La estabilización macro involucra el sinceramiento o corrección de precios relativos, el ajuste fiscal y la corrección del balance del BCRA.
La reforma económica, por su parte, pretende mejorar el andamiaje regulatorio y la calidad de la gestión de las políticas públicas, circunscribiendo al Estado al mínimo de funciones que le son propias.
Una macro estable (sin inflación y sin distorsiones de precios insustentables) y una economía desregulada y competitiva (sin el peso muerto de un Estado fofo e ineficiente) son condiciones necesarias (las dos) para poder aspirar al crecimiento de la inversión, del empleo y del PBI, tanto a corto como a largo plazo.
La media sanción del proyecto de Ley de Bases y Principios y el de la Ley de Medidas Fiscales Paliativas, si bien esmerilados respecto de las pretensiones originales del Gobierno, son un paso importante para el fortalecimiento de los dos pilares del cambio. Y la continuidad del superávit fiscal, los indicios de que la inflación sigue en descenso y los primeros atisbos de resurgimiento del crédito a largo plazo, ayudan a mantener altas las expectativas de la opinión pública y del mercado respecto de las chances de éxito del programa. Todo programa necesita de ese crédito social y éste, por el momento, lo sigue teniendo.
La reforma económica pretende mejorar el andamiaje regulatorio y la calidad de la gestión de las políticas públicas, circunscribiendo al Estado al mínimo de funciones que le son propias
Es en este contexto en el que algunas decisiones y declaraciones recientes de las máximas autoridades económicas de la Argentina despiertan cierta preocupación.
Es posible que algunos valoren que el presidente Javier Milei sea más político que lo que inicialmente se creía, y aplaudan que tome ciertas decisiones o postergue otras en función de sus efectos inmediatos sobre la opinión pública. Pero lo que puede lucir como una decisión oportuna en el corto plazo puede transformarse rápidamente en un obstáculo para el éxito del programa.
Marcha atrás
Entre esas decisiones, a la marcha atrás con los aumentos de precios de la medicina prepaga y la postergación del aumento del costo del transporte en el AMBA, se sumaron durante esta semana la no actualización del impuesto a los combustibles líquidos y la postergación del aumento de las tarifas de gas y luz prevista para este mes.
Si bien estas decisiones permiten contener la caída de los ingresos reales de una gran mayoría de los argentinos, demoran y ponen un signo de pregunta sobre uno de los objetivos prioritarios del programa macro. La corrección de precios relativos fue incluso presentada por el ministro Luis Caputo al hacerse cargo de su gestión como un paso previo imprescindible a la implementación de una estabilización sustentable.
Vale la pena recordar que el ministro calificó al programa de emergencia, como forma de reafirmar que luego vendría otro más definitivo.
El problema de no terminar con esa etapa de correcciones radica en que cuanto mayor es la dispersión de precios relativos la tasa de inflación tarda más en reducirse.
La inercia inflacionaria (siempre hay algún precio que está atrasado e intenta recuperar el terreno perdido) es más alta cuanto mayor la dispersión de precios relativos.
Además, cuando esa corrección se posterga por decisiones del Gobierno es natural que uno se pregunte cuándo y cuánto se corregirán y qué sucederá entonces: ¿los costos que se evitan hoy se podrán evitar mañana?
El problema de no terminar con esa etapa de correcciones radica en que cuanto mayor es la dispersión de precios relativos la tasa de inflación tarda más en reducirse
Estas preguntas son válidas tanto en el caso de las prepagas, como en el de las tarifas de la luz y del gas como en el caso del dólar.
En relación a éste, el ministro Caputo sostuvo en la última semana que “coexistiremos con un tipo de cambio real más apreciado porque las condiciones han cambiado debido a los superávits gemelos. Esta apreciación está aquí para quedarse. No esperen el cimbronazo”.
Obviamente el dólar es un precio clave en el proceso de determinación del resto de los precios de la economía. Y la apreciación real a la que hace mención el ministro colabora, al igual que las postergaciones de los aumentos antes mencionados, para que la inflación muestre un descenso.
Pero la continuidad del cepo hace dudar de que el tipo de cambio se encuentre en un nivel sustentable. Sobre todo cuando el ministro de Economía volvió a repetir “que no quieren correr riesgos innecesarios levantando el cepo demasiado pronto”.
Recuerdo que el mismo Presidente dijo no hace mucho que no era el momento de levantar el cepo porque veía una probabilidad del 50% de que se produjera una corrida (léase un salto cambiario).
Evitar la complacencia
La postergación del sinceramiento de precios relativos, en un contexto de fuerte apreciación real del peso, puede convertirse en un obstáculo muy difícil de sortear para seguir reduciendo las expectativas y las presiones inflacionarias (aunque, en el cortísimo plazo, el colapso del consumo y de la actividad económica pueden más que compensarlas).
La postergación del sinceramiento de precios relativos, en un contexto de fuerte apreciación real del peso, puede convertirse en un obstáculo muy difícil de sortear para seguir reduciendo las expectativas y las presiones inflacionarias
El ministro Luis Caputo sostuvo en tal sentido que “somos muy optimistas sobre el proceso de desinflación. Actualmente no hay razón macroeconómica para la inflación. Este mes, la inflación subyacente sorprenderá a muchos”.
Y el Presidente, la semana pasada, se arriesgó aún más planteando la posibilidad de que Argentina se encamine hacia una deflación. Supuestamente como resultado del ajuste fiscal y del ajuste del balance del Banco Central.
Sin embargo, el pasivo de la autoridad monetaria sigue creciendo a tasas muy altas. Los datos dan cuenta que desde mediados de diciembre la base monetaria creció un 53% (221% anualizado) y que los pasivos financieros (la base más los pasivos remunerados) un 41% (153% anualizado). Ya no crecen dominados por el déficit fiscal y crecen menos que los precios, pero la inflación es el mecanismo que limpia el exceso de oferta de esos pasivos (nominales) que no se demandan.
Hasta no hace mucho tiempo atrás el ministro y el Presidente hablaban de expansiones nominales y de rezagos en la operación de la política monetaria. Ahora, parece que lo nominal no importa y que los rezagos ya no existen. El ancla fiscal es clave, pero no lo es todo.
Ahora, parece que lo nominal no importa y que los rezagos ya no existen. El ancla fiscal es clave, pero no lo es todo
Por último, no sólo preocupa que se posponga la corrección de los precios relativos o que el balance del BCRA siga mostrando inercias que están lejos de sugerir una deflación cercana.
La historia argentina está llena de episodios en el que la complacencia que genera el éxito inicial de un programa termina convirtiéndose en un pase VIP a un nuevo round de crisis.
El Luis Caputo tuiteó el 1 de Mayo que “Porque estamos cómodos en lo fiscal, priorizamos bajar la inflación y no cargar más con gastos de momento a la clase media”. Ojalá se olvide pronto del “cómodos” y no se olvide del “de momento”.
Volver a repetir el ciclo Crisis-Reforma-Alivio-Complacencia-Crisis es un lujo que esta vez deberíamos evitar a toda costa.
El autor es director de Perspectiv@s Económicas, consultora