¿A quién le importa el Impenetrable chaqueño?

No sólo es el último gran bosque que le queda a la Argentina. También es fuente de riquezas culturales, humanas y naturales, de un modo de vivir que tiene la capacidad de ser sustentable, hospitalario, sencillo y cuidadoso de la naturaleza

Guardar
El Impenetrable
El Impenetrable

La falta de oportunidades en educación, salud y empleo, así como la falta de condiciones e infraestructura en las zonas rurales, limita profundamente el desarrollo de las personas y provoca la migración de las familias a entornos urbanizados. Esto promueve el desvanecimiento de las comunidades, sus redes, hábitos y costumbres, trayendo como consecuencia la desaparición de culturas con características propias en armonía con la naturaleza.

La Asociación Civil Monte Adentro trabaja desde 2015 en la provincia de Chaco, Argentina, junto a las comunidades rurales del impenetrable chaqueño. Promueven y acompañan proyectos comunitarios que permitan a las poblaciones desarrollarse íntegramente en su lugar de origen, en armonía con la biodiversidad.

Desde los primeros pasos, Monte Adentro trabajó en conjunto con la Fundación Pastoral Universitaria San Lucas, siendo esta protagonista en la construcción de oportunidades de calidad y estructurales en las comunidades rurales del impenetrable.

Primero fue un apoyo sostenido en atención médica especializada, luego el apoyo a becas terciarias para jóvenes del monte, y este camino se fue profundizando hasta el día de hoy donde el apoyo ya llega en forma directa a los hogares de las comunidades a través de las coordinaciones comunitarias.

Me comentaba Alejandro, uno de los coordinadores de comunidades: “Cuando me preparaba para venir a vivir al monte chaqueño una cosa resonaba en mí con fuerza: con ellos, juntos a ellos.

En el Evangelio Jesús no duda en ponerse en movimiento. Va de un lado a otro prestando atención a lo que la gente necesita y busca. Su búsqueda es la búsqueda de las personas con quienes se encuentra.

Cuando llegué a vivir a Boquerón me encontré con un montón de gente distinta, un montón de familias, jóvenes, adultos, ancianos, niños. De a poco, con el pasar de los meses fui descubriendo la identidad de esta gente. Me fui percatando de qué significaba ‘ser del monte’ para cada uno de ellos. Ser del monte tiene que ver con ser con el monte, es decir, vivir en una relación muy cercana con lo natural que ocurre alrededor.

Es increíble cómo los niños conocen su medio alrededor, conocen cada animal, cada planta, cada especie de árbol de la zona. Un animal no es simplemente un animal, sino ese animal. La naturaleza no es algo aparte sino parte de la vida. Y además, va creciendo la conciencia del cuidado. Las familias saben que si cuidan el monte se cuidan a sí mismos, porque viven de él.

La lejanía está siempre presente como factor de decisión y condicionamiento. Todo requiere un esfuerzo más: ir a trabajar, ir a estudiar, ir a hacer compras, ir al médico. Los esfuerzos son muy grandes para acceder a algunas cosas que parecen tan simples. Por eso mismo, o sea, por reconocer el esfuerzo que implica acortar distancias y llegar a un lugar, siento que las familias rebosan en hospitalidad. Cuando alguien llega, conocido o desconocido, dejan todo lo que están haciendo, sacan un par de sillas y te invitan a ‘pasar un rato’.

Mi trabajo aquí tiene bastante de pasar un rato por las casas de las familias. Como coordinador comunitario hago el seguimiento de lo que va ocurriendo en cada comunidad. Visitar un hogar es invaluable. Allí se dan un montón de cosas juntas: la confianza de quien te recibe, la disposición a conocer una realidad distinta, la atención para darse cuenta de qué pasa en ese hogar, las expresiones, los mates compartidos, el ver, aunque sea fugazmente, cómo se da la dinámica familiar. Cada comunidad y cada familia es un mundo.

El misterio de lo humano está en todos lados. Una realidad, por ser lejana, no deja de guardar en sí lo más profundo de la humanidad. Me ha tocado escuchar hermosas historias de fe y de lucha. He descubierto gente con un humor bellísimo, con una creatividad descomunal. ¿Quién sino el bueno de Dios regalando todo ese don?

Además del trabajo que realizo en Monte Adentro como coordinador comunitario, también he tenido la oportunidad de compartir espacios de catequesis con jóvenes locales, incluso de ir con un grupo de siete chicos a la peregrinación juvenil de Itatí en Corrientes. Contarles sobre la vida de Jesús suele resultar sencillo porque se pueden evocar muchas imágenes de la vida del monte para hablar de la Buena Noticia.

Los cardos del campo y las aves del cielo siempre están ahí. La naturaleza misma es desbordante. La naturaleza lucha y resurge a pesar de todos los maltratos que tenemos con ella. La gente del monte tiene sangre de naturaleza, porque lucha siempre, también espera siempre porque reconoce la crudeza de las condiciones climáticas pero cree en la bondad de la tierra.

A veces los resultados de lo que hacemos no se ven tan rápido. Más aún en el campo los procesos son lentos. Pero con el tiempo se ven. Ver un joven que logra terminar la secundaria gracias al apoyo de una beca es esperanzador. Notar cómo luego de varias visitas una familia comienza a contarte sobre algún conflicto que viven es un signo de luz.

Que una comunidad se junte a celebrar el arreglo de un lugar o el aniversario de alguna institución es comunión en su sentido más llano y real.

Por todo esto agradezco y en especial porque detrás de cada relato hay personas que lo sustentan. En ellas la vida de Dios, la respiración de la tierra, una luz para mi camino y esperanza para un mundo donde reine el amor”.

Gracias al sostenimiento de este rol, hoy podemos resumir que el apoyo de Fundación Pastoral Universitaria San Lucas impulsa que todas las semanas: se acompañen a más de 700 familias del monte; se promueven más de 30 espacios de apoyo escolar, 11 escuelas de fútbol, 25 cursos de oficios y 5 huertas comunitarias.

Son más de 60 espacios de desarrollo comunitario que funcionan todas las semanas en parajes rurales aislados del impenetrable chaqueño.

Este martes 30 de Abril por la madrugada, mientras la atención nacional estaba centrada en la discusión de la llamada Ley Bases, en la provincia de Chaco sucedía algo de suma gravedad para el ambiente y el desarrollo de la sociedad.

Mientras trascurre esta vida simple en el campo, el jueves pasado a la madrugada la Legislatura del Chaco votó una ley que abre las puertas para desmontar hasta un millón de hectáreas en el último gran bosque argentino: el impenetrable chaqueño.

Sin duda esto sería una catástrofe ambiental y social, no sólo por la pérdida de biodiversidad sino también por la pérdida de tierra y recursos para los pobladores de la región impenetrable. Es aumentar el riesgo de generar más pobreza, más calor, más sequía, menos recursos naturales. Muchos de los habitantes del monte están flojos de papeles, de eso se aprovechas los beneficiarios de la tierra para llegar con una topadora y barrer su vida, con la prepotencia de señores que ignoran los derechos a permanecer allí a estos Chaqueños que defendemos y mientras Buenos Aires mira para otro lado.

Además justo la zona que habilitan para desmontar es aquella que une al Parque Nacional Copo de la provincia de Santiago del Estero, la reserva La Pirámide, la reserva provincial Loro Hablador y finalmente el Parque Nacional Impenetrable en la provincia de Chaco. Es un corredor vital de conservación para la vida de grandes mamíferos y la conexión de todo el bosque. Romperlo conlleva el riesgo de destruir un ecosistema.

En los últimos años la región del impenetrable chaqueño viene sufriendo grandes calores y sequías con mucha más intensidad y por períodos más largos de los que solía suceder. En el mes de marzo de 2024 la mayoría de los días tuvieron temperaturas que oscilaron entre los 40 y 60 grados, con escasas lluvias. Algo fuera de lo acostumbrado. Aquí parece que el cambio climático ya llegó para quedarse, y no en eventos intermitentes.

Alguien podría decir que los desmontes son necesarios para producir más y así generar más riqueza. Desde la sanción de la ley de Bosques, en la provincia de Chaco se desmontaron más de 540.000 hectáreas.

Sólo en el 2023 se desmontaron 57.343 hectáreas (la superficie de casi tres ciudades de Buenos Aires arrasadas).

Y sin embargo, los índices de pobreza no han mejorado, y la población sigue migrando hacia cordones urbanos de grandes ciudades y sobre todo a otras provincias.

¿Acaso no es momento de invertir en el desarrollo humano de las comunidades del impenetrable chaqueño en armonía con la biodiversidad para bien de la sociedad actual y generaciones futuras?

El impenetrable chaqueño no sólo es el último gran bosque que le queda a la Argentina. También es fuente de riquezas culturales, humanas, naturales, todas entrelazadas, de un modo de vivir que tiene la capacidad de ser sustentable, hospitalario, sencillo y cuidadoso de la naturaleza. Quedan pocos lugares con estas características tan valiosas y trascendentes para la vida de una sociedad.

La ley se encuentra en el siguiente link

Guardar