Este 8 de junio, como desde hace diez años, realizamos “El minuto por la paz”. Un minuto que debe extenderse a todos los minutos y a todas las horas del año y de nuestra vida.
Queremos la paz: es una urgencia. Cada día descubrimos cómo la violencia arrebata corazones, mentes y decisiones. Una violencia que no nos permite vivir y pensar en un futuro en paz.
Queremos la paz: es un derecho. Todo ser humano que ha nacido en este suelo y bajo este mismo cielo necesita vivir en paz, construir en paz y edificar su vida desde el amor. Una vida no solo pacífica, sino buena para todos, donde podamos mirarnos a los ojos sin resentimientos, encontrándonos reconciliados y construyendo como hermanos.
Queremos la paz: es una necesidad. Una necesidad que surge al descubrir que, si no vivimos como hermanos, el mundo se transforma en una batalla campal, en un caos. El mundo necesita ser ese lugar que Dios pensó como su casa para todos los hombres.
Este 8 de junio, dediquemos un minuto por la paz. Y si podés, sumá otros minutos y gestos sencillos, pequeños pero concretos que vayan generando, desde abajo y desde cada uno, una cultura de paz.
La propuesta es la siguiente: “Donde quiera que estés a las 13 horas este 8 de junio, solo o en compañía, sea cual sea la fe a la que pertenezcas, te invitamos a inclinar la cabeza durante un minuto y rezar por la paz en Ucrania, en Tierra Santa, en Myanmar y en todos los lugares en conflicto”.
La fecha también recuerda la reunión para invocar la paz promovida por el Papa Francisco el 8 de junio de 2014 en los Jardines del Vaticano junto con el entonces Presidente de Israel, Shimon Peres, el Presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen (Mahmoud Abbas), y el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I.
Este año, el Papa Francisco, temprano en los Jardines Vaticanos, también se unirá a este gesto, sumándose a nuestra plegaria por la paz en el mundo.
En nuestra realidad de Argentina, este fin de semana también se realiza la colecta anual de Cáritas, que es un llamado a construir desde la esperanza.
Dos motivos para la oración y dos acciones donde vibra la esperanza. Desde la solidaridad, construyamos una sociedad más justa que nos abra la mirada al futuro con esperanza; desde la paz, porque ese futuro esperanzador necesita construirse en fraternidad. Vivamos la solidaridad, construyamos la paz.
Este llamado a la acción concreta nos invita a ofrecer ayuda desinteresada y a promover la equidad. Unamos solidaridad y paz para crear una cadena positiva donde cada acto de generosidad refuerza la estabilidad y cada momento de paz permite que la solidaridad florezca. Juntos, podemos construir un mundo más justo, pacífico y esperanzador.
Queremos la paz: una urgencia, un derecho, una necesidad. La solidaridad es esperanza. Que seamos cada vez más los que nos unimos para que esta paz sea una realidad y para que esta esperanza se mantenga viva.