¡Qué raro está todo! Argentina también. Comparte con el mundo una democracia volátil. Ya algunos politólogos internacionales y nacionales hablan de este fenómeno.
Volátiles son los apoyos que tienen los dirigentes políticos que gobiernan en el mundo y aquí Milei también. Su sostén principal es la opinión pública, la sabemos volátil.
Estados Unidos conserva partidos políticos fuertes, es decir una democracia de partidos consolidada después de la Segunda Guerra Mundial, pero avanzado el siglo XX aparecen las democracias volátiles. Surgen como un fenómeno europeo, hoy plenamente afianzadas en Francia e Italia.
Aquí en Argentina, este fenómeno se da con la aparición de las coaliciones rompiendo el esquema bipartidario UCR-PJ. Va a contramano del voto de la militancia. Se diluye la fidelidad hacia los partidos porque los partidos desaparecen. El voto es volátil porque la ciudadanía es volátil. El presidente Milei es un auténtico representante de este fenómeno. Esto trae consigo una crisis de autoridad, de confianza, crisis política al fin. A lo que se debe añadir la complicación de las redes sociales inmanejables. Se propicia un cambio civilizatorio en el que somos protagonistas, por eso nos cuesta tanto entenderlo.
El Presidente impone un ajuste tremendo, basta ver las filas de los más necesitados cuando aparece una posibilidad de comida. No distribuye lo que tenía que distribuir y hay paz social. La esperanza en Milei parece ser el capital de los pobres. Todos los gobiernos anteriores repartieron alimentos cuidando a los sectores más postergados para evitar revueltas. Milei tiene 5 millones de toneladas de alimentos o más en galpones y no hay revueltas. ¿Cómo se entiende? Porque tal vez, como muchos piensan, estamos transitando una hiper-recesión con una hiper-ilusión.
Este presente argentino es para muchos descorazonador, especialmente con un Presidente que gobierna delegando lo indelegable: la gestión de su gobierno. Nunca se vio una actitud tan explícita de parte de un primer mandatario aludiendo a su hermana como “El Jefe”. Pero esto es política, rara, pero política al fin.
La realidad dura, tremenda, impostergable, es la pobreza de los pobres que sostienen su ilusión en el Presidente que los empobrece cada día más. Raro, ¿no? El gobierno ocultó el principal horror de gestión en no repartir los alimentos, poniendo el acento en quién es el responsable de tal crueldad, en quién tiene la culpa de esconder los alimentos. Todo esto, con una indiferencia cruel ante lo elemental: el hambre. Como dijo el Arzobispo García Cuerva al solicitar: “Dejen de echarse culpa como adolescentes”.
A propósito, la Catedral de Buenos Aires desplegó una extensa mesa en el mismo pasillo que caminan los Presidentes para asistir a los Tedeum para alimentar a los hambrientos en situación de desesperación. Sólo a metros de la Casa Rosada. Todo esto sucede mientras el Presidente entiende que su misión es ser un líder mundial (recorriéndolo con la nuestra, como diría el propio Milei), tras un destino por él fijado, aunque sostenga que responde a las fuerzas del cielo.
Insisto, el Congreso fue el principal protagonista político esta semana. Está trabajando como contención de una lógica política constitucional con acuerdos. A veces obrando a favor del gobierno, como con la Ley Bases y al paquete fiscal; otras como esta semana, a favor de los jubilados, contradiciendo la postura del gobierno. El Presidente esconde su impotencia agrediendo.
El Congreso actúa en resguardo de la cordura democrática. Esta semana fueron 160 votos, los dos tercios de los diputados, ante un Presidente en llamas. Esos dos tercios son claves, de convertirse en ley en el Senado el proyecto de una nueva fórmula de actualización jubilatoria, para rechazar el veto con el que ya ha amenazado Milei.
La democracia institucional está fuerte, la gestión del gobierno se contrapone, es muy débil. No se entiende la eliminación del Ministerio del Interior, clave para aunar voluntades a la hora de contrarrestar a la debilidad recién aludida. Con la misma alegría que elimina (trata) a quien no piensa como él, con la misma alegría que transmite dejando a miles de personas sin trabajo, Milei lo proclama en nombre de la libertad que dice profesar. Raro, ¿no?