La educación privada ante la baja natalidad: ¿oportunidad o amenaza?

La tasa global de fecundidad bajó en Argentina casi un 40% en los últimos años. Un dato que plantea la necesidad de una reorganización del sistema educativo

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Varios niños en el patio en un colegio
Varios niños en el patio en un colegio

En estos últimos años las escuelas privadas de los grandes conglomerados urbanos vienen sintiendo la baja natalidad en la matrícula, en especial en el nivel inicial, fenómeno particularmente acentuado luego de la pandemia.

Hace pocos días el observatorio de Argentinos por la Educación publicó un informe acerca de la temática que enfrenta a la política educativa a un dilema en cuanto a la financiación. ¿Es posible redireccionar los recursos humanos y económicos para atender mejor a menos alumnos? ¿Será posible que el Estado, que también se verá perjudicado en la recaudación y en lo previsional por la baja natalidad, pueda destinar más partidas presupuestarias para sostener los servicios educativos con un mínimo de alumnos más bajo que el exigido por las distintas jurisdicciones?

El informe afirma: “Independientemente de las causas, en Argentina se registró un rápido descenso de la natalidad en los últimos diez años. Luego de décadas de estancamiento o descenso lento, la transición de la natalidad se aceleró sorpresivamente a partir de 2014. Entre ese año y el último con datos disponibles (2022), la tasa global de fecundidad bajó casi un 40%, un descenso mayor al de los sesenta años previos”.

Existe, por lo tanto, de manera potencial la mitad de parejas que podrían tener hijos dentro de unos años. Por este motivo, fácilmente la población podría bajar a la mitad en los grandes centros urbanos como la Ciudad de Buenos Aires.

La investigación plantea la necesidad de una reorganización del sistema educativo, que, a mi modo de ver, implicará una reasignación de los recursos. El estudio de Argentinos por la Educación se pregunta: ¿Menos alumnos por sección o menos secciones? A este interrogante centrado en los alumnos, habría que agregarle la siguiente pregunta: ¿Seguirá decayendo la cantidad de profesores dentro de 10 o 15 años? Pareciera que sí, no solo por la baja natalidad, sino por la falta de vocación docente, que, por diversos motivos, afecta a nuestro país y a América Latina.

Aun con este descenso de docentes y de alumnos, resulta auspicioso el planteo de Argentinos por la Educación, que propone menos secciones con más docentes especializados para mejorar la calidad educativa. Sin dudas, esta sugerencia supone que la baja de natalidad y el descenso de discentes no es una amenaza sino una oportunidad. Porque junto al docente a cargo de la clase podría haber tutores, psicopedagogos, docentes auxiliares, etc. Estos podrían acompañar desde las distintas aristas a todos y cada uno de los alumnos, lo cual, como expone la investigación mencionada, mejoraría la calidad de los aprendizajes.

También, como se señala en el informe, se podría mejorar notoriamente la formación de los maestros que podrían rotar y están capacitándose en servicio de forma permanente. Sin embargo, esta oportunidad implicaría una mayor carga presupuestaria destinada a la Educación, en un continente y en un país que poco destina a la formación de los futuros ciudadanos, porque se lo percibe como un gasto y no como una inversión.

Por otro lado, se podría subvencionar mayor cantidad de ofertas educativas, favoreciendo la libertad de enseñanza, pero también la libertad de los padres de elegir entre distintas opciones educativas.

La educación privada debe ser preservada por la política educativa como la defensa de un derecho de los padres tener mayores posibilidades de elección y evitar su desfinanciamiento porque esto implicaría un monopolio de los servicios educativos por parte del Estado, pero también no podemos olvidar que la educación privada brinda un abanico de estilos educativos que de no existir dejaría al sistema librado a un monocromatismo estatista.

Por otra parte, la educación privada resulta económica para el Estado, aun en las escuelas que cuentas con subvención del 100%, ya que las unidades educativas particulares asumen los demás costos que implican sostener el servicio. El aporte estatal al sector privado, por tanto, se encuentra bien focalizado y junto al Estado cumple con su rol subsidiario en la tarea educativa de las familias. Por lo cual, las decisiones en cuanto al financiamiento deben estar regidas por la evidencia y no por la ideología neoestatista que empobrece el campo educativo.

Pese a esto, no podemos dejar de señalar la delicada situación que supone una menor afluencia de alumnos a las escuelas en el futuro inmediato: las escuelas privadas tendrán que proyectar la matrícula futura, porque más allá del aporte estatal que muchas tienen, el descenso en la cantidad de alumnos será un factor que de por sí solo afectará con seguridad la sostenibilidad del subsistema privado y sus escuelas.

Por lo tanto, por más que la política educativa elija y cuente con los medios para solventar más docentes con menos alumnos, la solvencia económica de las escuelas se encontrará sumamente comprometida en el futuro inmediato. Si la situación crítica es hoy en el nivel inicial en los próximos años será en el nivel primario, luego en el secundario y finalmente en el superior y universitario. Dentro de 15 o 20 años habrá casi la mitad de jóvenes en edad de cursar estudios terciarios y universitarios. Sumado a la cuestión demográfica, la situación económica constituye una tormenta perfecta que amenaza al subsistema privado.

Para finalizar me preguntó: el futuro nos encontrará con ¿menos escuelas, más pequeñas?, o ¿con las mismas escuelas, con menos alumnos y mayor cantidad de docentes abocados a la mejora pedagógica? La respuesta a esta pregunta nos dirá como sociedad qué Nación queremos ser en los próximos decenios.

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