El asesinato de Andrea, Pamela y Roxana no es una muerte más. El ataque incluyó a Sofía, que se está recuperando y necesita ayuda. Es un punto de inflexión en el desmantelamiento de las políticas para prevenir la violencia de género y es una muestra -atroz, terrible y dolorosa- que los mensajes de odio no se quedan en las redes sociales, sino que cuestan vidas.
Por eso, quitar los organismos de defensa de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual no solo no es un ahorro para tener superávit sino que sumado a los mensajes de odio -una actitud que demuestra que no es austeridad sino crueldad- genera un enorme déficit: tres mujeres quemadas vivas, un país modelo en derechos LGTTBIQ convertido en un ejemplo de retroceso y muchas personas asustadas. ¿Besarse, quererse o acostarse puede volver a costar la vida?
El vecino de Andrea, Pamela, Roxana y Sofí, que se autolesionó después de quemarlas, Justo Fernando Barrientos, les decía “tortas” y “engendros” a las víctimas. “¿Cuánto pueden arder los cuerpos quemados de tres lesbianas?”, se pregunta la escritora y periodista Marta Dillon en una nota en El Destape. Y apunta: “No es un crimen que no se podía evitar, es un crimen que se instigó a través del odio. Se trata de un hecho fuera de escala sobre el que hubo que insistir para que sea tenido en cuenta por los medios de comunicación dominantes en tanto crimen de odio, un agravante que existe en el código penal, cuando el daño se ha hecho por la orientación sexual o identidad de género de la víctima”.
Por eso, los mensajes de odio no son inocuos. No son un mensaje ingenuo. No son una forma de ahorro, austeridad o ajuste de organismos burocráticos. No son una opinión personal. No son las reglas del juego. Son una forma de instigación a la violencia que tiene consecuencias. Son graves, lo diga quién lo diga. Pero son mucho más graves si el Estado ya no cuida y, por el contrario, descuida a una parte de la sociedad-no casualmente- a mujeres, vulnerables económicamente y disidentes sexualmente. Y es mucho más grave si en vez de tener empatía por el dolor y respuestas frente a la inseguridad sexual -incrementada en la etapa actual de Argentina- no se explica lo que se va a hacer, sino que se discute con quienes piden que se haga algo.
No es casual, sino un ataque que sabe lo que va a generar: dolor, burla y más ataques. “Los discursos de odio son expresiones que tienen como objetivo a determinados grupos sociales y/o demográficos y generan un clima de intolerancia que promueve la discriminación, la hostilidad y la violencia”, define UNICEF. El Estado es responsable de prevenir una violencia que no genera. Pero si el Estado, además de ser ineficiente en la prevención de un delito, la promueve la responsabilidad es doble. Y eso es una tragedia. Que cuesta vidas. Y que genera un enorme déficit social.
“Entre el 1 de enero y el 30 de abril, se registró un femicidio cada 24 horas. Es un récord, nuestro peor récord. La violencia de género, en vez de bajar, sube. Y es lógico: desde que asumió el nuevo gobierno libertario están habilitados los discursos de odio, sobre todo los dirigidos a mujeres y diversidades. Pensemos en el reciente triple femicidio de Barracas: Andrea, Pamela y Mercedes, tres mujeres incendiadas”, escribió la periodista y editora de género de Clarín Mariana Iglesias en su Newsletter, con datos del Observatorio de Femicidio de La Casa del Encuentro.
En el 2022, la Corte Suprema de Justicia de la Nación registró un femicidio cada 35 horas. En el 2024 se registra un femicidio cada 24 horas. Del 2022 al 2019 la reducción de los femicidios fue del 13,1% (34 víctimas directas menos), según datos de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Nunca alcanzó. Nunca se hizo lo suficiente. Nunca se salvó la vida de las mujeres que había que salvar. Pero una cosa es no hacer lo suficiente y otra quitar lo que se hacía y otra, todavía peor, decir que la vida de las mujeres, las lesbianas y las personas trans no importa y negar la violencia específica contra ellas.
El negacionismo de la violencia de género mata y el desmantelamiento de la protección a las mujeres y a la diversidad sexual es cómplice del dolor y la desaparición. La violencia se aceleró y la impunidad también. La desprotección es casi absoluta. Se desmanteló el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad y las políticas para prevenir la violencia de género que -ahora- dependen del Ministerio de Capital Humano no dan respuestas concretas.
De Ministerio se paso a Subsecretaría de Protección contra la Violencia de Género. De una Ministra atacada por ser lesbiana -Ayelén Mazzina- se paso a una Subsecretaría (Claudia Barcia) que no da declaraciones, ni entrevistas, ni responde, ni se la conoce. La reunión con organizaciones de mujeres dejo gustó a poco y muy pocas respuestas concretas.
El presupuesto para luchar contra la violencia de género redujo su ejecución en un 65%, según el informe “Un ajuste que agranda la brecha”, que realizaron la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en alianza con Amnistía Internacional, CELS, EcoFeminita, Fundar y FES Argentina.
En el primer bimestre de 2024 el programa Acompañar (para respaldar a las mujeres que necesitan irse de su casa o no depender del violento para sobrevivir y alimentar a sus hijos e hijas) y la línea 144 (para pedir ayuda y denunciar violencia física, sexual, psicológica, económica y digital) también sufrieron una reducción presupuestaria del 65% respecto del mismo período de 2023. Los mensajes de odio, en cambio, no se reducen Y eso habilita la violencia social que retumba en las casas, en las camas, en las calles.
“Veníamos avanzando en estos temas. Cuesta mucho que se entiendan. Se sancionaron leyes, se dictaron políticas públicas y hasta se creó un Ministerio para que se financiaran programas de apoyo y ayuda a víctimas de violencia. Pero el 10 de diciembre todo se terminó. La Libertad Avanza desprecia los temas de género. Así, pareciera que la discriminación, la violencia y el odio están habilitados desde el gobierno. El presidente Javier Milei destila violencia por las redes sociales, se burla de cualquiera. Si hasta hizo un chiste cuando un alumno se desmayó a su lado”, resaltó Mariana Iglesias.
El 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, UNICEF presentó la campaña #SeLlamaOdio con el objetivo de visibilizar el impacto que tienen los discursos de odio en la vida de chicas y chicos que forman parte de la comunidad LGBTTIQ+. “Casi la mitad de las y los adolescentes escucha regularmente comentarios homofóbicos o transfóbicos por parte de las y los adultos que los rodean, el 70% sufrió o conoce a alguien que fue víctima de discriminación o acoso y 7 de cada 10 piensan que el bullying es un tema que precisa más atención por parte de sus familias”, según una consulta realizada a través de la plataforma U-report.
La libertad no avanza, pero la violencia sí. La violencia no empieza desde la llegada de un gobierno al poder, sino desde que la violencia se impuso como forma de llegar al poder. En 2023 hubo un incremento con respecto al 2022 -se paso de un 13% a un 17% - de aquellas madres y padres cuyas hijas o hijos sufrieron bullying.
El odio no es inocuo, no es igual, no es ignifugo.
El odio mata. El odio quema. El odio lastima.
El odio es un déficit social.