La propuesta del presidente economista Javier Milei de acabar con las fuentes de expansión monetaria para en un futuro dejar inalterada la cantidad de pesos nos obliga a pensar el marco conceptual sobre el cual operaríamos en circunstancias como las descriptas. Podemos comenzar diciendo que desde que existen las “fiat currencies”, ningún gobierno ha renunciado al derecho de señoreaje.
Podemos argumentar que lo han regulado y controlado al, mayormente, independizar a sus bancos centrales. Pero no existen casos de anular completamente la creación de nueva moneda. Ni siquiera el oro, al cual consideramos como moneda, cumple con esa particularidad. Sólo podríamos pensar en el Bitcoin, al cual aún no consideramos una moneda, pero sabemos que busca serlo. El mismo tiene un límite previsto de emisión de 21 millones de Bitcoins. Una vez llegado a ese valor, su cantidad permanecerá constante por el resto de su vida.
Pero el Bitcoin no tiene ningún respaldo. Es decir, no cuenta con un respaldo en Treasuries, oro, propiedades o cualquier otro activo financiero o físico. Tampoco tiene el respaldo de la riqueza acumulada por un país, reflejada en el nivel de PBI e instituciones creíbles. El respaldo del Bitcoin se sustenta en su descentralización, en la ausencia de una autoridad central que pueda “prostituirlo”, en su transparencia, anonimato, transportabilidad y en la imposibilidad de falsificación. Paradójicamente parece tener valor gracias al desprestigio acumulado por las “fiat currencies” al haber sido víctimas del abuso de los políticos de turno.
Desde que existen las “fiat currencies”, ningún gobierno ha renunciado al derecho de señoreaje
El presidente Milei parece querer proponernos para los próximos años un “Peso Bitcoin”, es decir una moneda cuya emisión se encuentre restringida y alcance un tope máximo de monto emitido. Es decir, el gobierno argentino estaría dispuesto a resignar completamente el señoreaje. La idea puede resultar un tanto delirante, ya que es poco común, pero nos provoca más preguntas sobre el impacto que pueda tener en el normal funcionamiento de la economía.
Podemos comenzar analizando el potencial camino de creación de Pesos hasta que llegue su fin. Vamos a denominar a esto como “Peso halving”. Modelizando y bajo infinitos supuestos podríamos imaginarnos un recorrido en la creación limitada de Pesos de la siguiente manera: primero el gobierno eliminó (para siempre) el financiamiento monetario (directo o indirecto) del déficit fiscal, tal como ocurrió durante la convertibilidad. Luego la liquidez almacenada en Pases en el Banco Central se traslada en parte a deuda del tesoro y en parte se monetiza por el aumento de los agregados monetarios a medida que la economía se recupera y la inflación baja. Este proceso puede demorar varios trimestres.
La tercera fuente primaria de emisión de pesos es el superávit de las cuentas externas, que obliga al Banco Central a comprar ese superávit con pesos. En el corto y mediano plazo es necesario que Argentina acumule reservas internacionales por lo que esta “canilla” de pesos seguirá activa por bastante tiempo. Aquí las reformas a mediano y largo plazo una vez acumuladas las reservas apropiadas deberían lograr que el peso flote libremente y por lo tanto el Banco Central no tenga obligación de intervenir en el mercado cambiario. El cuarto factor es el crédito bancario en pesos, que debería ser restringido para evitar creación de pesos por parte del sistema financiero. Este debería ser reemplazado por crédito en otras monedas para no afectar la marcha de la actividad.
El respaldo del Bitcoin se sustenta en su descentralización, en la ausencia de una autoridad central que pueda “prostituirlo”, en su transparencia, anonimato, transportabilidad y en la imposibilidad de falsificación
En un proceso de normalización, la base monetaria en relación al PBI podría alcanzar el 11/12% del PBI, desde el 2,6% del PBI en abril. Una vez cerradas todas las “canillas” de emisión y alcanzada la máxima capacidad prestable en pesos del sistema financiero local la oferta de pesos sería constante, salvo por la capacidad de emitir del BCRA para asistir a entidades financieras en problemas (prestamista de última instancia). Todo este proceso demandaría no menos de 2/3 años.
Una vez alcanzado el punto en el cual los Pesos “sobre creados” en la época pseudo hiperinflacionaria de AF/SM hayan sido absorbidos por la economía, llegará el turno de las restantes monedas del mundo y la denominada competencia de moneda. Es decir, la monetización de la economía debería darse con las demás monedas del mundo, las cuales lleguen al país gracias a la inversión extranjera directa (FDI), al capital especulativo o al saldo comercial favorable. En un contexto de este tipo, se supone que el BCRA ya no participará en el mercado de cambios, debiendo el Tesoro hacerse de los dólares necesarios para pagar los servicios de la deuda con el excedente fiscal.
La inflación o deflación local pasará fundamentalmente a depender de lo que suceda monetariamente en el resto del globo. Muchos podrían pensar que veríamos un contexto deflacionario, pero pensamos que eso no es correcto ya que en el globo no existe el patrón oro. Es decir, nuestro país quedaría como “importador” de las condiciones monetarias globales.
La inflación o deflación local pasará fundamentalmente a depender de lo que suceda monetariamente en el resto del globo
Paradójicamente podría llegar a suceder que el Peso sea una moneda super fuerte en ese contexto, dado su “stock” limitado y su eventual respaldo por una economía pujante. Una moneda con una cantidad limitada y respaldo económico dado por cuentas públicas ordenadas, un PBI creciente e instituciones confiables podría en teoría llevarnos a dicho extremo. Esto es poco probable, porque siempre estará latente la amenaza que pueda crearse nueva moneda por parte de un gobierno “tradicional”. El Peso Bitcoin versus el Bitcoin tendría a favor contar con algún tipo de respaldo, pero tendría en contra la potencial intervención “humana”.
El autor es socio de Delphos Investment