En los últimos días dos actos conmemorativos han puesto al peronismo en una contradicción insalvable que evidencia lo que ya se sabía, la imposibilidad de recuperar a este partido como una unidad en condiciones de gobernar el país. Mientras el kirchnerismo homenajeaba a Carlos Mugica a través de su jefa, Cristina Fernández de Kirchner. El Presidente Milei rendía honores al ex Presidente peronista, Carlos Menem, en la Casa de Gobierno colocando su busto al lado del general Mitre. ¿Sabrá Milei lo que Perón le manifestó a su historiador Enrique Pavón Pereyra: “Quiero ser el Mitre del siglo XX”? Por su lado la Iglesia, homenajeaba al sacerdote en el Luna Park.
El peronismo del siglo XXI se había olvidado de Menem. Peor, el kirchnerismo en el poder, desde 2003 hasta el 2022, lo repudiaba. Es que el riojano había sido la voz criolla del Imperio, aseguraban. De modo que esta reivindicación ha quedado en manos de ajenos y extraños. ¡Qué manera absurda de perder amigos, por no decir compañeros!
Mugica y Menem
Mugica pregonó la violencia durante diez años y Menem se propuso pacificar el país. La diferencia es notoria. Ciertamente su actuación estelar se dio en momentos dispares, pero su proyección al presente los instala en espacios antagónicos y esto independientemente de los deseos de ellos. Mugica con el kirchnerismo y Menem con el liberalismo de derecha que nos gobierna. En un artículo Monseñor Aguer afirma: “De la Iglesia se apoderaron en los años 60 y 70 los grupos clericales con soporte internacional, proponían la revolución social influenciados por la infiltración marxista. En el centro de esa historia se encuentra el movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Al mismo perteneció el padre Carlos Mugica”.
Ciertamente no podemos saber dónde estaría parado hoy Mugica porque su vida fue tronchada por asesinos incrustados al interior del peronismo, sean Montoneros, las Tres A, o la venganza personal de López Rega. En el caso de Menem hay respuestas más certeras. Las dio Milei en su discurso delante de familiares directos del ex Presidente.
La Iglesia y la violencia
Aguer tiene respuestas, también, para las honras que le realizó la Iglesia en el Luna Park: “Me parece una exageración considerar a Carlos Mugica un modelo sacerdotal. Fue una personalidad simpática y a la vez compleja.”
Al autor de esta nota le consta de manera personal, que durante más de diez años Mugica pregonó en nombre de Cristo la violencia y el crimen individual como herramientas para alcanzar la justicia social y el retorno a la patria del General Perón. Fui miembro de la Acción Católica Argentina en la Iglesia San José de Flores durante la segunda mitad de la década del 60. Viví mi adolescencia abrazando el catolicismo y militando, si así puede llamarse, la fe cristiana. En ese ámbito eclesial tuve que sobreponerme muchas veces a la invitación a participar de encuentros católicos fogoneados por futuros dirigentes Montoneros. Entre los años 1971, 72 y 73 participé de las misas que el padre Mugica impartía en el Colegio Sagrado Corazón de Hipólito Yrigoyen y Avenida La Plata. No en la iglesia mayor sino en una capillita pequeña a la cual se ingresaba por una puerta ubicada al costado, sobre la calle Hipólito Yrigoyen, los domingos por la tarde. En reiteradas ocasiones lo hacía, bajo la advocación de la insignia de Montoneros, aquella de la lanza y la ametralladora cruzadas, colocada al costado del altar.
Ciertamente al ver el desastre que contribuyó a generar, tragedia que se llevaba puesta a la Argentina, Mugica tomó distancia de aquello. Se apartó de la subversión. Ceferino Reato en su libro sobre el sacerdote desarrolla detalles de esta ruptura.
¿Mugica tuvo que esperar al asesinato de Rucci para comprender la locura en la estaba sumido e invitaba a participar? Su influencia, su avasallante personalidad, sumada a la de los intelectuales pro violencia, persuadieron a miles de jóvenes a matar y morir. ¿Puede perdonarse esta conducta? No está en nuestras manos hacerlo, ahora, políticamente corresponde emitir un juicio: el daño ocasionado ha sido irreparable.
Menem por el contrario intentó la pacificación política y de los espíritus. Los indultos, incomprendidos y repudiados por la izquierda y la centro izquierda; anulados, luego, por un sistema de ideas asociado a la venganza y a la reivindicación de la guerrilla. Se abrazó con el Almirante Isaac Rojas, anécdota que me contó el ex Presidente y publiqué en su momento, y retornó a la Patria los restos de Juan Manuel de Rosas. El peronismo acompañó los diez años de Menem.
¿Dónde está ese peronismo? ¡Se escondió avergonzado por no haber sabido sostener lo actuado en los 90! La debilidad ideológica y la vida por un cargo entregó a Carlos Menem a una novedosa experiencia que presenta serias dificultades para instalarse con autoridad y criterio.