Los viajes de la Canciller Diana Mondino a Brasil y China muestran un enfoque pragmático en las relaciones internacionales que contrasta con las afirmaciones ideológicas efectuadas por el presidente Javier Milei durante la campaña electoral. Más allá de las reuniones formales que caracterizan este tipo de visitas, en ambos países estuvo acompañada por delegaciones de empresarios para promover los contactos de negocios. En San Pablo participó de las reuniones organizadas por la Federación de Industriales de Sao Paulo y en Shanghai en el Foro de Negocios e Inversiones donde destacó la importancia que el gobierno asigna al sector privado en su política económica.
Las características de estas misiones cuestionan las objeciones formuladas en diversas instancias sobre los riesgos que implicaba para las relaciones de Argentina el alineamiento explícito con occidente. Todas esas impugnaciones coincidían en señalar que el cambio de orientación pondría en peligro las exportaciones argentinas a esos mercados considerados prioritarios. Las exportaciones a Brasil fueron 11.873 y a China 5.272 millones mientras que las importaciones alcanzaron a 17.348 y 14.496 respectivamente. En ambos casos, la Argentina tuvo un déficit de 5475 con Brasil y 9224 con China en 2023. El mercado brasileño representó el 18% y el de China 5% del total de 66.788 millones de exportaciones.
El extendido temor por las consecuencias económicas involucra un reconocimiento a las posibilidades de que uno y otro aplicaran restricciones al ingreso de los productos argentinos como una forma de manifestar el desacuerdo por la posición adoptada por el país en política internacional. Las preocupaciones constituyen una forma de avalar el derecho de terceros de aplicar sanciones económicas o comerciales cuando existen disonancias políticas. Esta posición condescendiente muchas veces alentada en los análisis geopolíticos propone en definitiva ceder por conveniencias y renunciar a una política exterior independiente.
Estados Unidos y Europa han aplicado sanciones ante situaciones extremas como la invasión a Ucrania, violaciones a los derechos humanos y resquebrajamiento de la institucionalidad democrática que fueron correspondidas por los países afectadas con medidas recíprocas. Cuando EE.UU. invocó razones de seguridad nacional la OMC calificó dichas medidas como violatorias de los acuerdos del GATT. China impuso restricciones unilaterales a las importaciones australianas cuando cuestionó las explicaciones sobre los orígenes del COVID-19.
El comportamiento de las empresas estatales (SOE) y el financiamiento de los bancos públicos de China en el intercambio comercial constituyen siempre una incógnita porque están sujetas a la influencia de los órganos políticos y son difíciles de prever por la reserva de las operaciones. El acuerdo firmado con los EE.UU. en enero de 2020 para incrementar las importaciones con el propósito de disminuir el déficit comercial a través de las empresas públicas representa un ejemplo del uso de ese mecanismo con fines políticos.
El denodado uso del eufemismo multipolar para caracterizar la época actual implica respetar las diferencias del posicionamiento de los países incluyendo las formas de gobierno sin afectar las relaciones económicas y comerciales como se repite asiduamente bajo el slogan “win-win situation” en declaraciones oficiales salvo que se persiga en forma soslayada una nueva hegemonía. Esta fraseología que ya forma parte del folclore internacional debería interpretarse en ambas direcciones sin cuestionar las divergencias y aceptando en todos los casos la diversidad sin temor a las represalias.