Las Armadas como instrumento de la política exterior

El Atlántico Sur y la Antártida, plantean escenarios con conflictividad creciente, donde el rol de nuestra Marina de Guerra cobra cada día mayor protagonismo. Es necesaria una estrategia de largo plazo para desarrollar las capacidades que necesita la Armada Argentina

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El grupo de tareas del USS GEORGE WASHINGTON acompañado por el destructor USS PORTER
El grupo de tareas del USS GEORGE WASHINGTON acompañado por el destructor USS PORTER

Cuando se habla de las Armadas, generalmente se suele circunscribir y acotar su papel a las funciones vinculadas al ejercicio de su rol más esencial que es el empleo de la fuerza para controlar o negar el uso del mar para otros fines en la guerra o conflicto armado, tal vez porque su cara visible y símbolo es el buque de guerra, lógicamente asociado a su oficio combativo.

Sin embargo, se identifican otros dos roles igualmente fundamentales de las Armadas que son: el vinculado al cumplimiento de la ley y su uso como instrumento de la política exterior.

El pasaje del Portaaviones USS “George Washington” de la Armada de los Estados Unidos, acompañado por el Destructor USS “Porter” y el Buque Logístico USNS “John Lenthall”, que ganó los titulares de los medios de prensa en estos días, es un ejemplo cabal del uso del instrumento militar como un recurso de la política exterior destinado a producir mensajes en el tablero de la estrategia marítima, que tiene “el mar” como escenario único y relevante.

A nadie escapa la magnitud de la Armada de los EEUU y sus capacidades, acordes a las necesidades estratégicas de un país con alcance global. Puede inferirse que su pasaje por el Atlántico Sur está alineado con la necesidad de fortalecer su influencia en la región y tendría como principal receptor del mensaje a la República Popular de China, que también proyecta su poder marítimo con un alcance global a través de una cara muy visible hoy, con la actividad de pesca en la milla 201, entre cosas cuestiones.

Las acciones llevadas a cabo en el orden diplomático por las Marinas de Guerra, apoyan las acciones del Estado en las relaciones internacionales. A lo largo de la historia en distintas situaciones, los buques de guerra se han constituido en una herramienta apropiada y quizás única, para apoyar la política exterior de un país en circunstancias particulares. El ejemplo más visible y reconocido por todos es la Fragata “LIBERTAD” y los viajes de instrucción registrados en su bitácora por distintas zonas del globo, formando a los futuros oficiales de la Armada, pero también generando mensajes alineados con la promoción de la República Argentina en el exterior y el fortalecimiento de las relaciones bilaterales con los países anfitriones.

Para comprender el alcance y el impacto del uso de los buques de guerra, como un recurso en apoyo a la política exterior resulta oportuno mencionar una serie de operaciones y ejercitaciones de proyección internacional que ha llevado a cabo nuestra Armada en su historia.

Las referencias más antiguas y emblemáticas son las campañas de corso realizada por Guillermo Brown (1815) y por Hipólito Bouchard con la Fragata “La Argentina” (1817). Esta última, más allá de las acciones de guerra directa contra fuerzas españolas, llevó los colores patrios en un viaje alrededor del mundo. Las banderas de varios países centroamericanos son un testimonio de ello.

El Asilo Diplomático y Naval Argentino brindado durante la Guerra Civil Española con el Crucero “25 de Mayo” y el Torpedero “Tucumán” (1936/37) resulta una apropiada muestra de la presencia de nuestra Marina, para un caso real, diferente, dentro el espectro humanitario, en apoyo al ejercicio de la diplomacia.

Durante la crisis de los misiles de CUBA, en uno de los momentos más críticos para la paz mundial y en cumplimiento del pacto de ayuda mutua firmado en 1947 en la Conferencia de Rio de Janeiro, los Destructores ARA “Rosales” y ARA “Espora”, participaron del bloqueo naval impuesto a dicha nación.

Entre 1989 y 1992, las Lanchas Patrulleras ARA “Concepción del Uruguay”, ARA “Clorinda”, ARA “Barranqueras” y ARA “Baradero” fueron el núcleo de la Misión de Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas en América Central, cumpliendo un rol más que destacado en este proceso de paz.

En la Primera Guerra del Golfo Pérsico (1991 y 1992), con el sustento de la Ley Nro. 23.904, el Destructor ARA “Almirante Brown”, la Corbeta ARA “Spiro”, la Corbeta ARA “Rosales” y el Buque Transporte ARA “Bahía San Blas”, en el marco de la operación “ALFIL”, fueron parte de la coalición para la liberación de Kuwait en un despliegue de largo alcance, altísima demanda operativa y de alto impacto en términos de prestigio para el país.

En el año 1994, el Destructor ARA “La Argentina” y el Submarino ARA “San Juan” participaron del ejercicio “FLEETEX” en aguas del Atlántico Norte próximos a la Base Naval de Norfolk, integrando el Grupo de Batalla del Portaaviones USS “George Washington”. Con características similares, en el año 2003, el Destructor ARA “Sarandí” fue destacado, integrando la ejercitación “SOLID STEP”, para sumarse al Grupo de Batalla del Portaaviones USS “Enterprise”, en el contexto de la Segunda Guerra del Golfo, cumpliendo una destacada labor durante 210 días en el Atlántico y el Mediterráneo.

Las operaciones multinacionales requieren de capacidades propias de las armadas participantes, pero también de la interoperabilidad entre las mismas. Tal es el propósito de las ejercitaciones internacionales que son también una expresión de la política exterior. El “FRATERNO” con la Armada de Brasil es un ejemplo distintivo que, con algunas interrupciones, lleva 36 ejercitaciones desarrolladas alternativamente en aguas de cada país. El operativo “UNITAS” con la Armada de los EEUU y con otras de la región, que tuvo su origen en la Primera Conferencia Naval Interamericana (1959), tiene más de 60 ediciones hasta el presente. Otras ejercitaciones como “ATLASUR” con Sudáfrica, Uruguay y Brasil, “VIEKAREN”, con Chile, “SAREX” con Brasil, “ACRUX”, con este último país, Uruguay y Paraguay, dan testimonio del uso de las Armadas como una herramienta para el conocimiento, la confianza mutua y la interoperabilidad.

Un Superetendart de la Armada a bordo del USS REAGAN en la ejercitación Gringo Gaucho de los años 90. © Armada Argentina
Un Superetendart de la Armada a bordo del USS REAGAN en la ejercitación Gringo Gaucho de los años 90. © Armada Argentina

En la década de los 90, se produjeron distintos pasajes de Portaaviones de EEUU por nuestro mar, con similar formato al desarrollado por el “George Washington” en los últimos días. Las relaciones con EEUU de entonces y el acercamiento entre ambas Marinas de Guerra hacía posible la interoperabilidad. Para nuestra Armada implicaba operar con una marina rectora y, en virtud del reconocimiento profesional a nuestros aviadores navales, también la posibilidad de materializar una operación ajustada y precisa, como la visualmente riesgosa maniobra de toque y siga sobre la cubierta de vuelo.

También en esa época, con idéntico propósito y formato, en un marco netamente regional, con el apalancamiento en el “FRATERNO” y a partir de un profuso número de intercambios y acciones, que tuvo a las Aviaciones Navales como núcleos duros de acción, se efectuaban las ejercitaciones “ARAEX”, que tenían como centro de gravedad las operaciones aeronavales, empleando como plataforma los dos portaaviones que tenía la Marina de Brasil.

Desde una perspectiva objetiva, claramente expresada por la prensa, el resultado de esta operación “Gringo Gaucho II” ha sido, una vez más, de altísimo valor para la interoperabilidad, el conocimiento mutuo y sobre todo, para el fortalecimiento de los lazos de amistad entre marinos que luego se derrama a otros ámbitos, contribuyendo a la estabilidad del vínculo entre los países.

El acercamiento de Argentina a EEUU es una decisión adoptada por la nueva administración de nuestro país. En ese contexto, la presencia de las unidades militares de ambos estados, operando en un marco específico que es el mar, está alineada con esa decisión. La simbiosis entre los marinos que emerge naturalmente, contribuye a ese acercamiento, no sólo en las operaciones sino en la visión y orientación de las relaciones internacionales de ambos países.

En este marco cobran fuerza las ideas de Ken Booth (Las Armadas y la Política Exterior - 1980), las Armadas y sus buques de guerra cumpliendo su rol, explotando las ventajas de su propia naturaleza, que se hacen insustituibles en ciertas situaciones para contribuir con la diplomacia, aún bajo el formato de una ejercitación. La versatilidad, movilidad, capacidad de proyección, potencial de accesibilidad y también el simbolismo son algunas de estas ventajas. Distintos autores han manifestado, con diferentes expresiones, que un país que tiene marina es un vecino potencial de aquellos países que tienen costas.…, pero también pueden constituirse en una amenaza.

El Atlántico Sur y la Antártida plantean otra dimensión del uso de las armadas como instrumento de política exterior. En estos escenarios coexisten espacios jurisdiccionales, en los que la Armada actúa en apoyo al cumplimiento de la ley en relación a la protección de los recursos naturales y espacios de interés, donde nuestro país no tiene derechos soberanos plenos, pero tiene reclamos no resueltos. En tales espacios de fronteras abiertas, distintas naciones usan el mar para fines económicos, científicos o estratégicos. En muchos casos implican una amenaza a intereses nacionales o de la humanidad. En ese marco, el imperativo de la hora es la vigilancia estratégica destinada a proveer datos, información e inteligencia a la política exterior para gestionar dichos conflictos. Para ese fin, resulta relevante la presencia, disuasión y, también la inteligencia. Los países con litoral marítimo que entienden esta ecuación, se proveen de buques, aviones y recursos satelitales avanzados. Sin buques de guerra o aviones, el Estado está ciego en el mar y sus opciones se reducen día a día.

Los costos para disponer de la Armada pretendida por un país son propios y singulares. No resultan más o menos caros, ni deben compararse con el resto de las Fuerzas Armadas. El eficaz empleo de una Marina de Guerra siempre redundará para el beneficio del país, pero para ello es necesario una planificación apropiada, integral y proyectada en el tiempo que no se limite a un período gubernamental.

El Almirante Segundo STORNI expresó: “La política naval es, ante todo, una acción de gobierno; pero es indispensable, para que tenga nervio y continuidad, que sus objetivos se arraiguen en la Nación entera, que sean una idea clara, un convencimiento de las clases dirigentes, y una inspiración constante de todo el pueblo argentino”.

[El autor es Contralmirante RE. Desarrolló su carrera, principalmente, operando como helicopterista a bordo de las unidades de superficie de la Armada y de otros países. Como piloto, participó en los siguientes operativos y ejercicios combinados: UNITAS, FRATERNO, ARAEX, ATLASUR, GEORGE WASHINGTON FLEETEX y COMPTUEX, éste último a bordo del portaaviones EINSENHOWER. Cumplió funciones como Agregado Naval y Defensa a la Embajada Argentina en la República Federativa del Brasil (2012 y 2014). Pasó a retiro en el año 2018. Su último cargo fue Secretario General de la Armada]

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