Adolescencias en juego

Ante el crecimiento imparable de las apuestas entre los adolescentes, es necesaria una mayor concientización social, más regulación en las publicidades, reconocimiento facial para que puedan entrar sólo mayores a las páginas de juego y capacitación docente para poder saber qué hacer en el aula

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Las apuestas de adolescentes crecieron por el uso de los teléfonos inteligentes, los algoritmos que encuentran al cliente adecuado y la sectorización de la publicidad (Imagen ilustrativa Infobae)
Las apuestas de adolescentes crecieron por el uso de los teléfonos inteligentes, los algoritmos que encuentran al cliente adecuado y la sectorización de la publicidad (Imagen ilustrativa Infobae)

Es muy común la consulta de padres porque sus hijos adolescentes adquieren deudas por apuestas en línea, muchas veces imposibles de asumir. Jóvenes que a partir de los 12 años apuestan y se convierten en jugadores abrumados en muy poco tiempo. Esto se hace posible porque desde muy pequeños acceden al celular y a billeteras virtuales.

Si bien siempre hubo apuestas entre los jóvenes, esto se vio acrecentado por el uso de los teléfonos inteligentes, los algoritmos que encuentran al cliente adecuado y la sectorización de la publicidad, acrecentada esta última después del Mundial de fútbol.

Este fenómeno es más común en varones que en mujeres, de 15-16 años, de sectores medios, que acceden a plataformas donde pareciera que se ponen en juego ciertos rasgos de la masculinidad y deben demostrar el “aguante” por el exceso con cero noción de riesgo. Además, es algo cool, ya que lo hacen los referentes o influencers, quienes los convencen de que pueden hacerse ricos rápidamente.

No obstante, es necesario discernir entre el uso, el abuso y la adicción. El primero tiene que ver más con un pasatiempo, el segundo con un uso problemático al que es necesario prestarle atención y el tercero con la ludopatía propiamente dicha. Es decir, no todos los jóvenes que juegan son adictos.

Ahora bien, apostar es una cosa y endeudarse es otra. Esto último trae consecuencias personales y familiares que angustian y muchas veces resulta difícil de resolver.

Entonces, para intentar abordar la problemática, lejos de demonizar la tecnología, es necesario que los chicos crezcan con el uso crítico de los dispositivos. Es importante hablar con ellos para que sean autónomos y capaces de discernir entre lo bueno y lo malo.

La familia sigue siendo un lugar de encuentro, de lazos y vínculos afectivos. Es allí donde se puede educar con el ejemplo, siendo coherentes entre el decir y el hacer, y posibilitar generar empatía y confianza desde pequeños. Y, si bien no vamos a ir contra la publicidad que portan los jugadores de fútbol en sus camisetas, sí las podemos cuestionar y hablar al respecto.

La adolescencia es muy investigada por las marcas para poder vender sus productos, hecho imposible de frenar. Sin embargo, podemos preguntarles a nuestros hijos si pueden ser capaces de parar frente al juego online. Y si nos lo niegan, buscar ayuda y acompañarlos.

Lo bueno que tienen estos tiempos es que ha dejado de ser un desvelo individual para transformarse en una preocupación social, y eso hace que se intenten buscar soluciones. De hecho, hay legislaciones que están actuando frente al fenómeno. A pesar de ello aún queda mucho por hacer.

En lo macro, es necesaria mayor concientización social, más regulación en las publicidades, reconocimiento facial para que puedan entrar sólo mayores a las páginas de juego y capacitación docente para poder saber qué hacer frente al hecho en el aula. En lo micro, los papás y mamás - adultos responsables-, educar en el uso y control del dinero, promover actividades en el tiempo de ocio para que tengan menos tiempo en las pantallas y demostrarles las consecuencias del uso compulsivo de la tecnología: trastornos del sueño, en la capacidad cognitiva y deterioro en la calidad de vida.

Las medidas y soluciones deben ser colectivas, tomando conciencia de esta y otras problemáticas que atraviesan las adolescencias como el alcohol y la droga. Hay que estar atentos para que jugar no se convierta en una pesadilla.

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