¿Se inclina Europa hacia la derecha?

¿Qué se puede esperar entonces del actual Parlamento Europeo? Seguramente menos regulaciones a la economía, más libertad de empresa y mayores incentivos a la integración

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Manifestación contra el partido ultraderechista francés Agrupación Nacional (RN) en la Plaza de la República de París (REUTERS/Stephanie Lecocq)
Manifestación contra el partido ultraderechista francés Agrupación Nacional (RN) en la Plaza de la República de París (REUTERS/Stephanie Lecocq)

El desconcierto creado por la maniobra de Emmanuel Macron, presidente de Francia de disolver la Asamblea Nacional y llamar a elecciones anticipadas ante los adversos resultados para su partido en las elecciones del parlamento europeo ha llevado a mucha confusión en el análisis de la situación de Europa.

Así, la mayoría de los despachos provenientes de la opinocracia mundial ha sancionado los resultados de las elecciones parlamentarias europeas como un gran viraje a la derecha. Sin embargo, salvo en el caso de Francia, donde el National Rally sacó el doble de la votación del partido de gobierno, el avance de la derecha radical no existió en la mayoría de los países. Solo en Francia, Alemania y en Austria esa derecha radical avanzó con fuerza, pero en el resto de los países se observó un rechazo a los extremos y una preferencia clara por el centro. Es así como la centro izquierda mantuvo su posición de segunda fuerza en el Parlamento Europeo. La centro derecha, por su parte, hizo avances en Grecia, España, Polonia, Italia y Hungría. Mientras que los partidos de extrema izquierda y los verdes fueron derrotados, perdiendo un total de 48 escaños.

En síntesis, el voto fue en contra de los extremos y a favor del centro. Esto significa que, si bien el ordenamiento jurídico europeo se hará menos permisivo y más severo, no habrá un viraje hacia el nacional socialismo o el fascismo como muchas mentes afiebradas están prediciendo. Surge entonces la pregunta ¿Qué se puede esperar entonces del actual Parlamento Europeo? Seguramente menos regulaciones a la economía, más libertad de empresa y mayores incentivos a la integración.

Este viraje fue percibido por el Presidente de Francia en su entrevista con The Economist cuando indicó que el actual atolladero económico de Europa no se resolvería si las empresas europeas no profundizan la globalización y puso como ejemplo una ruta exitosa hacia la globalización tomada por la familia Arnault, propietaria del conglomerado de lujo LVHM.

Y es precisamente este el meollo del problema. El espacio europeo está cerrado al mundo pero no está integrado. Es la suma de muchos mercados pero no es un mercado ampliado. Y mientras esta situación prevalezca, el espacio europeo no será capaz de generar las transformaciones necesarias para facilitar la penetración de sus fuerzas productivas al modo de producción digital. Porque sólo un mercado único y ampliado podrá reducir costos, integrar sistemas de transporte, eliminar los inmensos fijos y relanzar la innovación.

Y para que haya un mercado ampliado es necesario eliminar millones de regulaciones impuestas por los fogosos miembros de los partidos verdes que han logrado imponer costos de energía inmensos que es necesario subsidiar, sistemas de transporte onerosos y sistemas de telecomunicaciones fragmentados. Todo esto ha contribuido a perpetuar lo que los economistas denominan “La Malaise europea”, que consiste en altos niveles de desempleo, hiper regulación y altos costos energéticos derivados de las inversiones en las fuentes verdes y ausencia de integración de sus empresa energéticas.

Este modelo administrativo que sirvió para apoyar el despegue de la economía industrial hoy se ha convertido en un impedimento para el desarrollo de la economía digital. Y esto es sabido por las nueva generaciones de líderes europeos que se inclinan por el liberalismo económico y que han concurrido a las urnas para ponerles plazo a los arrebatos regulatorios de la extrema izquierda y los verdes.

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