Cada uno de los programas de inteligencia artificial (IA) existentes en el mercado no crea “conocimiento básico nuevo”, ya que funciona haciendo combinaciones de la Big Data o Base de Datos, con la que fue programada, bien enorme por cierto. Sin embargo, como la interrelación, iteración, interpretación y la combinación de dichos datos puede hacerse a velocidades no accesibles a la mente humana, sus “conclusiones”, “recomendaciones” o “decisiones” son de importancia vital para el desarrollo de nuevas innovaciones, particularmente en temas políticos, económicos o estratégicos. Por todo ello, asistimos a un frenético desarrollo de la IA en las principales naciones del mundo, lo cual va a impactar fuertemente en la geopolítica mundial. La competencia se acrecentará con el tiempo, incidiendo en muy diversos aspectos, militares, económicos, políticos y en la comunicación social.
Ámbito militar: desarrollo de novedosos sistemas de armas autónomas, sofisticadas y precisas, como la automatización de drones, misiles hipersónicos y sistemas de inteligencia y vigilancia militar cibernética, lo cual está cambiando las formas de la guerra moderna. Su aplicación práctica en diversos campos de batalla (Ucrania, Medio Oriente) hace que las inversiones y las innovaciones se prueben en tiempo real; lamentablemente con bajo control de las cuestiones éticas relacionadas con el uso de armas autónomas.
Como hemos explicado en artículos anteriores estamos asistiendo a una nueva carrera armamentista, en la cual cada país se esfuerza por mantener ciertas ventajas tecnológicas, aumentando así el riesgo potencial de una escalada en los conflictos. Como algunas de las nuevas innovaciones se aplicarán a usos en el campo civil, para redistribuir sus elevados costos, ello tendrá también implicaciones significativas para la privacidad y la seguridad de la ciudadanía.
Ciberseguridad: La IA se usa para incrementar las capacidades de ciberseguridad y vigilancia, tanto en el campo de la defensa nacional como para el control interno de la población. Los gobiernos están utilizando la IA para detectar y prevenir ciberataques, pero también para rastrear y monitorear a las personas, sean estas criminales, o no. Eso implica serios riesgos para la libertad de expresión. Las empresas privadas utilizan IA para protegerse de los piratas informáticos, mientras que los actores estatales buscan aplicaciones sofisticadas de la IA para mejorar sistemas de ataques y defensas en el campo cibernético o para el control poblacional, mediante sistemas de reconocimiento facial, seguimiento de ubicación y análisis de datos de consumo. Afectar la privacidad de las personas es afectar uno de sus derechos humanos fundamentales.
Manipulación mediática: La IA es una de las herramientas más formidables de la guerra cognitiva para manipular la información, en orden a fraccionar la opinión pública o para amplificar las grietas en una sociedad. Las redes sociales y las plataformas en línea pueden amplificar en forma muy sofisticada la difusión de desinformación y propaganda a gran escala, mediante la creación de noticias falsas, o mediante la orientación de anuncios y contenido de redes sociales a grupos poblacionales específicos. Esto impacta en los procesos políticos (por ejemplo, en las elecciones) y plantea desafíos para el sano ejercicio democrático.
Competencia económica: La IA es un factor clave en el desarrollo económico en el siglo XXI y su implementación práctica significará una ventaja competitiva significativa en los sectores de la producción, la medicina y el transporte, entre otros. Quedarse rezagado conducirá a mayores desigualdades económicas y a tensiones entre las naciones. Es muy probable que se produzca una mayor concentración de riqueza en pocas empresas. La eventual cooperación entre varios países podría democratizar el desarrollo de nuevas tecnologías, mejorar la eficiencia de las cadenas de suministro y crear nuevas oportunidades comerciales.
Gobernabilidad global: La no existencia de un marco legal o ético internacional claro para su desarrollo y su uso, plantea nuevos desafíos para la geopolítica y para la gobernabilidad de todos los países. La utilización indebida, maliciosa o agresiva por parte de estados o actores no estatales, de herramientas desarrolladas con IA puede desencadenar serios conflictos, con graves consecuencias para la paz y la seguridad internacional. Los sesgos algorítmicos, creados por IA pueden perpetuar y amplificar a los actualmente existentes; la discriminación social, étnica, racial, o sexual podrían aumentar.
Impacto social: La robotización reforzada por IA podría conducir a la pérdida de empleos y a una mayor desigualdad económica. Si cada país no implementa un plan estratégico para impulsar su desarrollo integral, es probable que su debilidad sea aprovechada por otros para apropiarse de sus riquezas, mantener a su población en constates peleas internas y en la ignorancia. En definitiva, colonizarlos sin que ellos mismos se den cuenta de su decadencia.
Los actores principales de la IA en el conflicto geopolítico actual
El panorama se caracteriza por una creciente competencia entre las naciones que impulsan rápidos avances tecnológicos. EEUU y China van a la vanguardia en el desarrollo de la IA, con inversiones significativas en I+D. La fuerte rivalidad entre ambos países por la supremacía tecnológica en este campo no necesita ninguna explicación. La Unión Europea, Rusia, India, Japón, Corea del Sur e Israel también están aumentando sus inversiones en IA, para no quedarse atrás en la carrera tecnológica, ya que la consideran una herramienta clave para aumentar su poder e influencia en el escenario mundial. Algunos la consideran “más peligrosa que las armas nucleares”.
EEUU posee una larga trayectoria en investigación básica realizadas en universidades e instituciones como el MIT, Stanford y Carnegie Mellon. Tiene un ecosistema de startups empresarial robusto; Silicon Valley alberga a las principales empresas tecnológicas del mundo, líderes en innovación y en desarrollo de aplicaciones de IA. Se fomenta la colaboración entre academia, industria y gobierno, lo que facilita el intercambio de ideas y la rápida transferencia de tecnología. Atrae a talentos extranjeros con altas remuneraciones. Es líder global en patentes. Existen preocupaciones éticas en algunos de sus investigadores sobre los sesgos algorítmicos, la privacidad de datos y el potencial uso indebido de sus investigaciones. Su principal debilidad pasa porque la inversión en IA está fragmentada entre más de 15 agencias gubernamentales, lo que puede dificultar la alineación de objetivos y esfuerzos. También existe la fuga de cerebros; algunos talentos estarían siendo atraídos por China y otros países mediante atractivas políticas.
China ha realizado masivas inversiones en IA, estableciendo ambiciosos objetivos para convertirse en líder mundial en este campo para el 2030. Es el país que más invierte: 150.000 millones USD, la mayor parte en grandes empresas público privadas. China tiene una ventaja competitiva poco igualable (excepto India): una enorme población (1400 millones) que genera una gran Big Data, proporcionando terreno fértil para el desarrollo de algoritmos. Su enfoque, como con otras tecnologías, es priorizar la búsqueda directa de las aplicaciones prácticas, con impacto tangible en sectores como la industria, el transporte y la agricultura. Tiene muchas aplicaciones relacionadas con la vigilancia y el control poblacional. Tiene más de 17.000 patentes. Sus debilidades pasan por la dependencia de cierta tecnología extranjera, en algunos componentes clave, como microchips y software de código abierto. Si bien le faltaba cierta cultura de innovación “libre”, por el excesivo peso del Estado, los tiempos están cambiando y se observa una creciente colaboración estrecha con los privados, aunque enfrenta críticas externas por la falta de protección de la propiedad intelectual y la transferencia forzada de tecnología.
Rusia lanzó una Estrategia Nacional de Desarrollo de la Inteligencia Artificial con varios centros de I+D, como el Instituto Skolkovo de Ciencia y Tecnología y el Laboratorio Yandex, sustentado en un sólido grupo de científicos e ingenieros, formados en las universidades rusas, que, junto con startups innovadoras y empresas tecnológicas han desarrollado tecnologías de punta, entre ellas el sistema de reconocimiento facial FindFace, sistemas de procesamiento del lenguaje, el traductor de idiomas Yandex Translate, y otras aplicaciones de uso militar (drones autónomos, software de toma de decisiones, aviones supersónicos); también en el campo de la medicina, y la agricultura. Las debilidades rusas son la fuga de cerebros, atraídos por EEUU y China y la dependencia extranjera de microprocesadores de alta tecnología.
Visión crítica de la IA
A partir de la difusión global de sistemas de IA (ChatGPT y otros), el mundo comenzó a creer que todo se puede resolver usando esa “maravillosa” herramienta. Muchos niños se preguntaron: ¿Para qué estudiar si puedo usar la IA? Pero la IA no deja de ser más que un sistema que funciona correlacionando datos cargados en su sistema, usando algoritmos, estadísticas, lógica y el cálculo de probabilidades, por medio del cual podemos encontrar rápidamente la respuesta a muchos problemas. Pero según el filósofo francés Éric Sadin “cuando las personas empezaron a utilizar ChatGPT no vieron las consecuencias civilizatorias que tiene”. “El lenguaje estandarizado de la inteligencia artificial huele a muerte”. La vida cotidiana opera por “el maravilloso choque entre el legado común y cada singularidad con su capacidad subjetiva”, donde el lenguaje es el punto de encuentro; “lo que llamamos cultura está hecho de una infinidad de textos, esquemas de construcción, gramática y ortografía que aprendemos en la infancia y que, en la adultez, nos permite forjar textos en primera persona, de manera única”. “Lo que hablamos no mantiene una relación probabilística con el lenguaje, sino que es el lugar de la libertad humana, el lugar de la creatividad; el lenguaje es la creación continua y siempre singular de una persona que habla en nombre propio con libertad”. Ninguna IA podrá jamás reemplazar ni las emociones sinceras, ni la creatividad de la poesía, ni el concepto de solidaridad o de comunidad. El agobiante utilitarismo economicista, pregonado por una élite tecno-financiera global, impide ver las consecuencias sociales, políticas y civilizatorias del uso incorrecto de la IA. Lamentablemente ya observamos las consecuencias del hecho que nuestros niños frecuenten compulsivamente las pantallas, dado que ello genera conexiones neuronales empobrecidas, sistemas que nos privan de la expresión de la singularidad y la tranquilidad espiritual. La sociedad ya vive bastante enloquecida por las fake news y la desinformación. El actual uso masivo de la “posverdad”, que impide distinguir la verdad de la mentira, será una leve marejada que se transformará en un tsunami destructor, si la IA se apodera del comando civilizatorio.