Ruidos geopolíticos en la Antártida

La importancia de sus recursos, desde agua dulce hasta hidrocarburos, podría estar activando políticas destinadas a ejercer cambios en el Sistema del Tratado Antártico

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La exploración rusa produjo el hallazgo de una reserva de hidrocarburos en la Antártida
La exploración rusa produjo el hallazgo de una reserva de hidrocarburos en la Antártida

La reciente información con origen británico, relativa con que Rusia ha encontrado grandes reservas de hidrocarburos, ha resultado pertinente para recentrar y reconcentrar la atención en una zona del planeta donde parece regir un “orden polar internacional”, es decir, un contexto pactado y respetado por todas las partes.

De hecho, sucede algo así, pues allí, en el único territorio del mundo sin divisiones políticas, rige el Tratado Antártico desde hace 65 años, el que podría ser revisado (junto con sus Protocolos) en 2048 sí así lo solicitara cualquiera de sus Partes Consultivas.

La información que trascendió no es nueva, pues la misma compañía rusa RasGeo realizó los hallazgos hace años, ni tampoco es precisa, debido a que tales hallazgos no fueron en el Mar de Weddell sino en el Mar de Riiser-Larsen, al otro lado del continente blanco.

Pero más allá de ello, lo importante es el “ruido” geopolítico que provocó la información en relación con situaciones que vienen teniendo lugar en la Antártida, y que no siempre son debidamente tenidas en cuenta, sobre todo por aquellos países geográficamente más cercanos al sexto continente, los que hasta la fecha no sostienen ninguna concepción complementaria que afirme su proyección más allá de las bases que operan en el mismo.

En 2023, la RAND, uno de los centros estadounidenses de análisis más prestigiosos, realizó un estudio en clave de escenarios de advertencia sobre la Antártida. Dicho informe, Antarctica at Risk. Geostrategic Manoeuvring and the Future of Antarctic Treaty System, advierte que el Sistema del Tratado Antártico podría encontrarse en un curso de debilitamiento, es decir, el orden o gobernanza sobre el que se sustentan las relaciones entre los Estados, podría desestabilizarse como consecuencia de enfoques y políticas de poder que consoliden las ambiciones o propósitos de poderes mayores.

Precisamente, una de las maneras más categóricas de quebrar la gobernanza del Sistema del Tratado Antártico es la relativa con la explotación de los recursos que alberga el riquísimo continente. Como sabemos, el Tratado prohíbe la exploración con propósitos asociados a la explotación de recursos, pero también sabemos que se avecina una carrera por recursos, una era que el brasileño Helio Jaguaribe denominó “imperialismo de suministros”.

Considerando el contexto internacional, esto es, sin orden entre Estados, con guerras latentes entre poderes mayores, con baja cultura estratégica y más bajo aun nivel de multilateralismo, el escenario en aquellos sitios donde un sistema de normas restringe el poder de los Estados, no parece que (más tarde o más temprano) no vaya a ser cuestionado.

En estos términos, el Tratado Antártico reconoce reclamos de soberanía a siete Estados (entre ellos Argentina), pero la creciente actividad de poderes como China y Rusia, los dos actores con más despliegue en los últimos tiempos (Pekín abrió su quinta estación de investigación en 2024, mientras que Moscú continúa afianzando su sistema de posicionamiento satelital, GLONASS), podría llevarlos en un futuro no lejano (quizá antes de 2048) a reclamar el ejercicio de soberanía.

Y aquí la tecnología desempeña un papel estratégico, puesto que, a través de la presencia con bases y la actividad científica, los Estados preeminentes cimientan sus propósitos relativos con “plantar” soberanía en la Antártida. No es que otros Estados menores no realicen actividades, pero los centros mayores lo hacen desde otras ambiciones y otras capacidades, logrando espacios de acción. Por caso, Rusia y China han logrado oponerse a que la totalidad del Mar de Ross sea zona protegida, obteniendo así importantes áreas para su profusa actividad pesquera.

Foto archivo barco rompehielos ruso
Foto archivo barco rompehielos ruso

Continuando con el factor tecnológico como instrumento para lograr avances en relación con eventuales reclamos de soberanía, en la Antártida se llevan a cabo investigaciones que terminan en patentamientos, por caso en materia de bioprospección.

Según un interesante trabajo sobre el tema realizado por profesionales argentinos de la EDENA, “en el Tratado Antártico no se reconoce soberanía sobre el territorio por parte de ninguno de los Estados que lo suscriben. Esa fue la estrategia diseñada para impedir la existencia de conflictos que pusieran en riesgo la paz del continente blanco. Pero hoy surge una contradicción, dado que, al patentar los resultados de las investigaciones que allí se realizan, se están apropiando de parte de la Antártida, lo que puede implicar la negación de esa estrategia en el seno del Tratado. Esto puede conllevar a que cualquiera de los Estados reclamantes de soberanía quiera denunciar el Tratado bajo el entendimiento de que el mismo ha dejado de cumplir la función para el cual fue creado”.

Además, así como en el Ártico el impacto del cambio climático produjo que se abra un corredor de navegación, en la Antártida el cambio climático podría fungir favorable para que se levanten prohibiciones relativas con actividades extractivas.

Por último, en el continente blanco está prohibida toda actividad militar. Sin embargo, los poderes mayores podrían hacer (de hecho lo hacen) un uso dual de sus sistemas de posicionamiento satelital, es decir, llevar adelante actividades de inteligencia que favorezcan actividades militares en otras zonas del globo. Algo parecido a lo que sucede en el espacio exterior, donde el uso dual de los satélites permite que dicho espacio se encuentre en buena medida “militarizado”, aunque no armamentizado.

En breve, la importancia de los recursos en la Antártida, desde agua dulce hasta hidrocarburos, pasando por minerales, pesca, entre los principales, podría estar activando políticas destinadas a ejercer cambios de escala en el Sistema del Tratado Antártico antes incluso de su revisión en 2048. Desde esta perspectiva, la tecnología pasó a desempeñar un papel fundamental.

Es posible que en América Latina esté faltando una cuota mayor de realismo para seguir un escenario aparentemente “calmo”, donde el uso suave del poder por parte de actores con propósitos que tienden a relativizar los alcances de un Tratado firmado en otro tiempo podría terminar afectando sus intereses.

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