El martes de esta semana, Infobae publicó un dato estremecedor. Durante los primeros tres meses de gobierno de Javier Milei, el Banco Central reportó la baja de 275 mil cuentas sueldo. Ese recuento suele ser un reflejo bastante aproximado de lo que ocurre con el empleo en el país, salvo por un detalle: no incluye al empleo en negro. O sea que las personas que perdieron el trabajo pueden ser muchas más que esas 275 mil en apenas 3 meses. Es una caída que casi no registra antecedentes, por fuera de períodos de crisis extrema como las de 1989 y 2001, o de pandemia. En este caso, lo único que ocurrió es que Javier Milei y Luis Caputo pusieron en marcha su plan de Gobierno.
Ese dato se complementa por otro igualmente inquietante. El Indec informó que en el primer trimestre del año, la economía se achicó más de un ocho por ciento. Tres cuartas partes de la caída se produjo desde los anuncios del cambio de régimen económico posteriores al 10 de diciembre. Los números serían peores si no computarán la evolución del sector agropecuario, cuyo crecimiento respecto del año pasado se debe, simplemente, a un factor climático: no hay sequía. El stress que el plan Milei-Caputo produjo en el sistema productivo es tal, que probablemente ese proceso, al contrario de lo que se dice, no haya tocado piso: hay muchas empresas que tienen espalda para aguantar unos meses, recién después despiden trabajadores, y finalmente quiebran.
Hay razones para que todo esto ocurra: si a una empresa le suben mucho los costos, pero al mismo tiempo debe bajar los precios por una caída abrupta del consumo, seguramente tenga problemas. Si cada una de estas variables se mueven en esas direcciones pero violentamente, los problemas serán mayúsculos. Esos son los efectos tangibles del plan vigente.
El relato oficial sostiene que la sociedad debe pagar este inédito costo social para bajar la inflación. Se trataría de un reordenamiento provisorio luego del cual llegaría la compensación. Sin embargo, la inflación sigue siendo una de las más altas del planeta. Es cierto que el Gobierno asegura que cae en picada. ¿Será así? Algunos elementos objetivos discuten ese pronóstico. Por ejemplo, la inflación de alimentos de la última semana de mayo trepó a 1,8 por ciento, contra un promedio de las semanas previas que se movía alrededor del 0,5.
Pero además, el peso se acaba de depreciar frente a los dólares paralelos cerca de un veinte por ciento. Cada vez que ocurrían este fenómenos, durante los últimos años, Milei explicaba que la suba del precio del dólar, en realidad, era anticipatoria. Lo que ocurría era que se depreciaba el peso por falta de confianza respecto del valor de todos los productos. Primero ocurría con el dólar porque era un activo financiero y luego con todos los demás.
Aquel Milei sostenía que, cuando sube el dólar, luego suben los precios. Este, todo lo contrario. Veremos cual de los Milei tiene razón.
En cualquier caso, la Argentina puede celebrar los primeros seis meses de Milei inmersa en una situación social mucho peor a la heredada por el actual Presidente y con señales que abren dudas de que eso pudiera mejorar en el corto plazo. Tal vez por eso, la devaluación de los dólares paralelos fue acompañada por una fuerte suba del riesgo país, una escasa liquidación de los dólares de la cosecha gruesa y una abrupta caída del valor de las acciones, las primeras señales que advierten sobre un eventual final del veranito financiero.
En ese contexto, el presidente Javier Milei ha desplegado esta semana un nivel de hiperactividad extremo, pero que, curiosamente, no se explica por su dedicación a los problemas serios que enfrenta su gestión. Milei viajó a España donde desató un escándalo al acusar de corrupción, sin ninguna prueba, a la mujer del presidente Pedro Sánchez. En ese viaje se codeó con la extrema derecha europea, mientras su secretario de Culto proponía derogar la ley de divorcio vincular. Luego volvió y armó un acto muy curioso en el Luna Park, porque las salas habituales de la Feria del Libro le quedaban pequeñas. Allí se disfrazó, cantó, explicó que está por hacer un aporte histórico a la teoría económica y departió con figuras del espectáculo. Pocas horas después viajó a Córdoba para exponer que no pudo firmar el Pacto de Mayo con los gobernadores.
Y en el medio de todo eso, desparramó una serie de frases que revelan lo que piensa de sí mismo:
“Soy reconocido públicamente en el mundo como quien más ha hecho y soy el máximo defensor de las ideas de la libertad”.
“Tengo un rol que es ubicar a la Argentina en el mundo, cosa que estoy haciendo y que estos liliputienses en términos de coeficiente intelectual no lo entienden. Entonces, yo no puedo estar, digamos, o sea, ¿usted se va a poner a discutir con una cucaracha?”.
“Ellos no están acostumbrados a ver una persona que es uno de los cinco líderes más importantes del mundo. Soy el segundo líder mundial. Cada vez que voy yo a un lugar es una fiesta. Usted vio lo que pasó el otro día cuando fui a España. El estadio estaba lleno. Cuando yo entré no gritaban cualquier cosa, gritaban Libertad. De hecho soy reconocido en el mundo como el máximo defensor de las ideas de la libertad”.
“La gira ha demostrado nuevamente que soy el máximo exponente de la libertad a nivel mundial, le guste a quien le guste. Yo estoy en otra liga. Y eso los irrita porque muestra la insignificancia de los políticos argentinos, lo berretas que son, lo poco que son. En cambio, yo donde voy genero un terremoto”.
“Soy digamos el político más popular del mundo Yo entiendo que eso los llena de envidia de odio de resentimiento”.
Hay, entonces, en este recorrido, dos realidades contrapuestas. Por un lado, un Gobierno que enfrenta muchos problemas, como consecuencia de la combinación entre la complicadísima herencia recibida y el plan económico diseñado para modificarla. Por otro, hay un presidente que siente que es una de las personas más importantes de la historia de la humanidad, y lo recuerda cada vez que habla. Es posible que la convivencia entre ambas situaciones -una real, la situación económica; otra subjetiva, la percepción de Milei sobre Milei- no dure demasiado tiempo. O se resuelve la una o la otra terminará siendo penosa.
Mientras tanto lo que Milei piensa de Milei empieza a ser discutido incluso por personas que hace poco tiempo lo apoyaban. Jaime Bayly, como alguna gente recordará, es un talentoso periodista y escritor peruano, afincado en Miami, que reporteó a Milei en noviembre del año pasado, y apoyó explícitamente su candidatura. Ya no. Los argumentos que expuso esta semana son muy útiles, especialmente como brújula para los confundidos liberales argentinos que siguen al “Máximo Exponente”.
-”Milei se asoció al club de la extrema derecha europea. Ese club no es precisamente una reunión de liberales. Qué ocurrencia. Vox y los partidos de extrema derecha no son liberales, son fuertemente antiliberales, conservadores, por lo general conservadores religiosos”.
-”Entiendo que Milei se pelee con Diaz Canel, con Ortega o con Maduro. Pero España no es una dictadura. España tiene un presidente socialista, que es democrático, que ha sido elegido por el pueblo. La economía española marcha bastante bien. O sea, tampoco es verdad que si la derecha no gobierna la economía se va al carajo, como dice Milei. En los países más exitosos de Europa, no siempre gobierna la derecha. Pienso en Alemania, pienso en Francia, pienso en los países escandinavos. Allí muy a menudo gobiernan los socialdemócratas y lo hacen bien y son países felices, donde la clase media vive bien y nadie se quiere ir del país”
-”Milei se va al extremo de Vox, unos señores que a mí no me caen demasiado simpáticos. Y que no son liberales. Mentira que sean liberales. Mentira. Están contra el aborto, están contra los inmigrantes, están contra las minorías sexuales y un largo etcétera ominoso”.
-”Milei tiene que entender que en la vida hay que celebrar la diversidad. No todos pueden ser de extrema derecha. No, no. Hay gente de derecha más moderada, hay gente de centro estimable, hay gente de izquierda pero que es democrática, que es honorable, que es decente, y hay gente de izquierda que cuando llega al poder gobierna bien. Ustedes dirán: ¿quién? ¿quién? Chile, después de Pinochet, tuvo 30 años de gobiernos de izquierda y esos gobiernos de izquierda hicieron un trabajo formidable. A ver, ¿quién más? ¿quién más? Felipe González fue presidente del gobierno español casi dos décadas, y gobernó muy sabiamente. Entonces, es una idiotez decir que si no gobierna la extrema derecha la economía española va a terminar como la venezolana o como la cubana. No, no seamos tan burdos, no seamos tan tan ignorantes. Y sobre todo tan maniqueos. Si no estás conmigo, estás contra mí. Y entonces te insulto, insulto a tu esposa y me voy después de haber arrojado salivazos a todo el mundo”.
La realidad le está enviando algunas señales al Presidente. Algunos observadores internacionales, también.
Sería criterioso que las atendiera. Pero difícilmente le lleguen porque él vuela tan, tan alto. Pertenece a otra liga.
Son cosas que preocupan a las cucarachas liliputienses.
Allá ellas.