Los grandes titiriteros: ¿hasta cuándo?

El mundo entero nos mira. Unos, como si fuéramos bichos raros, y otros decepcionados, porque nuestro país está padeciendo los resabios que dejan cataclismos naturales y políticos, pero sin haber atravesado jamás alguno de ellos

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Son varios los dirigentes y militantes piqueteros que están siendo investigados por la Justicia Federal
Son varios los dirigentes y militantes piqueteros que están siendo investigados por la Justicia Federal

De a poco, casi imperceptiblemente, la dirigencia política argentina fue ingresando a un laberinto del cual -ni siguiendo el consejo de Leopoldo Marechal- se podrá salir ni por arriba. Es que fueron aprendiendo a moverse como grandes titiriteros que encontraron el modo de enervar y atemperar a la sociedad, según su momento y conveniencia. Y de acuerdo a los resultados que están a la vista, nunca en busca del camino que encarrilaría a la gente hacia la felicidad y la prosperidad. Hablamos de todos. Políticos, sindicalistas, referentes espirituales de todas las religiones y representantes de organizaciones sociales. Pero detengámonos en éstas últimas -más que en ninguna otra-, ya que nacieron y se fortificaron gracias al hambre y el desamparo de los que dijeron representar.

Nombres de los responsables puede haber muchos. De acuerdo a los últimos allanamientos ordenados por el fiscal Pollicita, son varios los dirigentes y militantes piqueteros que están siendo investigados por la Justicia Federal, acusados de extorsionar a beneficiarios de planes sociales, todos ellos pertenecientes al Polo Obrero, Barrios de Pie y el Frente de Organizaciones en Lucha, aunque también se conocieron audios que involucran a dirigentes del MTE y la CCC. La ecuación les salió redonda: hago como que te ayudo, vos cada vez más pobre y nosotros más empoderados.

Ahora bien, frente a esta realidad, pregunto: ¿cómo definiríamos y qué exigiríamos hacer con un conjunto de científicos que le inocula a un gran número de ciudadanos una enfermedad dolorosa y mortal -desocupación, falta de educación y pobreza extrema- para luego asegurar que si se los sigue a ellos estos pacientes estarán curados? En el mejor de los casos, diríamos que son desquiciados que están usando a esa población como conejillos de indias, pero de seguro inmediatamente pediríamos que la justicia los condene por atentar contra la salud pública y la vida de esa población.

El mundo entero nos mira. Unos, como si fuéramos bichos raros, y otros decepcionados, porque nuestro país está padeciendo los resabios que dejan cataclismos naturales y políticos, pero sin haber atravesado jamás alguno de ellos.

La Argentina nunca sufrió un maremoto, tampoco la devastación que dejan los tsunamis o las bombas atómicas y el horror de la guerra lo padecimos en 1982 durante la recuperación de las Islas Malvinas, pero nunca se desarrolló en el continente, en medio de los poblados. Nunca tuvimos ciudades enteras arrasadas como pudimos ver en algunos países de Europa, en Japón, en Afganistán o en Irán, por sólo dar algunos tristes ejemplos. Sin embargo, tenemos pobreza, niños desnutridos, hombres y mujeres discapacitados y zombis producto de la droga que avanza de manera despiadada, como si algunas de esas tragedias nos hubieran afectado. No se puede seguir mirando para un costado, como sentenciara el ex presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela: “Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”.

El camino para destruir nuestra economía comenzó a gestarse en 1975 con el llamado Rodrigazo y se profundizó con el golpe de Estado de 1976, pero el devenir de los diferentes gobiernos democráticos que se sucedieron desde 1983 no supieron o pudieron hacer nada para desviarnos del precipicio. Pero de alguna manera, fueron preparando el terreno para la llegada del kirchnerismo.

Este sería el gobierno indicado para terminar la faena. Empoderar al pobre en medio de su pobreza. Envalentonarlos para que salgan a las calles a defender su inequidad. No su dignidad, sino su vil supervivencia, ya que a cambio nunca se les dio más que planes, subsidios, casas precarias, y una educación que -bajo el pretexto de ser inclusiva- los alejaba cada vez más de una era tecnológica y robótica en constante avance. Así, inevitablemente, fueron destinados a aumentar el número de ciudadanos que nunca llegarán a tener un trabajo bien remunerado, ese que no los hiciera depender de la dádiva del gobernante de turno. A simple vista, todo parece parte de un entramado maquiavélico.

Frente a la necedad de algunos dirigentes para que todo continúe igual, me surgió el interrogante sobre si la pobreza no era un mal endémico para muchos y un gran enriquecimiento para unos pocos. Fue entonces cuando me llevé por delante, y está bien escrita esta expresión, ya que nunca pensé encontrarme con un material descriptivo de la sociedad africana que nos representara de una manera tan real. Estoy hablando de “Pobreza S.A.”, el documental realizado por el Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad que ya lleva ganado 50 distinciones en diversos festivales de cine. En su tráiler subtitulado en español, se puede leer: “Me alegra que la gente quiera ayudar. Proviene de un buen corazón. Nos construyen pozos de agua, nos traen calzados, animan a otros a donar cosas. El problema es que no funciona. La ayuda de emergencia para desastres se ha convertido en el modelo permanente. No necesitamos a una celebridad más haciendo una nueva campaña. Lo que necesitamos es que nos dejen de excluir. Si quieren ayudar, la industria de la pobreza tiene que desaparecer”.

Fue entonces -al terminar de verlo- cuando recordé los rostros y nombres de los representantes de las principales organizaciones sociales de la Argentina. Hablo de Milagro Sala, Emilio Pérsico, Daniel Menéndez, Juan Grabois, Eduardo Belliboni, Fernando “Chino” Navarro, Emerenciano Sena y Esteban ‘Gringo’ Castro, por sólo mencionar algunas puntas de los icebergs. Todos señores y señoras que hoy son visibles y poderosos porque tienen detrás a miles y miles de personas con las necesidades básicas insatisfechas. Y fue entonces cuando me pregunté, haciendo un paralelismo con el documental, qué sería de la vida de estos dirigentes si la población que dicen representar se independizara económicamente. Como dijera Voltaire, uno de los máximos inspiradores de la Revolución Francesa: “Si los pobres empiezan a razonar, todo está perdido”.

Hoy enfrentamos una nueva promesa de cambio. Pero de la única manera que sabremos que el cambio es real y vino para quedarse es mediante los números contantes y sonantes. Solamente el día que la cifra de pobreza e indigencia llegue a su mínima expresión sabremos que finalmente fuimos rumbeados por el camino correcto y no seguimos siendo guiados por grandes titiriteros.

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