En las últimas décadas, el cannabis medicinal ha emergido como un protagonista destacado en el ámbito de la medicina y el mundo farmacéutico. Lo que alguna vez fue estigmatizado como una droga peligrosa, ahora se reconoce ampliamente por su potencial terapéutico, lo que ha dado lugar al desarrollo de un fenómeno económico que va emergiendo internacionalmente conforme su revisión regulatoria avanza incesantemente.
El crecimiento del mercado de cannabis medicinal a nivel global se explica en las proyecciones sobre las cuales una variedad de consultoras vienen coincidiendo. Sólo por mencionar una de las más recientes, Euromonitor Internacional, una de la más destacadas firmas de inteligencia de mercado, pronostica en su último informe un volumen de negocios de USD 15.400 millones para el año 2027, con ventas agregadas que crecerán a una tasa anual compuesta del 13%.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido su potencial terapéutico y ha instado a los países miembros a revisar sus políticas relacionadas. En esta línea, hace apenas semanas en los Estados Unidos, la Food and Drug Administration (FDA) ha recomendado a la DEA la reclasificación de la marihuana como droga de bajo riesgo y avalando su respaldo científico para uso médico.
Las aplicaciones clínicas del cannabis son diversas y prometedoras. La planta y sus derivados cuentan con una multitud de componentes que actúan en sinergia (Efecto Séquito) y han demostrado ser una fitomedicina con un alto índice de seguridad, sin dosis letales, con mínima incidencia de efectos secundarios, de baja gravedad y fácil manejo clínico.
Diversos estudios han constatado su eficacia en el alivio del dolor crónico, el tratamiento de la epilepsia refractaria, la reducción de náuseas y vómitos en pacientes con cáncer sometidos a quimioterapia, y la mejora del apetito en personas con VIH/SIDA, entre otros usos. Además de sus propiedades analgésicas y antiinflamatorias, el cannabis también ha despertado interés por su potencial en el tratamiento de trastornos del sueño o neuropsiquiátricos como la ansiedad, la depresión, el estrés postraumático y la esquizofrenia.
De acuerdo con datos de Statista Consumer Insights, surgidos de una investigación realizada en abril de 2024 en toda Latinoamérica, en Argentina el 31% de los encuestados dijo que utiliza o estaría dispuesto a utilizar cannabis medicinal como tratamiento, lo cual habla claramente sobre el alto nivel de aceptación hacia su uso por parte de pacientes debido al creciente conocimiento sobre sus beneficios para la salud y propiedades terapéuticas, y una marcada preferencia hacia medicinas más naturales.
Nuestro país ha recorrido desde el año 2017, con la sanción de la ley 27.350, que regula la investigación científica y el uso medicinal de la planta y sus derivados, su decreto reglamentario y normativas posteriores, un valioso camino que apenas comienza a desandar en materia de oferta de productos regulados para garantizar el acceso seguro y legítimo a una medicina que es empleada por un gran sector de la sociedad.
La creación de la nueva categoría de “Productos vegetales a base de cannabis y sus derivados destinados al uso y aplicación en la medicina humana”, de venta bajo receta, regulados por ANMAT en función de la resolución 781/22 del Ministerio de Salud de la Nación, abrió un espacio prometedor para la innovación y el desarrollo de productos con potencial de mejorar significativamente la salud y el bienestar de los usuarios de cannabis medicinal en Argentina, lo cual a su vez permitiría redirigir progresivamente la demanda actualmente distribuida en los mercados informales o en el autocultivo hacia el sistema de farmacias y/o centros de salud, asegurando así el abastecimiento para pacientes, garantizando además la intervención adecuada de las autoridades sanitarias y los profesionales médicos en la prescripción y uso.
En vista del actual estado de situación, es importante señalar que el consumo de medicamentos con cannabis elaborados sin la debida supervisión o en establecimientos no adecuados pueden resultar en productos de calidad inconsistente o contaminados, lo que supone un peligro para la seguridad y eficacia de los tratamientos. Además, la falta de orientación médica adecuada puede llevar a dosificaciones incorrectas o interacciones no deseadas con otros fármacos, lo que podría agudizar los problemas de salud de los pacientes.
Frente a esta realidad, es responsabilidad tanto de la industria como de sus reguladores trabajar de manera conjunta para agilizar los procesos que conduzcan a facilitar la disponibilidad de los productos demandados, manteniendo un enfoque sólidamente fundamentado en la ciencia, la seguridad y la accesibilidad, asegurando que los beneficios terapéuticos del cannabis estén disponibles para la población que los necesite.