las teorías conspirativas se estrellan contra la lógica de la oferta y la demanda. Son los tiempos que corren.

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