El sistema de creencias cambió (y no hay nada que puedas hacer al respecto)

Enojada con la experiencia anterior (despechada), la sociedad encontró en Javier Milei a alguien que le ofrecía no sólo todo lo contrario a lo vivido, sino que, además, no le hablaba más de un futuro, le hablaba de romper las cadenas (y todos los símbolos) que lo habían atado a esa relación tóxica

Este nuevo sistema hace que la sociedad empiece a repensar las funciones del Estado (Foto: AP/Natacha Pisarenko)

El problema no es Milei.

Hace ya casi 25 años, la industria discográfica (organizaciones en las cuáles el mayor poder lo tenían las personas que eran las que representaban las ventas de discos físicos) iniciaron una batalla legal contra Napster, distribuidor de música online que no pagaba regalías a los artistas ni discográficas.

Esa batalla la ganaron, Napster cerró, pero perdieron la guerra. Eso sucedió porque no entendieron que el problema no era Napster, el problema era que las personas habían cambiado sus hábitos y, por sobre todo, su forma de relacionarse con la música (en algunos casos, hasta su sistema de creencias al respecto de si debían o no pagar por esa música que consumían).

Esta es mi manera de graficarles a muchas de las personas del poder, que siguen arrobando a Javier Milei como el responsable de este cambio en la matriz de toma de decisiones de la población, que están equivocados. Porque en su manera de pensar, si Milei no está, el problema se resolverá.

No.

El clima de época llegó, finalmente, y esa época es la maduración de un proceso que algunos lo atribuyen al cierre de ese gran conflicto que nació en el 2001. La sociedad avisó. La política no tomó nota. Como una pareja desgastada, la cosa terminó mal. La sociedad se cansó. La pareja se rompió y la sociedad se metió en Tinder en busca de algo nuevo. Enojada con la experiencia anterior (despechada), encontró a alguien que le ofrecía no sólo todo lo contrario a lo vivido, sino que, además, no le hablaba más de un futuro, le hablaba de romper las cadenas (y todos los símbolos) que lo habían atado a esa relación tóxica.

¿Pero qué significa eso? ¿Qué representa hoy en la sociedad y en la construcción de sentido todo esto?

Todo es futuro, pero el futuro no es uno.

Este nuevo sistema de creencias que está en formación (reemplazando al sistema de creencias construido como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial), no tiene la misma concepción del presente que el anterior. En el anterior, el presente era una construcción colectiva de consecuencias en el futuro. No cruzamos el semáforo porque hay multas, nos casamos porque queremos formar una familia en un futuro, somos puntuales porque no queremos que el otro se sienta incómodo esperando, etc.

En este nuevo sistema de creencias, el presente no está construido por el consenso de lo que va a pasar. La multiplicidad de futuros ya no son uno y no sólo las consecuencias legales se vuelven difusas, sino también las básicas y sociales, como la mentira o la verdad. Si uno no puede confiar en lo que acordó con el otro, es difícil construir nada. Por caso, imagínense a un trapecista acordando con su compañero que aquél lo va a agarrar cuando salte al vacío y no estar seguro de que eso va a suceder. ¿Un ejemplo claro? El presidente definiendo como héroes a los empresarios que fugaban plata. No hay consecuencias de futuro, por tanto, el presente es muy inestable para los que lo piensan con el sistema de creencias anterior.

Pero esto no sucedió en los últimos días.

Uber nació en el año 2009, poco después de la elección de Obama como el primer presidente afroamericano de Estados Unidos. En esa elección, Sarah Palin irrumpió en la política como candidata a la vicepresidencia por el partido republicano, con discursos extremos, agresivos, sin preocuparse por la verdad o las consecuencias de la mentira. La realidad, las consecuencias, ya no eran claras.

Poco después de esa elección (¿casualidad temporal o cambio de época?) Uber desarrolló, nació y comenzó a establecer su operación en países, más allá de las leyes, el poder político, los sindicatos. Y no solo en Argentina: lo hizo en Francia, Australia y cualquier país del primer mundo. Las reglas se adoptaron a ellos, no al revés.

Poco después Trump fue presidente. El presente cambió, porque el futuro ya no era una construcción colectiva, una visión consensuada.

¿Y en Argentina qué sucede hoy? Todos aquellos que fueron parte del pasado, de ese pre fenómeno Milei, tienen muy complicado brindar una oferta para una sociedad que cambió (salvo que accedan a los lugares de poder, a través del poder, claro está). Esta sociedad no consume estado benefactor post Segunda Guerra Mundial. Tampoco derecha construida por buen marketing político. Es la época de los nichos y de las verdades crudas, pero como el mundo es entropía, esta forma de construcción de poder nueva producirá su contrapeso. Es lógico, la naturaleza aborrece el vacío. Quién y quiénes y con qué oferta aparecerán es una incógnita que se encuentra resuelta más en aquellos que están hablando de las personas (de lo que realmente les pasa y no de lo que ellos piensan que les pasa) que de Milei.

Mientras tanto, este nuevo sistema hace que la sociedad empiece a repensar las funciones del Estado y a quién pedirle respuestas de las necesidades y angustias diarias.

Milei logró sacar del primer puesto a la inflación como principal motivo de inseguridad hacia el futuro para los argentinos. Algo que no logró nadie en muchos años. Pero lo hizo también a costa de un creciente individualismo (lo vemos en los números que arrojan nuestros estudios). Entonces, la gente empieza a demandar a los privados y a las organizaciones intermedias las respuestas que sabe que el Estado ya no le dará. Y las preocupaciones, como vemos, ahora no son de precios o de respuestas del Estado, son de salarios.

La incertidumbre sigue reinando, pero, por sobre todo, la atomización de relatos o liderazgos. El 36% dice que al que más le cree es al gobierno, pero ¿y el otro 64%? Atomizado. El 20% a los movimientos sociales. El 10% elige los medios. El 8% a la iglesia, etc.

La verdad es una construcción atomizada y sin consenso y, en ese marco, un reformador como Milei tiene el poder de seguir dominando la escena.

Ahora, ¿quién está pensando bajo este nuevo sistema de creencias la construcción de pluralidad de pensamiento en Argentina, equilibrio de poder o diseño de futuro en común que está formándose entre los argentinos?

En palabras de Pink Floyd: Is there anybody out there?

Por ahora, parecería que no.