Por un periodismo sin acoso: ¿por qué el tiempo es ahora?

El acoso sexual era parte de lo gajes del oficio de las periodistas que querían crecer en sus carreras: jefes, colegas, fuentes, entrevistados, colegas, compañeros y catadores de talento eran potenciales peligros. Ya no hay que pagar precios para poder escribir, sino escribir para dejar de pagar precios

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Agustina Kämper leyendo el documento de Periodistas Argentinas durante la presentación realizada en el Senado (Foto: Juan Valeiro)
Agustina Kämper leyendo el documento de Periodistas Argentinas durante la presentación realizada en el Senado (Foto: Juan Valeiro)

Tenía 22 años. Fui a Tucumán a cubrir un caso de corrupción. Una fuente judicial -que no es una fuente en femenino, sino un señor- me reveló detalles de una investigación para publicar datos sobre cobros ilegales para que una empresa de tecnología logre una licitación en la administración pública. En un bar de la provincia donde el calor climatiza las conversaciones me acercó una carpeta. No tomaba café en esa época. Guardé los papeles. Pero antes de irse me hizo una advertencia. “La próxima reunión es en tu habitación”. Tardé en entenderlo. No era por privacidad. Era una forma de pagar la cuenta. Publiqué la nota. La cuenta nunca dejé de pagarla.

Tenía 48 años. Fui a Tucumán a dar una charla. Me dijeron que no podía salir en un diario. Había criticado en un tuit el acoso del ex gobernador José Alperovich (sentenciado a 16 años de prisión e inhabilitado para la función pública por violación) contra una periodista en una entrevista televisiva. La historia no se repetía. Al contrario. Ya no pasaba como si no pasara nada. Pero no había cambiado el tiempo: lo habíamos cambiado. Aprendí a tomar café. Pero la cuenta seguía llegando.

Los acosos existieron siempre. Pero se nombran no solo cuando se puede, sino cuando logramos que se pueda. La exposición de muchas periodistas que relataron sus experiencias sobre Pedro Brieger no se dio en cualquier momento, sino después de las sentencias de Thelma Fardin y José Alperovich. Los tiempos generan espacio, lugar, consenso y escucha para poder hablar y para ser escuchadas. Por eso, no es que cambio el contexto. Es que cambiamos el texto sobre las relaciones en el periodismo y los derechos de quienes trabajan a no ser abusadas, acosadas, ni incomodadas.

El periodista Pedro Brieger fue denunciado públicamente por 19 mujeres por acoso sexual
El periodista Pedro Brieger fue denunciado públicamente por 19 mujeres por acoso sexual

La agrupación Periodistas Argentinas presentó este martes 2 de julio, en el Senado, un informe en el que señalaron un patrón sistemático -por lo menos durante treinta años- de Brieger. Además, reclamaron que se sancione una ley de acoso sexual y que haya un pedido de perdón público. Es central entender que hay acciones que no constituyen -necesariamente- un delito, pero que tampoco son tolerables. Y que hay acciones que se pueden judicializar y otras que no y que, además, eso depende de la decisión de quienes sufrieron el daño.

La denuncia judicial implica una enorme exposición para las mujeres afectadas: una revictimización en pericias, lentitud, tiempo, estigmatización y efectos en la salud que implica el proceso judicial y la exposición mediática. Además, que las periodistas dejen de tener nombre propio por sus carreras y empiecen a ser nombradas por su rol de víctimas. Eso no debería ser así. Pero sucede.

Carolina Balderrama y Romina Ruffato abrazadas durante la presentación de Periodistas Argentinas en el Senado (Foto Juan Valeiro)
Carolina Balderrama y Romina Ruffato abrazadas durante la presentación de Periodistas Argentinas en el Senado (Foto Juan Valeiro)

Si hay condena penal el castigo para el imputado puede ser la cárcel y, en muchos casos, quienes quieren hablar buscan que se conozca su situación, no quedarse calladas, que el acoso no se repita y que quién ejerció las acciones no sea premiado y quienes la sufrieron relegadas. Aunque eso no implica que quieran que el castigo buscado sea la pena privativa de la libertad. Y por lo tanto la encrucijada es difícil de sortear, pero un desafío imprescindible. Hay que buscar formas de esquivar el silencio y proteger a las afectadas que no las dejen acorraladas en tomar acciones que no quieran o no puedan enfrentar.

Sí es importante saber que las periodistas que acompañamos a víctimas de abuso, en muchos casos, tuvimos que lograr que se denunciara judicialmente porque, de otra manera, los señalados ejercían querellas contra quienes hablaban -como Juan Darthés contra Calu Rivero y Anita Co- y que si no existía una causa judicial las querelladas eran las que hablaban. El periodista Alejandro Alfie reveló la investigación en X porque los medios no se animan, en muchos casos, a publicar denuncias que no están judicializadas y, según relató, el periodista dijo que podía iniciar acciones legales a él y a las que hablaron.

No es una suposición fantasiosa. En Colombia la periodista Catalina Ruiz Navarro enfrenta un proceso judicial por denunciar a un cineasta con testimonios recogidos con rigor periodístico, sin denuncia judicial, en el portal Volcánicas. “Él nos puso una denuncia penal para que nos pongan en la cárcel, una tutela para defender su buen nombre (pero el buen nombre no se lo dañamos nosotras sino él con sus acciones) y una acción civil por un millón y medio de dólares por los daños que supuestamente le creamos. Yo podía terminar presa y esclava porque cómo le voy a pagar un millón y medio de dólares”, explicó.

El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) rescató la implementación de protocolos de acción ante casos de violencia de género
El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) rescató la implementación de protocolos de acción ante casos de violencia de género

El Tribunal Constitucional de Colombia sentenció que el periodismo feminista se diferencia del escrache en redes porque cumple una función social y porque tiene rigor profesional para ejercer una denuncia. Por eso, defendió la posibilidad de publicar denuncias de abusos sexuales aunque no medie una denuncia judicial. Sin embargo, todavía hay dos procesos vigentes. En este sentido, es importante que el proceso de denuncias periodísticas en medios de comunicación quede debidamente garantizado para que el silencio no se convierta en mordaza. Y que la defensa de Catalina sea en nombre de todas las periodistas.

El 18% de las mujeres y disidencias relevadas por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SIPREBA) afirmó que sufrió situaciones de violencia en el 2023. Entre ese grupo el 68% manifestó haber sufrido violencias de género en el ámbito laboral, el 18% en la esfera doméstica, el 5% en ambos lugares y el 8% prefirió no decirlo. Este relevamiento demuestra que las microfonistas a las que les tocan la cola; las columnistas que les piden ir a cenar en privado; las locutoras que soportan miradas en el escote o en la cola en los cortes publicitarios o -directamente- el reclamo de tener que hacer sexo oral a cambio de un lugar en la pantalla no son solo un caso puntual, sino una forma sistemática de invalidar las carreras femeninas.

La denuncia a Brieger intenta ser justificada en un “ataque ideológico”, por un lado, o un ensañamiento con sus posiciones políticas, sus lugares de trabajo, su punto de vista periodístico y eso es inadmisible. En la excelente nota “Crónica de una cancelación anunciada”, en la revista Crisis, Marcela Perelman subraya: “El abuso de poder y el acoso sexual son transversales a ideologías y clases. La indignación moral también es transversal, como las ganas de identificar afinidades entre ideología y abuso. Hipocresías. Todos sabemos que esto pasa de izquierda a derecha. Y acá el juego a la derecha lo hizo Brieger, no quienes lo padecieron”.

La periodista Flor Alcaraz escribió una nota en "Volcánicas" y rescató que no todas las conductas inapropiadas son denunciables en la justicia
La periodista Flor Alcaraz escribió una nota en "Volcánicas" y rescató que no todas las conductas inapropiadas son denunciables en la justicia

Brieger fue desvinculado del programa “Marca de Radio”, de La Red, por Eduardo Aliverti en donde la conductora Liliana Daunes fue pionera en hablar de feminismo. Aliverti declaró al aire sobre la salida de Brieger: “El repudio es insoslayable, y ese repudio queda antes de la amistad y muchísimo antes de cualquier espíritu de cuerpo o solidaridad corporativa. Somos conscientes de quienes estimulan y hasta se regodean con este escenario, a quienes le incorporan factura por la posición política de Pedro; sin embargo, es él quien debe enfrentar las consecuencias de los actos que pudiera haber cometido y de defenderse en los ámbitos que correspondan”.

También es inadmisible, que, una vez, en las redes se pregunte: “¿Dónde están las feministas?”. ¿Hasta cuándo el GPS contra las que más hacen en vez de la mirada contra los que deshacen todo lo que se hizo? ¿Quiénes se atreven a seguir con la persecución a quienes lograron que se pueda hablar en vez de reconocer el camino de quienes se enfrentaron a varones con poder para que se pueda hablar? ¿Cómo es la ilógica de las redes que funciona siempre culpando a las mujeres por la inconducta de los hombres? ¿En qué momento ser periodista feminista es estar expuesta a un tribunal que pide una mujer maravilla y le quita la capa, el trabajo y la libertad para que pueda trabajar?

Aún así, vamos a decirlo, y a decirlo una vez más: los tiempos no cambian, los tiempos lo cambiaron las que escriben, las que acompañan, las que denuncian, las que se animan. Hoy se puede contar porque otras contaron. Hoy se puede escribir porque se escribió lo que se callaba. Hoy es inadmisible lo que se aceptaba. No sucedió porque la Inteligencia Artificial gestionó una foto con sonrisas de dentadura postiza. Se habla porque la conversación pública cambio a partir del valor del periodismo feminista.

La periodista Florencia Alcaraz escribió en la nota “Ninguna denuncia se hace en soledad: El caso de Pedro Brieger en Argentina”, en Volcánicas: “La propuesta de los feminismos llegó para plantearnos a todos y todas que los términos y condiciones en la vida -y en el periodismo- pueden ser otros. Lo digo sin pudor: fuimos nosotras las feministas quienes construimos las condiciones de posibilidad para que todas esas situaciones incómodas e inapropiadas pudieran contarse desde una voz legítima cuando las víctimas puedan, quieran o así lo deseen. Fuimos nosotras las feministas las que llegamos para decir en los medios y en la vida: ‘Acá puede ser de otra manera’”.

Argentina, aún en momentos de desmantelamiento absoluto de las políticas de protección a las mujeres víctimas de algún tipo de violencia de género, tiene una reacción social que demuestra que la indiferencia o la complicidad ya no son una opción. La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en la que Brieger era profesor, emitió un comunicado, el 26 de junio, en el que expresaron: “Ante los hechos de público conocimiento que involucran denuncias sobre situaciones de violencia por motivos de género ejercidas por un docente de nuestra casa de estudios, expresamos nuestro respaldo y solidaridad a las personas afectadas y ponemos a su disposición todos los mecanismos institucionales previstos para intervenir en este tipo de casos”.

En la presentación de Periodistas Argentinas se relatan situaciones de alumnas que dejaron la materia por sentirse intimidadas. Ese es el punto. No solo qué se hace con los que hacen, sino -y principalmente- que las mujeres no dejen de hacer lo que quieren hacer (estudiar, viajar, trabajar) por lo que les hacen. Las denuncias no buscan solo el castigo, aunque sí está claro que frenar la cadena de abusos que, si nadie hace nada, los acosadores no dejan de hacerlo. Pero lo central es que las mujeres no se inmovilicen, se frenen, se disminuyan, se escondan, para no ser acosadas.

La presentación del informe "La cultura del acoso" de Periodistas Argentinas

En ese sentido, también explicaron que la Facultad cuenta con el “Protocolo para prevenir e intervenir ante situaciones de violencia o discriminación por motivos de género” (Resolución N° 4043/15, modificada por la Resolución N° 1918/19) cuyos ejes fundamentales son la privacidad, el respeto, la confidencialidad y la no revictimización. Los numeritos parecen letra chica administrativa pero se inscriben en la letra grande del movimiento feminista argentino. Si un profesor acosaba a una alumna no pasaba nada. El cambio se da en el 2015 cuando la marcha “Ni Una Menos” cambia la historia del país.

La versión final del protocolo se aprueba -después de la denuncia de Thelma Fardin- el 13 de noviembre del 2019. El artículo 12 es claro en que la Facultad tiene que actuar aunque exista, o no exista, una denuncia judicial. “En ningún caso las acciones que deban tramitarse en el marco del presente procedimiento podrán hacerse depender del inicio o del resultado de las acciones civiles y/o penales”, subraya la normativa universitaria.

La denuncia, la discusión pública y el acto de Periodistas Argentinas implica un freno en la cultura del acoso entre señores con poder y chicas que no podían hacer nada cuando se sentían acorraladas. Cecilia Guardatti, una de las periodistas que contó su historia resaltó: “Nuestro silencio fue su principal coartada. Juntas abrimos una puerta que ya no podrán cerrar. Nos abrazo y felicito por lo que ya logramos”.

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