¿Milei está loco por las reformas que propone?

El asunto de su personalidad es una excusa, y la revolución que impulsa, la causa verdadera de las acusaciones

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Javier Milei
Javier Milei

La idea de que el Presidente es un alienado está instalada no sólo por el libro que se ha escrito sobre él: El Loco. Independientemente del texto, muchos hablan de eso, por ejemplo el racional Carlos “Indio” Solari. Los más atrevidos lo denominan psiquiátrico. Seguramente la personalidad de Milei ayuda. Sus salidas destempladas, sus ataques impiadosos, sus palabras canyengues, su gestualidad maleva de vodevil, le dificultan la posibilidad de tener un millón de amigos, al decir de Roberto Carlos. Sin embargo, separando la paja del trigo, las preguntas a realizarse son: ¿Está perturbado y por eso su conducta? ¿O está loco por la reforma que nos propone? Diría, más que una reforma, una revolución.

El asunto de la personalidad es, a mi ver y entender, una excusa, y la revolución, la causa verdadera. La desregulación, las privatizaciones, las inversiones extranjeras con ciertas ventajas para que vengan verdaderamente, la reforma laboral, el déficit fiscal cero, encarcelar y perseguir a los delincuentes, poner en valor a las FF.AA., suprimir el lenguaje inclusivo, batallar contra la ideología de género.

¡Es una cosa de locos!

De ahí los ataques. Ciertamente no es la primera vez que ocurre.

A Sarmiento además de llamarlo don Yo, le decían loco. Naturalmente el lector avivado entenderá que no estoy comparándolos. Digo que a Sarmiento también le decían loco. Nada Más.

Es cierto que el sanjuanino daba que hablar. Cuando la Provincia de Buenos Aires, a raíz del Acuerdo de San José de Flores, introdujo reformas en la Constitución de 1853, estas fueron discutidas luego en una Convención Nacional ad hoc. En ella se reunieron nuevamente provincianos y porteños para cerrar definitivamente las controversias. Se logró a pesar de los exabruptos de Sarmiento, representante por Buenos Aires. En una de las tantas sesiones, en actitud hostil y ofensiva, se sacó los zapatos y montó sus pies descalzos sobre los bancos apuntando a los provincianos. Más tarde al asumir la Presidencia, y no más el primer día, se le acerca un empleado de la gestión anterior para darse a conocer o pretender continuar en la nueva, Sarmiento sacó nuevamente sus zapatos y lo corrió con el calzado en las manos por las Casa Rosada hasta echarlo a la calle. El segundo día concurrió a la casa de gobierno en carroza con soldados de enorme estatura, seguido por dos cañones. A los trece días aparecieron colmadas las calles con carteles que decían: loco, maniático, animal en dos patas y peludo. En fin, el anecdotario extravagante de su personalidad es gigantesco. Sarmiento mismo en carta a Lucio V. Mansilla reconoce que le dicen loco. Y esto sin citar las cartas a Mitre sobre qué hacer con el gauchaje. Lo cierto fue que luego de visitar a Urquiza en Concepción del Uruguay -un giro copernicano de Sarmiento en dirección a cerrar heridas con el interior- un grupo de porteños enojados por esa conducta han dispuesto: “Que si el Presidente busca la alianza con el interior hay que deshacerse de Urquiza. En caso que fallara esto, al regreso de Sarmiento a Buenos Aires con cualquier pretexto, se le declara loco, y previo un reconocimiento de médicos, se lo encierra en el Hospital de San Buenaventura.” (AGN. Archivo Urquiza. Carta de P. Larrosa a Urquiza. 18/1/1870) Hay más, pero por ahora lo dejamos tranquilo. ¡Y acá está la madre del borrego! Encerrarlo por loco al atreverse a dar vuelta como un guante la política de aquellos años.

El presente

¿El único loco es Milei? ¿Cristina Kirchner, no? Veamos. La ex presidente acaba de hacer declaraciones de una imprudencia absoluta, lindante con una insania intelectual, y esto, por ser prudentes, y no involucrar su mundo emocional. Dijo en el Instituto Patria: “Después del golpe de 1976 hubo un tiempo de tremenda violencia y sin embargo gran parte de la sociedad decía ‘algo habrán hecho’”. Estas declaraciones merecen un artículo más extenso, pero por ahora solo diremos que CFK omite la violencia anterior al golpe, precisamente la que desataron las bandas terroristas, con las que simpatiza, atacando a la sociedad argentina y particularmente al peronismo. Y luego responsabiliza a la sociedad porque decía “algo habrán hecho”. Pregunta: ¿Se equivocaba la sociedad? ¿No habían hecho nada los subversivos? ¿Eran acaso almas bautismales? Más adelante: “En estos momentos de crueldad e individualismo, que nos parece que son inéditos, pero ya pasaron cosas similares y no es la primera vez que la sociedad reacciona de esa manera”. En síntesis, Cristina emparenta al tiempo actual con las dictaduras, la decisión de un grupo de oficiales superiores de las FF.AA. con la voluntad del 56% de los argentinos. Entonces: ¿Quién está más loco?

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