¿Despertará Estados Unidos? No es solo antisemitismo en universidades, es un serio problema de seguridad nacional

Lo que nos muestran las protestas en las universidades es que el verdadero objetivo no es Israel, sino el país norteamericano, que todavía no parece ni entenderlo del todo ni reaccionar

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La policía detiene a un manifestante, mientras otros policías entran en el campus de la Universidad de Columbia.  (REUTERS/David Dee Delgado)
La policía detiene a un manifestante, mientras otros policías entran en el campus de la Universidad de Columbia. (REUTERS/David Dee Delgado)

Lo que al inicio eran manifestaciones a favor de Hamas y en contra de Israel, ha evolucionado hacia un preocupante tema de seguridad nacional, sin que todavía se entienda del todo su gravedad. La policía ingresó finalmente a Columbia, pero la magnitud del problema no cambia.

A nivel universitario, EE. UU. no fue el primer lugar donde tuvo lugar, sino uno de los últimos, y si llamó tanto la atención era por ser el país que es, toda vez que, en muchas instituciones, por acción de los manifestantes o indolencia de las autoridades, la nueva normalidad fue que algunos estudiantes ya no pudieron asistir a clases ni siquiera por su religión, sino simplemente porque “parecían” ser judíos. No estamos hablando de Alemania 1938, sino Nueva York en 2024.

Hay violación de reglamentos universitarios, como también de leyes locales, estaduales y federales, por lo que no solo las autoridades de esas instituciones han permitido la violación de derechos de sus estudiantes, sino también autoridades políticas, cuyo listado incluye desde lo federal hasta alcaldes y gobernadores, aunque algunos estados lo han hecho mejor que otros en la aplicación de la ley, por ejemplo, Florida.

Sin embargo, hoy el tema ha escalado dentro y fuera de las universidades. A su interior, existe desobediencia de los manifestantes (que incluyen estudiantes, pero también agitadores profesionales) y ocupación de edificios simbólicos. Sin embargo, la judeofobia de los inicios ha evolucionado hacia el antiamericanismo, lo que es notorio no solo en declaraciones y actos, sino también en la consigna favorita de los ayatolás iraníes como es “Muerte a América”, lo que implica el rechazo a lo que ha sido y es Estados Unidos como también lo que representa.

Hoy es claramente un tema de seguridad nacional, donde todavía no parece haber suficiente conciencia al respecto, ni en administradores universitarios como tampoco en autoridades políticas, tema que se anuncia para ser abordado en el futuro por audiencias de la Cámara de Representantes.

Aun antes de presentarse este tema, había surgido la duda de si en vez de los judíos, fueran otras comunidades, por ejemplo, aquellas de pertenencia racial o de género, si se habría respondido igual o se hubiera al menos investigado la entrega de abundantes fondos federales a pesar de la comprobada discriminación contra estudiantes judíos.

El tema ha escalado dentro y fuera de las universidades. A su interior, existe desobediencia de los manifestantes y ocupación de edificios simbólicos (Mary Altaffer/REUTERS)
El tema ha escalado dentro y fuera de las universidades. A su interior, existe desobediencia de los manifestantes y ocupación de edificios simbólicos (Mary Altaffer/REUTERS)

Al presentarse cada vez con mayor claridad el nuevo tema, ahora las dudas tienen que ver no solo con la actuación de aquellos que por ley se ocupan de los discursos de odio como el FBI, sino que se han agregado a la duda, una variedad de agencias mandatadas para actuar respecto a la seguridad nacional. El problema es que no existe suficiente información pública sobre si lo están haciendo, como tampoco, cuándo, cómo y dónde. Al mismo tiempo, no se ha sabido que quienes deben vigilarlas en democracia, hayan ejercido esa presión.

Por su parte, tampoco se ve que la comunidad judía esté suficientemente preparada para confrontar la magnitud del problema que se presenta y donde todo indica, que va a empeorar antes de mejorar, no solo en los ataques hasta hace poco tiempo impensados a la cotidianeidad misma del judaísmo como también al inédito distanciamiento con Israel como aliado. De partida, no se ve una judicialización, es decir, la decisión de acudir a los tribunales en defensa de la igualdad ante la ley, y como protección de estudiantes y académicos judíos, lo que incluye también lograr la identificación de quienes han actuado de mala forma en universidades, desde agitadores a las autoridades máximas, para que se individualice a quienes no han cumplido con su deber al igual que aquellos que han actuado con violencia física, pidiendo reparación de las universidades, pero también con nombre y apellido de las personas. Por lo demás, ante la inacción de las autoridades políticas, un juez puede ser la vía más rápida para que las instituciones que no han actuado según lo que dispone la ley, sean obligadas a responder de sus actos, buscando reparación como la mejor forma que no se repitan, sobre todo si hay consecuencias, lo que difiere de la impunidad actual.

No solo son algunas de las instituciones universitarias más prestigiosas del mundo, sino también las que preparan a la élite de EE. UU. como también de muchos otros países, por lo que lo que hoy ocurre será recordado por historiadores del futuro, como el desperdicio de un prestigio que en el caso de Columbia se había labrado en 270 años de trayectoria. Y la decisión final de pedir que la policía desalojara a quienes se habían tomado el Hamilton Hall no cambia lo anterior.

No parece que EE. UU. esté despertando, ya que esta nueva normalidad podría ser una repetición de lo que Europa experimentó cuando en el curso de la guerra civil siria muchos cientos de sus jóvenes acudieron a luchar en ella como yihadistas y las mujeres viajaron a desposar a combatientes locales, hijos o nietos que ahora eran parte del fanatismo del que habían huido sus padres y abuelos al emigrar. Ahora, viajaban a Siria con pasaportes y educación, no muy distinta a los presidentes o primeros ministros de esos países que ahora rechazaban.

Ese es el riesgo que hoy enfrenta EE. UU, desde la Casa Blanca a los dirigentes de la comunidad judía, una situación en la que en las universidades se puede estar incubando una generación de futuros terroristas que han glorificado la violencia y la negación de los derechos de otros, ya que su visión más que ser pro palestina que sería totalmente legítimo, es pro Hamas (“todos somos Hamas”) que cual mantra repiten en forma desafiante ante la prensa, negándose a criticar el origen, la barbarie que tuvo lugar el 7 de octubre, para ellos, solo símbolo de “resistencia”.

Estos manifestantes niegan al Estados Unidos que conocemos a través de un triple rechazo a Occidente: a ese proceso conocido como Ilustración, como también a la cultura grecorromana y a la tradición judeocristiana. En el siglo XXI, es un equivalente estadounidense a la revolución cultural de la China del siglo pasado, donde Mao reclutó a sus primeros Guardias Rojos, también de universidades de elite.

Manifestantes pro palestinos en la Universidad de Columbia (REUTERS/David Dee Delgado)
Manifestantes pro palestinos en la Universidad de Columbia (REUTERS/David Dee Delgado)

Nada apareció de casualidad, ya que ha sido una larga marcha hacia la revolución, toda vez que responde al reemplazo de la educación por el adoctrinamiento en esas universidades como también en la sociedad del héroe por la víctima, lo que ha coincidido con ese empobrecimiento que ha significado la virtual desaparición de las humanidades en los claustros. Todo lo anterior ha influido en que la emoción se haya impuesto sobre la razón y la narrativa a los hechos, especialmente presente en este caso del medio oriente, donde se ha predominado una división del mundo entre “victimas” y “victimarios”, imponiéndose la falsa narrativa de Israel y los judíos responsables de todo, y en la que el “sionismo” ha reemplazado al “asesinato de Cristo” o la “raza” del pasado.

¿Por qué es imprescindible abordar lo que ocurre en las universidades con una lectura de seguridad nacional, aunque EE. UU. tiene escaso hábito de mirar a otros países?

La verdad es que antes se ha visto en otros países la forma en que se ha ido construyendo con paciencia el cuestionamiento actual al país y sus instituciones, desde el idealismo de las soluciones mágicas hasta el supuesto poder transformador de la violencia. Las peticiones de boicot y desinversión en Israel como también no tener relaciones académicas o tecnológicas con universidades israelíes, es algo que se ha visto bastante a través del mundo, por ej. Europa, África y América Latina, tan solo que ahora han adquirido un protagonismo desusado en EE. UU. debido a que ocurre en las universidades de élite. Por su parte, la falsa presentación de Israel como una sociedad de “apartheid”, fue una creación que proviene de la ex Unión Soviética como invento de la KGB para influir en países del tercer mundo y en la minoría afroamericana de EE. UU., por el éxito de la campaña contra Sudáfrica, aunque no exista nada en común. Más aún, las campañas de rechazo a las policías también estuvieron muy presentes en la agitación chilena del 2019 así como la penetración de minorías organizadas y revolucionarias en instituciones de educación superior fue un objetivo de la guerrilla de las FARC en Colombia, ambas como creación del Foro de Sao Paulo para minar a las sociedades democráticas de América Latina, y, por cierto, este es un listado reducido, solo fruto de mi memoria mientras escribo esta columna.

Ni siquiera hay que exagerar la importancia de la ignorancia, ya que tal como Einstein decía, todos sabemos de algunas cosas e ignoramos otras. Lo terrible que presenciamos en estos estudiantes, es la mezcla de ignorancia y arrogancia, es decir, aquellos que han leído algunas pocas líneas en el celular y se consideran a si mismos “expertos”, como también califican de “fascista” a todo aquel que discrepa de ellos, dándole la razón a aquella frase atribuida a Churchill, cuando en los años 50 hablaba que en el futuro quienes calificarían de fascistas a otros serian elementos mas bien progresistas, que sin embargo utilizan tácticas fascistas como las cancelaciones de quienes piensan distinto, lo que ni siquiera se inició ahora, sino que antes se hizo con algunos conservadores, con plena tolerancia de autoridades universitarias.

Las universidades se niegan a sí mismas al reemplazar a la igualdad por la equidad, ya que al intentar asegurar el resultado han reducido sus exigencias académicas a estudiantes y, sobre todo, a profesores, reemplazando la meritocracia y el saber comprobado por las cuotas, con ecos del pasado, ya que “víctimas” y “victimarios” recuerda a la ciencia “burguesa” versus la ciencia “proletaria” del estalinismo. Hoy, el desafío es a la idea misma de occidente, con un predominio de la ideología woke en vez del compromiso con la democracia, y los derechos de todos como individuos, al reducir todo a la simplificación de buenos versus malos, buscando reescribir no solo la historia sino el propio lenguaje, con actitudes que recuerdan a 1984 de Orwell.

Lo que nos muestra la evolución de lo que ocurre en las universidades es que el verdadero objetivo no es Israel, sino Estados Unidos, el que todavía no parece ni entenderlo del todo ni reaccionar. Es lo que los ayatolás iraníes han sostenido desde 1979, que EE. UU. es el “gran” Satán e Israel solo sería el “pequeño”.

En EE. UU. siempre ha existido la protesta, pero hoy somos testigos de un proceso distinto, donde grupos que antes eran considerados extremos han pasado a militar en los partidos tradicionales, como parte importante de ellos. Corresponde también a un cambio en la política interna ya que la polarización ha reemplazado la búsqueda de consensos y acuerdos del pasado, no solo porque el partido Republicano es hoy un partido definido por el “trumpismo”, sino, en este caso, por el proceso paralelo que ha tenido lugar en el partido Demócrata, donde grupos que eran marginales hoy son parte de la estructura de poder. Es lo que esta ocurriendo ahora en las universidades y en el Congreso, donde el “squad”, un grupo de cuatro mujeres electas como representantes (diputadas), en 4 años aumentaron a alrededor de 20.

Grupos como quienes protestan, han adquirido un poder inédito, el de obstaculizar la reelección del propio presidente Biden, y la evolución de una contienda presidencial cada vez más difícil para el presidente, ha determinado una actitud zigzagueante, y a veces incomprensible del gobierno hacia Israel, su aliado, lo que repercute en que simples manifestaciones universitarias puedan hoy influir en el proceso presidencial. Quizás, en agosto, podríamos ver una repetición de lo que ocurrió también en la ciudad de Chicago el año 1968 con la violencia que rodeó la Convención Demócrata, donde la protesta a la guerra de Vietnam había conducido antes a la renuncia a su reelección del entonces presidente Lyndon Johnson, lo que ayudó al triunfo de Richard Nixon. Y el resto es historia.

Los grupos que protestan han adquirido un poder inédito, el de obstaculizar la reelección del propio presidente Biden. (REUTERS/Leah Millis/archivo)
Los grupos que protestan han adquirido un poder inédito, el de obstaculizar la reelección del propio presidente Biden. (REUTERS/Leah Millis/archivo)

Lo que hemos observado en las protestas universitarias es un tema de seguridad nacional, no solo en sus ideas, sino en el protagonismo de un grupo con características subversivas que ha estado presente desde las protestas callejeras por el asesinato de George Floyd, y lo que se inició como rechazo a la discriminación racial derivó hacia la virtual ocupación de ciudades como Portland y Seattle en el verano del 2020.

También allí vimos gente acampando en el centro de esas ciudades, manifestaciones que se prolongaron por setenta y tantos días, rebeldía y rechazo al sistema como también tolerancia a la violencia por parte de alcaldes que parecían tener simpatía por la violencia y la deslegitimación de las policías. Las consignas eran de total critica al gobierno, aunque en ese caso de signo contrario, ya que eran contra Donald Trump.

Igual que ahora, se notaba una estructura con dirigentes experimentados, casi profesionalizados en la protesta, con altos grados de organización y muy buen financiamiento, George Soros mediante, además de apoyo en muchos medios de comunicación. En esos días, de signo contrario a lo que tuvo lugar el 6 de enero en el Congreso, hubo toma de propiedad publica y ataques a edificios federales, incluso judiciales. Al igual que ahora, las autoridades no cumplieron con su deber, partiendo por alcaldes ordenándoles a las policías no intervenir, y del mismo modo, tuvieron fuerte apoyo de los mismos sectores políticos.

Más aún, el cambio de gobierno tuvo un impacto, ya que el Departamento de Justicia no siguió adelante con los procesos abiertos contra quienes cometieron delitos, asegurando una impunidad que probablemente también va a existir en lo que hoy ocurre en las universidades.

En la actuación de los manifestantes se ve el carácter de peligro para la seguridad nacional, ya que hay profesionalización en organización, recursos para trasladarlos de lugar en lugar, rostros tapados para evitar identificación, dirigentes y responsables cuyos nombres se desconocen, coordinación con profesores extremistas, y muchas situaciones impropias de una simple manifestación, toda vez que se manipula la información que se entrega a la prensa, desde el momento que conscientes de la ignorancia de muchos jóvenes, cuando aparece la prensa son dirigidos a chalecos amarillos, el equivalente actual a las camisas pardas de la Europa de los años 30, que entregan el mensaje a nombre del colectivo, etc., todo más propio de un movimiento con una agenda que supera a lo que ocurre con Gaza.

Lo narrado representa otro motivo por el cual se hace necesaria la acción judicial de la comunidad judía, ya que hasta el momento existe impunidad a la violación de reglamentos y leyes, con dirigentes que probablemente van a egresar en algunas semanas de las universidades, listos para permanecer allí con un postgrado, emigrar a otra universidad, buscar trabajo, todo sin mancha alguna en sus papeles.

Lo que ocurre hoy es un desmentido a la falsedad que se habló durante tanto tiempo sobre el “poder judío” y su control de universidades, prensa y Hollywood, entre otras “fake” news. Se trata de Estados Unidos, aunque en su milenaria historia, tragedias también ocurrieron para el pueblo judío cuando muy seguro se sentía, como fue el caso de la expulsión de España en 1492 y por supuesto, Alemania en los 30. Por cierto, en ningún caso es algo semejante, por lo que no se trata de comparar, sino de aprender de la historia.

Contramanifestantes proisraelíes muestran banderas israelíes cerca de manifestantes que asisten a una manifestación en apoyo de los palestinos en la Univerisidad de California. (REUTERS/David Swanson)
Contramanifestantes proisraelíes muestran banderas israelíes cerca de manifestantes que asisten a una manifestación en apoyo de los palestinos en la Univerisidad de California. (REUTERS/David Swanson)

Hemos dicho, que en todo caso, a nivel universitario, el antisemitismo y el odio a Israel se ha originado ahora y aquí en EE.UU., ya que situaciones semejantes han tenido lugar por muchos años en América Latina y Europa, y el mejor argumento que lo de las universidades de elite es un tema de seguridad nacional que apunta a occidente y a EE. UU., es el hecho, que nada semejante en cuanto a muchedumbres en las calles y en las universidades ha tenido lugar en ningún país árabe durante Gaza, al menos en los que tienen algún tipo de relación con Israel, como tampoco al interior de Israel con minorías como la árabe, la drusa o los beduinos.

No parecen ser los gazaríes la preocupación única de los organizadores, demostrado por el hecho que no hubo manifestaciones por las matanzas que han tenido lugar por tanto tiempo y en números de cientos de miles en Sudán, Siria, Yemen, la persecución de Turquía a los kurdos, como tampoco cuando EE. UU. atacó a Al Qaeda y a ISIS o los rusos a Chechenia, por lo que más que nada, estamos en presencia de la actualización de la fobia más antigua del mundo, la judeofobia.

Las universidades han hecho lo contrario a lo que enseñan, toda vez que su manera de abordar este conflicto no ha hecho sino alimentar el crecimiento de manifestantes y manifestaciones, ya que las autoridades han dudado en ejercer sus atribuciones legitimas, por lo que sus concesiones han fortalecido la protesta en vez de debilitarla.

Lo mismo parece haber ocurrido con las autoridades y los organismos de seguridad, que al parecer no han hecho lo que primero se hace con movimientos y agrupaciones de esta naturaleza, que es seguir la ruta del dinero que ha financiado lo que está ocurriendo, y, por cierto, la profesionalización de quienes están dedicados en jornada completa o parcial a esta subversión.

Más aún, por las cantidades, las donaciones en petrodólares son de tal modo importantes para las universidades, que hoy el tradicional aporte de la filantropía judía parece ser poco relevante en comparación, tal como ha quedado demostrado en la actual tolerancia de administradores universitarios a la judeofobia y la desprotección de los estudiantes judíos.

Este dinero ha coincidido con rebaja de estándares, radicalización de profesores y alumnos, aceptación de la judeofobia y tolerancia a la predica del odio y de actos de violencia hacia judíos. En otras palabras, no es una relación de causa-efecto, pero ha coincidido con un notorio aumento de incidentes antisemitas, que probablemente siempre han existido, pero antes se castigaban o al menos, se investigaban, y no se normalizaban. Como es real la existencia de esta actitud, es quizás solo un efecto no previsto ni deseado de las “donaciones”.

No estamos hablando de China y los Institutos Confucio, otra fuente de dinero relevante, sino que nos referimos a petrodólares. Es así como en estas donaciones Qatar encabeza con US$ 5.177 millones, Arabia Saudita sigue con US$ 2.977 millones, Emiratos aporta US$ 1.289 millones y Kuwait aporta US$1.177. Habría que agregar que estas impresionantes cantidades coinciden con un fuerte incremento de Centros de Estudios Islámicos y Cátedras muy bien financiadas para profesores radicalizados, algunos muy cerca de los estudiantes en estos días.

Por lo mismo, llama la atención que no sea un motivo de preocupación para tanta agencia de seguridad o un FBI que por ley debe investigar a todos, la presencia de profesores yihadistas en Columbia u otras universidades. Igualmente, llamativo es que tampoco haya una investigación de estudiantes extranjeros que han incumplido las condiciones de otorgamiento de sus visas.

No es fácilmente explicable que la institucionalidad de seguridad no se haya activado ante la normalización del discurso del odio, de tal manera que uno de los líderes de esta acampada en Columbia, sostuvo y así quedó grabado en un video de enero que “los sionistas no merecen vivir”, el mismo que antes había dicho “No lucho para herir ni para que haya un ganador o perdedor, lucho para matar”, lo que incluso va mucho más allá de cualquier lectura “romántica” del terrorismo.

Contribuye también su cuota, la conocida representante de origen somalí IIhan Omar, quien como parte de su permanente critica a EE. UU., agrega que los estudiantes judíos no debieran ser protegidos, ya que ellos estarían a favor del “genocidio”, sin que ello merezca la crítica que debiera tener en medios políticos y de comunicación. Tampoco parece influir, pero debiera ser otro argumento para que la comunidad judía judicialice a todo nivel el momento que se vive, ya que es difícil pretender que otros hagan por ellos lo que no se está dispuesto a hacer por y para sí mismos.

El lenguaje se ha alterado y se llama ocupación “pacifica” lo que simplemente es violento e ilegal, una muestra más de la cantidad de complejos que existen en occidente en general y en EE. UU. en particular.

@israelzipper

PhD. en Ciencia Política (Essex), Licenciado en Derecho (Barcelona), Abogado (U. de Chile), ex candidato presidencial (Chile, 2013)

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