Nuestros enemigos

El gran cambio se produce porque la naturaleza se ha vuelto un recurso escaso y hemos llegado al límite

Hay un nuevo enemigo y es la catástrofe ambiental que hay que evitar (Foto: Télam)

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fijó un día para recordar que debemos proteger el ambiente, pero no debemos pensar que es solo un aniversario aislado. Estamos asistiendo a un fin de ciclo porque están cambiando, de modo irreversible, la economía, la sociedad, el derecho, la política y las narrativas que permiten explicar la acción humana.

La historia nos describe conflictos graves que, poco a poco, se van disolviendo dentro de un problema mayor; el gran cambio se produce porque la naturaleza se ha vuelto un recurso escaso y hemos llegado al límite. La acción humana, y sobre todo la política, que desde hace mucho tiempo basa sus conflictos en la idea de enemigo, está mudando abruptamente. La polarización entre vecinos es un discurso vacío, que va perdiendo sentido a medida que tomamos conciencia de que estamos en el mismo barco que se hunde.

Todos sentimos lo que nos pasa. Cambia el clima, aparecen nuevas enfermedades, las tormentas asustan, las inundaciones destruyen ciudades, las sequías arruinan los cultivos.

Todos sufrimos lo que sucede. Nos asustó la pandemia, pero siguen apareciendo nuevas enfermedades, porque ahora hay mosquitos o porque la alimentación está procesada con agentes químicos.

Un profesor alemán me contó que, con mucho esfuerzo, compró un auto, pero no lo puede usar porque la ciudad donde vive dictó un reglamento que sólo permite la circulación de vehículos eléctricos. Tampoco lo puede vender, porque nadie se lo quiere comprar. Todos sentimos, todos sufrimos, pero no logramos ver la realidad. Seguimos haciendo lo mismo y, como dijera Einstein, no podemos esperar resultados distintos si seguimos haciendo lo mismo.

El gran interrogante es qué tenemos que hacer. Lo primero, es una pregunta que antiguamente formulara Cicerón a Catilina: ¿Hasta cuándo...? Es necesario ponerse firmes y detener el curso actual, para pasar a una nueva economía, una nueva transformación social y política.

Cambia el clima, las tormentas asustan, las inundaciones destruyen ciudades, las sequías arruinan los cultivos (Foto: Télam)

Lo segundo, es definir hacia dónde va ese cambio. El cambio económico está ya en marcha, y los indicios son claros. El sistema financiero global no presta dinero para proyectos que no cumplan con parámetros ambientales. Estados Unidos está impulsando un acuerdo (“First buyers”) mediante el cual las grandes empresas que compran y transportan bienes sólo acepten aquellos que cumplen con normativas de sustentabilidad. Europa está avanzando en un acuerdo verde y sólo importará productos que no provengan de zonas deforestadas. La energía está mudando rápidamente hacia las que son renovables. Argentina tiene una gran oportunidad en este nuevo sistema de economía sustentable, si es que podemos ser inteligentes para no estar en el lado equivocado de la historia.

Lo tercero, es generar un gran movimiento para que este cambio se produzca. Los movimientos sociales se generan para luchar contra un enemigo: un país invasor, un dictador, la discriminación contra la mujer, contra un grupo por su raza o la pobreza que no se soporta. La identificación del enemigo unifica las ideas y las acciones paralizadas por la polarización y las disputas internas en un determinado grupo social. El enemigo es algo superior, porque ataca a todos por igual.

La energía está mudando rápidamente hacia las que son renovables (Foto de archivo. REUTERS/Agustin Marcarian)

Hay un nuevo enemigo y es la catástrofe ambiental que hay que evitar. La crisis que estamos viviendo afecta a los ricos y los pobres, a los partidos de izquierda y a los de derecha, a jóvenes y los adultos, a los hombres y las mujeres, a los que viven en las ciudades y en los campos. La verdadera grieta que se está generando en el mundo actual es entre la sociedad y una buena parte de la dirigencia, alejada de las disputas sobre valores y principios.

En la vida cotidiana hay enojo, frustración, incertidumbre, miedo por la falta de futuro; hay una sensación de que podemos perderlo todo y de que los hijos no tendrán un futuro mejor que los padres.

El “manifiesto ambiental”, que seguidamente transcribo, refleja claramente este problema, porque muestra una división entre “ellos” y una nueva identidad, que es el “nosotros”.

Ellos:

1. Ellos que, por imprudencia, por inconsciencia o por mala fe nos condujeron hacia la decadencia, la crisis moral y el colapso ambiental.

2. Ellos que discuten sobre sus privilegios, sobre si ir hacia la derecha o la izquierda, cuando en realidad sabemos que lo que nos preocupa es si vamos para arriba o para abajo.

3. Ellos que tomaron malas decisiones y nos dejaron pobreza, desigualdad, inseguridad y crisis económica.

4. Ellos que no entienden que la pandemia, los incendios, la extinción de especies vegetales y animales, la falta de agua potable, la contaminación de los ríos, el plástico en los mares, son síntomas de lo que es un fin de ciclo.

Porque no queremos depender de ellos, construyamos un nosotros:

1. Nosotros consideramos que la indigencia y la pobreza son intolerables;

2. Nosotros pensamos que este mundo no es el que deseamos para nuestros niños;

3. Nosotros defendemos a los animales como parte del universo.

4. Nosotros nos sentimos dolidos por la contaminación y el deshielo de los glaciares;

5. Nosotros estamos preocupados porque sabemos que hay escasez de agua;

6. Nosotros sentimos miedo frente a las nuevas enfermedades;

7. Nosotros nos oponemos a la discriminación de todo tipo;

8. Nosotros preferimos los sueños a las pesadillas provocadas por la falta de futuro;

El futuro se preguntará por qué los que más tenían para dar y perder son los que menos hicieron.