Francisco, síntesis de los valores de nuestra sociedad

Si el Santo Padre frente al mundo expresó lo mejor de nuestra sociedad, Milei impactó por la desmesura verborrágica de su convocatoria al egoísmo, al “sálvese quien pueda”

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El presidente estadounidense, Joe Biden, se reúne con el papa Francisco el segundo día de la cumbre del G7 en el complejo Borgo Egnazia, en Savelletri, Puglia, Italia
El presidente estadounidense, Joe Biden, se reúne con el papa Francisco el segundo día de la cumbre del G7 en el complejo Borgo Egnazia, en Savelletri, Puglia, Italia

El Papa Francisco logró instalar su sabiduría y generar respeto entre los grandes y poderosos del mundo. El reconocimiento de todos los presentes en el Encuentro del G7 o Grupo de los Siete -ese foro político económico integrado por los gobiernos de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, y la Unión Europea como miembro de facto, es decir, países de enorme peso político, económico y militar a escala mundial- marca una consagración de esa sabiduría que la Iglesia Católica, la espiritualidad tiene como signo central de Occidente por encima del intento desesperado del egoísmo materialista, del economicismo por destruir la esencia de nuestros principios, la voluntad de trascendencia.

En el Papa Francisco se concentra la síntesis de los valores de nuestra sociedad, aquellos que fueron rechazados por la política aunque rescatados por la religiosidad y la voluntad popular. En el otro extremo, la política expresa el individualismo como motor de la historia, con el objetivo de privatizar -lo que equivale a saquear- lo de todos para convertirlo en poder de las minorías, para dejar al pueblo, constructor real de la riqueza de la nación, desvalido y marginado. A aquella sociedad que entre todos habíamos sabido estructurar hasta el año 76, cuando cae en manos de Martínez de Hoz, el primer “liberal”, el mayor entreguista -no fue el primero de los últimos ochenta años, lo precedieron los ya mencionados Krieger Vasena y Alsogaray en mi artículo anterior- cuya continuidad se va a dar en gobiernos posteriores, especialmente en el de Menem con Cavallo, gobierno que hoy pareciera presentarse como el ejemplo a seguir, además de contar con numerosos menemistas entre sus filas.

Si el Santo Padre frente al mundo expresó lo mejor de nuestra sociedad, Milei impactó por la desmesura verborrágica de su convocatoria al egoísmo, al “sálvese quien pueda”, a la indiferencia ante el dolor, a la necia soberbia de quien tanto ignora, a la destrucción del Estado, o sea, a la destrucción de la propiedad de todos para convertirla en negocio de unos pocos.

La mayoría de los economistas está al servicio de los grandes grupos de poder y, en consecuencia, promueve un esquema que les entrega el Estado, aquello que implicaba la superioridad de lo colectivo por sobre lo individual. Sabemos que el economicismo presupone la degradación del humanismo, en rigor, la destrucción del respeto al otro, de la dignidad del hombre para imponer sobre él la superioridad de la moneda. La riqueza de los pueblos se valora por su distribución y se limita por su concentración. El RIGI, vilmente aprobado en la reciente sesión del Senado, sin ir más lejos, coloca a los grandes grupos económicos extranjeros por encima de los argentinos, de nuestra industria y de nuestra realidad. El RIGI es en sí mismo una forma de romper la igualdad ante la ley y lo que es peor, hacerlo en desmedro de nuestra propia dignidad. Y que las empresas estadounidenses radicadas en el país firmen un documento aconsejándonos el rumbo imperioso para ser un país viable no hace más que traernos el duro recuerdo de la consigna “Braden o Perón” y la brutal concepción de colonia que tamaña osadía conlleva.

Volviendo al encuentro del G7, fue significativo y auspicioso haber visto a los grandes del mundo solicitar entrevistas con Su Santidad, acercársele con genuina deferencia y admiración, después de haber soportado el intento de demoler su imagen por parte de la pequeñez de los negociados y de nefastos “Think tanks”, alentados por los dos grandes diarios nacionales que prestan su adhesión al ensayista Loris Zanatta para quien los dos males de la Argentina son el catolicismo y el peronismo. Sus seguidores suelen mencionarlo como sacrosanto referente -valga la paradoja- y señalar la ausencia de la Iglesia Católica cuando gobiernan los peronistas y su omnipresencia cuando lo hace la oposición. ¿No será porque ante tanta miseria y tanto dolor gestados por gobiernos no peronistas, es necesario que Obispos y curas digan “presente” en defensa de aquellos a quienes el poder concentrado y sus representantes políticos oprimen, hunden y humillan? Parece tragicómico el comentario de la autora de un libro que enjuicia al peronismo, al comentarlo en cámara. Ya se sabe quiénes son, con quiénes se alían, a quiénes defienden y quiénes, con obsecuencia, los alaban. Están a la vista en ciertos canales televisivos.

Quedémonos mejor con la imagen dignísima de su Santidad. Es reconfortante pensar en grande y alejarse un poco de las miserias cotidianas que continuamos sobrellevando.

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