La independencia que celebramos el lunes es aún un pendiente por completar. Cada año, cuando celebramos el 25 de Mayo, se realiza en Buenos Aires el tradicional Tedeum, una celebración de la palabra que fue pedida originalmente por los cabildantes de mayo de 1810 para dar gracias a Dios por la incipiente revolución. Sin embargo, fue recién el 9 de julio de 1816 cuando la propuesta fue aceptada por todas las provincias y votada en Tucumán. A partir de ahí vendría un largo y tortuoso proceso entre los caudillos Provinciales y los unitarios del Puerto de Buenos Aires. Recién en 1853, después del derrocamiento de Rosas, pudimos tener una Constitución. Ella es quien nos articula como Nación.
La democracia no será perfecta, pero es el sistema más representativo que tenemos para gobernarnos. La democracia directa es inviable y la política es necesaria para manejar el poder ejecutivo y el legislativo. El poder Judicial transita por otro carril y necesita de una mayor estabilidad. Una vez nombrados, los jueces ejercen sus cargos hasta su retiro o jubilación. Hemos elegido nuevo Gobierno hace poco; parte de la tarea del Ejecutivo es cubrir las vacantes, necesarias para que el Estado funcione. La concentración de ex ministerios conlleva la responsabilidad de la firma. Por más confiable y competente que sea la persona, implica sobre todo la responsabilidad última, es decir, tener a cargo demasiadas cosas.
Entiendo que es difícil confiar o delegar, pero si no se asume ese riesgo se llega a la situación actual, que es de inmovilidad en muchas áreas donde falta nombrar gente que se haga cargo y que sea independiente.
La independencia, que celebramos, nos llega de la mano de la política ella es en nuestro país, tal vez, uno de los conceptos más controversiales de la coyuntura actual. Hace unos días, en una reunión con estudiantes secundarios de la Capital Federal, hacíamos la pregunta: “¿Qué se les viene a la cabeza cuando hablamos de política?”. La mayoría de ellos respondieron con palabras duras pero ciertas para una generación tan golpeada como la de ellos: “corrupción”, “mentiras”, “deshonestidad”. Sin embargo, muchos adhirieron en un concepto: “Necesaria”.
Y es que es así, la política, por más dura y cruel, e incluso lejana que muchas veces la sintamos, es necesaria para el orden de un país, para el consenso de su pueblo y el desarrollo de su futuro. Sin embargo, en el paradigma actual donde corrupción, deshonestidad y mentira sean algunos de los adjetivos que jóvenes sub 20 (futuro de este país) usan para definir la política, nos hace dudar de la independencia de la misma. ¿Qué tan independiente es una justicia muchas veces lenta, una política en manos de unos pocos que quieren pero no pueden del todo sacar a la Argentina de la postración en que se encuentra? Hay un enorme desafío en perderle el miedo a la política y en trabajar en su independencia, porque eso luego acarrea varios otros conceptos de independencia que se ven “truncados”.
Hoy 6 de cada 10 chicos están bajo la línea de la pobreza ergo, ¿Qué independencia tiene ese chico que hoy no tiene acceso, por ejemplo, a una computadora o a un celular, cosas que inherentemente hacen a la “autonomía actual”? Recordemos las palabras del apóstol Pablo en Gálatas 5:1: “Para ser libres fue que Cristo nos liberó; por tanto, manténgase firmes y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud”. La verdadera independencia va más allá de lo político y económico; es también la libertad del espíritu y la mente, un llamado a mantenernos independientes y a no caer nuevamente en la dependencia y la opresión.
Tal vez en generaciones pasadas, la independencia corría por otra vereda, pero hoy también es cierto que la independencia de los más jóvenes pasa por su ámbito de autonomía, de expresión, de privacidad. La búsqueda de la felicidad, como de la autonomía, crecimiento y progreso, son conceptos que radican en la cabeza de todos, pero que el estado puede o no, acompañar a cumplirlos. Un estado que funcione bien debería proporcionar las condiciones para que todos puedan alcanzar su máximo potencial.
Que se haya autorizado por ejemplo el ingreso de la conectividad satelital o el 5G, nos acercan a jugar en las grandes ligas y eso también ayuda a ampliar el horizonte de la gente en términos de progreso e independencia.
La independencia que celebramos no debe ser solo un recuerdo histórico, sino una meta viva y activa en nuestras vidas cotidianas. Hoy, necesitamos una generación de jóvenes comprometidos con el futuro de nuestro país. Jóvenes que entiendan que la verdadera independencia no se alcanza solo con palabras, sino con acciones concretas, con una participación activa y consciente en la sociedad.
Espero que no nos dejemos vencer por la desilusión o el escepticismo. Que participemos activamente en la vida política, económica y social de nuestra nación. Innovemos, emprendamos, pues cada pequeño acto de independencia personal contribuye al gran mosaico de la independencia nacional.
“Así, ya no eres más esclavo sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios” (Gálatas 4:7). Como herederos de una nación libre e independiente, tenemos la responsabilidad de forjar un futuro donde la justicia, la equidad y la libertad sean una realidad para todos.
No dejemos que la corrupción y la deshonestidad definan nuestra política. Construyamos una democracia que realmente represente a todos, donde cada voz cuenta y donde cada individuo tenga la oportunidad de ser independiente y pleno.