En un contexto de recesión, desocupación, y creciente enojo frente a la corrupción, el equipo del entonces Jefe de Gobierno Porteño, Fernando de La Rúa, logró interpretar de forma correcta la llave de la elección del año 1999.
Mucho se habla sobre la frase “dicen que soy aburrido”, utilizada para contrastar con la imagen del gobierno menemista; la de una fiesta para pocos en donde el propio Menem hacía de anfitrión. Sin embargo, pocos parecen recordar el “ah, conmigo un peso un dólar” frase con la que el líder radical prometía continuar con el modelo económico que le había dado a la clase media argentina la chance de viajar a Miami y comprarse electrodomésticos importados.
La clave de la campaña estaba allí: la mayoría de los argentinos veían en la corrupción y la falta de pudor de Menem el verdadero problema del país. El foco no estaba en el 1 a 1. Y funcionó, en octubre de 1999 la Alianza entre la UCR y el FREPASO resultó ganadora con el 48% de los votos y De La Rúa se convirtió en el presidente argentino de cara al nuevo milenio.
Con la presidencia llegaron los problemas. Para sostener el uno a uno era fundamental hacer un ajuste brutal. Educación, jubilaciones, salud nada se salvó. Pero no era suficiente. Para sostener el vínculo con el Fondo Monetario Internacional era necesario cumplir con otra de sus exigencias, una reforma laboral.
A tan solo 5 meses de asumir, el gobierno logró que se sancionara la polémica reforma laboral que reducía los derechos de los trabajadores. Lo logró aun sin tener mayoría en ambas cámaras. Todo parecía encaminado hasta que el líder sindical Hugo Moyano sugirió que el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, había pagado coimas a los senadores.
“Ël (el Ministro) me dijo: para los senadores tengo la Banelco” fue la frase utilizada por Moyano. La cuestión se volvió un escándalo nacional y, a solo 10 meses de haber asumido, el vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, renunció a su cargo denunciando corrupción en su propio gobierno.
El impacto sobre la credibilidad de De La Rúa fue total. Él había prometido acabar con la corrupción, él era honesto, no el que pagaba coimas. La promesa de campaña estaba rota, al ajuste brutal se le empieza a sumar la pérdida de confianza en el gobierno. La imagen del presidente sufre una caída estrepitosa: del 78 % de imagen positiva en enero del 2000, cae al 50 % en junio, y al 23 % en octubre del mismo año.
A De La Rua lo convierten en un meme, los argentinos ya no le creían. Entonces toma una decisión que no tendrá vuelta atrás. En un intento de mejorar su imagen, el 21 de diciembre del año 2000 asiste al programa más visto del momento y que más daño le estaba haciendo, el Show de Videomatch.
La entrevista fue un desastre, el intento de ablandar al líder radical terminó profundizando la ridiculización por errores del propio Presidente: cuando un joven lo increpa al aire para pedir la libertad los presos de La Tablada este no sabe cómo reaccionar. No lo mira, casi que trata de ignorarlo.
Luego de eso, todo se rompe, De La Rúa profundiza el ridículo. Se confunde el nombre del programa, equivoca el nombre de la esposa del conductor y hasta le erra a la salida del estudio. La nota no hizo más que confirmar todos los prejuicios que los argentinos tenían de su Presidente. Era un hombre sin poder que no estaba al tanto de lo que sucedía a su alrededor.
La crisis continúa, en las elecciones legislativas de octubre el gobierno pierde más de 4 millones de votos. Comienzan las corridas en los bancos y el gobierno anuncia “el corralito”. La televisión transmite saqueos en todo el país.
Casi un año después de la fatídica entrevista, De la Rúa vuelve a las pantallas de televisión de todos los argentinos. Esta vez en cadena nacional para declarar el “estado de sitio en todo el territorio nacional”. Un último intento de recuperar un país que se le iba de las manos.
Un presidente sin apoyo ni autoridad declara el estado de sitio y provoca todo lo contrario. Miles de personas salen a las calles a protestar, la represión policial provoca el asesinato 39 argentinos y el 20 de diciembre de 2001 De La Rúa renuncia a la presidencia de la Nación.
De la Rúa estuvo solo 742 días en el poder. Fue sinónimo de crisis, caos e incapacidad. La historia de cómo un Presidente fue perdiendo autoridad hasta tener que abandonar el cargo en la mitad de su mandato es narrada al detalle en el episodio “Santificarás las fiestas”, del podcast La Gota, producido por la consultora Ad Hoc.
* El autor es Politólogo (UBA), director de la consultora Ad Hoc y realizador del podcast La Gota