Charo tiene 11 años, es muy pícara y tiene risa contagiosa, ama la música, el agua, los caballos y los juegos que le inventa su hermano. Se comunica a través de un comunicador digital, le encanta integrarse en grupos de niños y, aunque muchas veces no logra entender las dinámicas de los juegos, es feliz compartiendo con pares.
Cuando recibió las vacunas de los dos meses no lloró y esa esa fue la primera señal de alerta de lo que sería, algunos años más tarde, un diagnóstico casi único.
Al advertir que su desarrollo era tardío y no iba adquiriendo las habilidades y logros propios de la edad, hicimos una consulta con un neuropediatra. Allí conocimos al Dr. Nicolás Schnitzler, quien evaluó que Charo tenía un retraso madurativo e hipotonía muscular. Nos indicó una serie de estudios y comenzamos inmediatamente con la estimulación temprana.
Con la tenacidad que la caracteriza y mucho esfuerzo, Charo logró pararse, caminar, saltar y correr. Sin embargo, mostraba un retraso cognitivo y verbal que tenía que seguir siendo estudiado. Alrededor de los 3 años, y tras varios test, nos dijeron que estaba dentro del trastorno del espectro autista y luego, un videoelectroencefalograma confirmó que tenía epilepsia.
Ni el retraso global del desarrollo, ni la condición de autista ni la epilepsia explicaban de un modo global qué tenía nuestra hija, fue entonces que se ordenó la realización de una secuenciación del exoma completo. Un estudio genético, cuyo resultado en enero de 2017 nos dio la respuesta: Charo tenía Syngap1, una enfermedad sin cura ni tratamiento de la que no había en ese momento más información al respecto.
El gen SYNGAP1está situado en el cromosoma 6 y es responsable de producir la proteína SynGAP. Esta proteína actúa como regulador en las sinapsis, donde las neuronas se comunican entre sí. Una mutación o variante del gen SYNGAP1 hace que éste no produzca suficiente proteína SynGAP. Sin la cantidad adecuada, se dificulta la comunicación eficaz de las neuronas. Esto conduce a muchos problemas neurológicos que se observan en los pacientes con SynGAP.
Se diagnostica a través de la secuenciación del exoma completo, un exoma clínico dirigido o paneles genéticos de epilepsia. Estos estudios se realizan en la Argentina, de manera privada y pública, de hecho, tres de los pacientes del grupo obtuvieron su diagnóstico y siguen su tratamiento en el Hospital de Pediatría Prof. Juan P. Garrahan.
Para poder conocer otros pacientes u obtener información sobre esta enfermedad, junto a su papá, Sergio, creamos perfiles en redes sociales y así fue como con el paso del tiempo se sumaron otras 14 familias. Finalmente, el año pasado, se constituyó la organización que lleva el nombre de la enfermedad de Charo, de Amelia, de Máximo y de otros niños y niñas: Fundación Syngap1.
Desde allí participamos junto a todas las organizaciones del mundo en diferentes proyectos de investigación e impulsamos la divulgación de este trastorno para seguir hallando diagnósticos con la fuerte convicción de que solo de esa forma hallaremos alternativas terapéuticas que mejoren la calidad de vida de nuestros hijos.
Se estima que entre el 1 y 2% de la discapacidad intelectual está asociada al Syngap1, por lo que conocer solo 15 pacientes a nivel nacional y 1400 internacionalmente, nos marca el camino de todo lo que tenemos por delante, por difundir y dar a conocer para llegar a cada familia que aún no halló un diagnóstico de precisión.
En el mundo de las enfermedades poco frecuentes es central el papel que juegan las organizaciones de pacientes, porque somos nosotros los que proveemos de información a la comunidad científica para que pueda avanzar en sus investigaciones. Así, formamos parte activa de organizaciones como FADEPOF o ALAPA desde donde se impulsa la participación de los pacientes y sus familias. Con Syngap1, estuvimos presentes en los últimos tres congresos científicos internacionales, y advertimos la necesidad de generar nuestro propio registro. Por eso, supervisados y coordinados por neurólogos, genetistas y especialistas en investigación, concentramos en una plataforma diseñada a tal fin, la valiosa información de nuestros pacientes que ya está siendo analizada y cuyos primeros resultados y hallazgos se darán a conocer muy pronto.
El diagnóstico significó un antes y un después en nuestra vida familiar, tanto su papá como yo, de profesión abogados, no imaginamos nunca adentrarnos en el mundo médico, neurológico y genético para poder comprender mejor de qué manera ayudar a nuestra hija. Fue así que lo primero que supimos fue que lo que no se conoce no se diagnostica y sin diagnósticos no hay investigaciones posibles ni información.
Por eso decidimos contar nuestra historia que, al cabo de un tiempo, nos conectó con las de otras familias muy diferentes, pero a la vez idénticas. El Syngap1 nos unió para sumar fuerzas, y aquí estamos algunos años después, con la confianza que nos da cada avance de la ciencia en torno a los aportes que brindamos.
Amelia tiene 9 años y vive en Quilmes, provincia de Buenos Aires, junto a su familia, compuesta por su papá Gastón, su mamá Solange y la hermanita Julia. Llegaron al grupo en marzo de 2023 cuando supieron del diagnóstico. Al igual que muchos pacientes, la familia consultó a la pediatra porque a los 3 años Ame no hablaba y luego de varias interconsultas fue diagnosticada dentro del Trastorno del Espectro Autista.
De ahí en más iniciaron el camino de evaluaciones y pedido del CUD, sin embargo, mucho antes de eso, según cuenta Solange, “Ame había mostrado varias alertas, a los 5 meses, ella no lograba levantar ni sostener su cabeza, le tomo un poco más de tiempo. También sentarse y caminar. Su andar sigue siendo inestable hasta el día de hoy”.
Alrededor de los 7 años fue diagnosticada con epilepsia, en formato de ausencias y allí realizaron la consulta genética.
El año pasado, en el 41° Congreso de Pediatría organizado por la Sociedad Argentina de Pediatría, la Dra. Elisabeth Saldaña, pediatra de Amelia, presentó por primera vez un paper vinculado a esta enfermedad a partir de la experiencia con su paciente.
Frente a miles de referentes nacionales e internacionales en pediatría explicó de qué se trata esta encefalopatía epiléptica y del desarrollo asociada al Syngap1.
La historia de Máximo un joven adulto con Syngap1 revolucionó nuestro grupo y es que un día de julio de 2023 la doctora Ivana Canonero, genetista asesora de la fundación nos comunicó que habían hallado un nuevo diagnóstico en la provincia de Córdoba. Se trataba de un joven adulto de 20 años.
La llegada de esta nueva familia nos permitió conocer de primera mano el significado de tenacidad e insistencia. Y es que Ethel y Marcelo habían estado buscando respuestas durante casi 20 años, sin bajar los brazos.
Ellos viven en Jesús María, y cuando Maxi nació ni siquiera se había descripto el trastorno Syngap1. Como cada vez que hablamos con una nueva familia, ocurrió algo mágico, sentimos conocernos a pesar de nunca habernos visto. En el caso de Máximo, todos los integrantes del grupo estábamos muy ansiosos de conocer cómo era, qué le gustaba, cómo había sido su desarrollo, qué terapias hacía, qué les había resultado y qué no.
Ethel luego me confesó que cuando se contactaron, tenían la esperanza de conocer otras familias con hijos de la misma edad de Máximo para aprender de otras experiencias y se sorprendió muchísimo cuando supo que éramos tan pocos y con niños tan pequeños.
A la inversa de lo que pensó, es ella quien nos muestra un camino. Y estoy convencida de que su historia llegará a muchas familias que aún están en esa búsqueda y les dará impulso para encontrar respuestas.
“Entre sus 7 y 8 meses de vida ya empezamos a notar algunas cuestiones en su desarrollo que nos hacían ruido, o bueno nos llamaban la atención, Maxi era como demasiado tranquilo, hipotónico y no iniciaba un juego esperado, una exploración de sus juguetes de los objetos de alrededor. Su desarrollo no estaba siendo el que se espera para los bebes niños de esa edad. Luego de una consulta con una neuróloga amiga de la familia empezamos a darle tratamientos y apoyos a partir de un diagnóstico de Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD), ya que todos los estudios nos daban bien.
Sin embargo, alrededor de los 2 años empezaron las convulsiones a repetición con necesidad de internación y le diagnostican la epilepsia.
A los 3 años logramos viajar a Buenos Aires y que una persona con experiencia y especialización con autismo lo evalúe y en ese momento sugiere que era importante que tuviera otro tipo de abordaje, más intensivo y especializado. Si bien fue difícil, con el trabajo familiar lo hicimos posible, hace 21 años no había tanta gente disponible para trabajar en autismo, con experiencia.
Sin embargo, Maxi presentaba algunas cuestiones que iban más allá del autismo que eran evidentes, como sus dificultades motoras y su discapacidad intelectual.
Por muchos años pensamos que estas otras cuestiones, lo motor, la DI, la epilepsia y demás podrían haber sido como consecuencia de alguna dificultad en el parto, lo asociábamos a que había sido un parto inducido o que le habría faltado oxígeno en ese momento, porque cuando nos empezamos a vincular con otras familias que tenían hijos dentro del espectro no veíamos que se repetían estas cuestiones en la mayoría de los niños con autismo.
Todas las etapas de crecimiento de Máximo fueron desafiantes y de mucho aprendizaje, la escolar, la adolescencia pero siempre fuimos para adelante buscando los apoyos que se necesitaban porque la satisfacción de cada uno de los logros es impagable.
¿Cuándo llegó el diagnóstico de precisión?
El diagnóstico de Syngap1 llegó con Máximo a los 19 años. Su médico neurólogo venía observando que durante la adolescencia el crecimiento óseo había agudizado las dificultades a nivel motor, Maxi ya no quería caminar tanto, se cansaba, entonces nos habló de la posibilidad de que hubiera otro síndrome que no estuviese diagnosticado. En ese momento nos indicó un estudio genético que tuvimos que pelear la cobertura por parte de la obra social que lo rechazaba porque no lo consideraba necesario.
En 2022 tuvimos el resultado: Syngap1.
Yo no había escuchado jamás hablar de esta enfermedad, pero fue muy contundente leer el diagnóstico del laboratorio porque todo lo que explicaba que producía la alteración genética, todas las consecuencias, describían lo que Máximo tenía y por primera vez pudimos encontrar una palabra que englobara toda la historia. Pudimos entender por qué se daban todas esas otras cuestiones que tenía Máximo que no lo veíamos en otros niños con autismo
Para nosotros como padres llegar a este diagnóstico ahora, aunque Máximo tenga 21 años y haya transcurrido mucho tiempo desde la aparición de los primeros síntomas, fue un gran alivio porque puso fin a muchos interrogantes. Pese a encontrarnos con una enfermedad que hasta hoy no tiene tratamiento ni tiene cura, se nos abrió la esperanza en cuanto a lo que se puede llegar a descubrir para la mejora de estas personas, para sus vidas mas allá de la edad que tengan”.
El 21 de junio es el día que la comunidad internacional eligió para dar a conocer Syngap1, porque la mutación está situada en el cromosoma 6.21, y como todos los años redoblamos esfuerzos para llegar a cada espacio que se nos brinde.
En Syngap1 somos muchas historias y somos a la vez una, Charo, Máximo, Amelia y el resto de nuestros pacientes contaremos una y otra vez cómo nos conocimos y por qué difundimos.
La intuición, perseverancia, amor y tenacidad nos condujeron a encontrar un diagnóstico entre millones, son esas mismas cualidades las que nos unieron y nos acompañarán durante el crecimiento de nuestros hijos y de los que se sigan sumando.
Confiamos en la ciencia y confiamos en nuestra fuerza, cada día estamos un poco mas cerca de encontrar la cura del Syngap1.
Sin difusión no hay diagnósticos, sin diagnósticos no hay investigación y sin ella, no habrá cura. Pueden colaborar siguiéndonos en redes sociales, visitando nuestra página y divulgando acerca de Syngap1.
+54911-3111-5064
IG @syngap1.argentina
La autora de esta nota es Presidenta de la Fundación Syngap1 (E/F). Madre de Charo y Fermín