En un contexto de déficit fiscal permanente y ante la necesidad de lograr un superávit que nos saque de una vez por todas de nuestra crisis económica, las exportaciones se han convertido en un factor crucial para la Argentina. Chile, por ejemplo, además de superarnos en el total, exporta el doble en términos per cápita que Argentina, y Uruguay, aunque exporta menos en términos absolutos, triplica las exportaciones per cápita de nuestro país.
La pobreza, el desempleo y los bajos salarios, se revierten con producción y empleo, y las Pymes son el motor de ese cambio. Todo lo que aporta valor agregado, sea en productos o servicios representa la posibilidad de más puestos de trabajo y salarios altos. Las exportaciones repercuten directamente sobre esas necesidades, al tiempo que la aportan al estado el acceso a divisas gracias a su saldo positivo.
Necesitamos potenciar el sector exportador, particularmente las Pequeñas y Medianas Empresas. Las PYMEs no solo son esenciales para la economía, son el motor del desarrollo económico de los países más poderosos.
En Alemania, por ejemplo, el 97% de las empresas exportadoras son PYMEs, aportando el 60% del empleo y casi la misma proporción del valor agregado de la economía. Este modelo es replicable en Argentina, donde las PYMEs industriales han comenzado a ganar mercados internacionales gracias a la calidad de sus productos, aunque todavía están lejos de alcanzar su verdadero potencial.
Actualmente, menos del 10% de las exportaciones argentinas provienen de PYMEs, una cifra significativamente baja comparada con el panorama internacional. Verdaderos héroes que han logrado penetrar en los mercados internacionales y vender sus productos o servicios tanto en Brasil, Europa o EEUU. La calidad ha sido la punta de lanza.
Por eso, si queremos fomentar el crecimiento de las PYMEs exportadoras, es elemental implementar regulaciones que faciliten la exportación de productos con valor agregado. Estas son: simplificar los trámites burocráticos, ofrecer crédito accesible y barato, reducir la carga impositiva y garantizar que las divisas obtenidas sean pagadas al mejor valor posible. Estas medidas no solo permitirían a las PYMEs expandirse y modernizarse, sino que también contribuirían a la creación de empleo con salarios más altos.
Un ejemplo del impacto positivo que puede tener el apoyo adecuado al sector exportador es el caso de la vitivinicultura argentina. En los años 80, la producción y calidad del vino argentino estaban en declive debido a su enfoque exclusivo en el mercado interno. Sin embargo, algunas bodegas familiares comenzaron a explorar las posibilidades de exportar, modernizando sus procesos y elevando sus estándares de calidad. Este esfuerzo transformó en los 90 la industria vitivinícola, liderada por el malbec, hasta alcanzar exportaciones anuales por 600 millones de dólares, revitalizando también el consumo interno.
Los modelos económicos argentinos han ignorado el papel central de las exportaciones con valor agregado, ya sea a través de un dólar barato que inunda el mercado con productos importados a precios irrisorios, o un proteccionismo que limita el acceso a insumos necesarios, terminan perjudicando tanto la producción local como las exportaciones. Para que las PYMEs argentinas puedan competir a nivel internacional y contribuir significativamente a la economía, es necesario un entorno económico que les ofrezca las herramientas y el apoyo necesario. Un tipo de cambio competitivo, políticas claras de apoyo a la exportación y un acceso al crédito son fundamentales.
En conclusión, potenciar las PYMEs exportadoras es una estrategia indispensable para el desarrollo económico de Argentina. Con el apoyo adecuado, estas empresas pueden convertirse en un motor de crecimiento, generar empleo de calidad y contribuir a un superávit fiscal sostenible. Las medidas son simples, claras, que solo requieren decisión política, de sentido común, como hacen las naciones más avanzadas. Esta es la decisión más importante que debemos tomar.