Piqueteros S.A.

Pongamos en el centro, como única salida, que el trabajo es la mejor política social

Movilización al Ministerio de Capital Humano (Franco Fafasuli)

Muchas veces, cuando creemos que hemos visto o vivido lo peor, aparece algo más, que viene a desafiar nuestra capacidad de resistencia ante la perversidad humana. Tal es el caso de la causa abierta por extorsión a beneficiarios de planes sociales. Parece ser que líderes de organizaciones sociales que dicen defender los derechos de trabajadores y personas vulnerables, orquestaron un sistema de robo y extorsión agravado contra el propio colectivo que supuestamente defienden. Evidencia última y atroz de un modelo perimido de asistencia social estatal que es nicho de delito y agentes de la pobreza.

Ahora bien, ¿qué sucede del lado bueno de la vida? O sea, del lado de los que quieren encontrar soluciones estructurales para la vulnerabilidad social vinculada a los bajos recursos. Qué verdad, a todas luces irrefutable, es que la mejor política social es el trabajo. Y sin embargo, la reinserción laboral de nuestra gente que vive en la pobreza parece una causa perdida. Ante esta situación, muchas veces, se dan paliativos. Se los acompaña, vaya eufemismo. Porque a poco que uno acompaña estas situaciones, te convertís en elenco estable del problema y así estamos.

Pongamos en el centro, como única salida, que el trabajo es la mejor política social. Comprometerse con ese postulado a fondo significa dejar de lado radicalmente cualquier otro objetivo y creerse esto hasta las últimas consecuencias. Si usted no se cree esto, deje de leer. Esta humilde opinión no le va a interesar.

Empecemos a pensar juntos otro paradigma basado en nuevos principios. Propongo algunos:

1. La política pública no es privativa del ámbito público. Si en el ámbito privado existen organizaciones que persiguen un bien común desde las que se trabaja intensamente combatiendo la pobreza, si los ciudadanos debemos propender al bienestar general en nuestro carácter de miembros de una Nación en la que todos somos iguales ante la ley, somos todos en conjunto los que debemos comprometernos en el diseño e implementación de políticas públicas que rijan nuestro accionar colectivo. ¿Qué podemos aportar en aras de sacar a la gente económica y socialmente vulnerable de la pobreza, de la esclavitud que supone vivir del asistencialismo?

2. El trabajo desde el que se progresa es el que necesita el mercado, el que genera valor. La mejor política social es una oportunidad de trabajo genuino cuya demanda esté en el mercado. Obviamente la mejora en las condiciones macroeconómicas de un país, el incentivo a la inversión y el crecimiento operan como amplificadores necesarios de oportunidades para todos los individuos entre los que -algunos de ellos- necesitan que se los iguale en capacidades competitivas de base: pero para trabajar, para aprender un oficio, para producir. Y en el mundo real de las necesidades laborales del sector productivo, no en una suerte de Narnia creada por el Estado en donde te subsidio, hago la tarea por vos, te empodero emprendedor de algo que no se necesita y después te lo compro.

3. Todos los recursos deben estar orientados a que el propio sector productivo dé trabajo genuino comprometiéndose a nivelar la formación que los sectores más vulnerables de la población necesitan. El Estado debe ser el incentivador y el creador de condiciones que generen que el sector privado le dé oportunidades reales a los que hoy están fuera del sistema formal de empleo. La formación laboral específica e interesada del sector privado es la que reinserta a los ciudadanos más desfavorecidos al mundo productivo. La verdadera libertad la proporciona la autonomía que otorga el trabajo digno y no el subsidio inútil orquestado por los intereses de turno de las fuerzas políticas que te usan.

4. El sector privado debe comprometerse con la tarea porque la reinserción laboral y el progreso de más argentinos aumenta su capacidad de crecer. Y porque la clase productiva argentina, trabajadora, profesional y activa, en una gran mayoría, quiere, desea y está dispuesta a luchar porque a todos nos vaya mejor. Ese aspiracional existe y lo demuestran los miles de gestos que nos definen como una sociedad solidaria y hermanada en valores comunes que nos trascienden. Del mismo modo que el trigo y la cizaña crecen juntos en el campo, a la par de lo que decíamos al inicio, hay muchos argentinos de bien que disfrutan y desean dar oportunidades a quienes quieran ganarse el sustento trabajando. Así que sí, hay una solución posible.

Terminar con el prejuicio de que es el Estado el único que trabaja por la igualdad de oportunidades y que cuida de los desvalidos es clave en la agenda de este cambio cultural que estamos viviendo. Cuántos gobiernos han sido ineficientes y corruptos en la administración de la “cosa común” estafando a los ciudadanos que aportan y a los que supuestamente benefician.

El desafío es pensar y ejecutar nuevas alternativas. Mientras sigamos sin obtener resultados significativos, ya sea para la gente pobre, ya sea para el flagelo del desempleo, probar renovadas y diferentes líneas de acción es urgente. Si la mejor política social es el trabajo, vayamos a por ello, desde todos los sectores. Sin desvíos ideológicos, sin prejuicios, sin corrupción. Con eficiencia y ganas de crecer y ser mejores.