El mundo tan personal donde habita el Presidente

A Javier Milei no le entra ninguna bala, porque la moraleja que extrae de su vida es que como llegó a la Presidencia y nadie lo vio venir, ahora será para siempre el único que “la ve”. Mientras, las críticas empiezan a llegar de los lugares más impensados

Javier Milei en la cena de la Fundación Libertad (Fundacion Libertad)

La vida de Javier Milei está dividida en dos partes. Antes del 2016 era un profesor de economía poco relevante, nada reconocido por su pares, al que incluso le costaba mantener un trabajo estable. No había hecho un doctorado afuera, no había sido titular de una cátedra universitaria. No había fundado una empresa ni escrito algún paper relevante. Era, sí, un hombre de consulta para algunas inversiones que había saltado de un empleo en una AFJP a un Banco, de una consultora a una concesionaria del Estado. En el mundillo liberal era una rara avis, pero eso no lo distinguía demasiado porque había, en realidad, muchas raras avis en esos cenáculos tan de moda. Desde el 2016 ocurrió algo muy extraño. La suerte se le dio vuelta de una manera vertiginosa e inesperada. Un día apareció en un programa de tele, despotricó contra Keynes, fue súbitamente trending topic, su participación produjo un subidón de rating, y siete años después no solo era Presidente sino, además, una especie de celebridad internacional.

La historia completa parece darle la razón a aquel célebre refrán según el cual “si hay algo cierto con la suerte, es que cambia”. También se puede cortar la historia por la mitad, Si se mira la vida de Milei hasta 2016, se puede concluir que el personaje tiene todo para ser, siempre y en todo lugar, un fracasado. O mirar la última parte y llegar a la conclusión opuesta: que Milei es el más capo del mundo, el más lúcido, que nadie lo vio venir, y que entiende más de economía no solo en comparación con todos los demás economistas de la Argentina sino con todos los economistas que existieron desde que el mundo es mundo.

Este último enfoque ha sido, en estos últimos meses, y más que nunca en estos últimos días, el elegido por el Presidente. Nadie, nunca, ha sido como él.

Por ejemplo, cuando John Micklethwait, de la agencia Bloomberg, le preguntó si pensaba acelerar el ritmo de devaluación del tipo de cambio, respondió: “¿Por qué tengo que hacer saltar el tipo de cambio hoy si el tipo de cambio libre coincide con el oficial? ¿Qué tipo de estupidez es esa de que tengo que hacer saltar el tipo de cambio si el tipo de cambio está alineado con el de mercado?”. En esos días, varios economistas sostenían “ese tipo de estupidez”, entre ellos el ex ministro Domingo Cavallo, que advertía sobre los problemas derivados de un creciente atraso cambiario y explicaba que no existe el tipo de cambio libre al que se refería el Presidente.

Luego, durante un largo reportaje con Alejandro Fantino, el Presidente se burló de los liberales que criticaban aparentes inconsistencias. “Tenés a los imbéciles absolutos que ignoran todo tipo de restricción y hacen análisis en un mundo que no existe. Son personas absolutamente imbéciles que ignoran todo tipo de restricción. Hay algunos utópicos que son completamente imbéciles y estúpidos, me piden que vaya derecho cuando a veces si vas derecho te matás, ¡sos idiota!, ¡sos un completo idiota! El imbécil que te dice que tenés que ir derecho siempre es un idiota, es más idiota que cualquiera y que si no lo hacés… la mayoría de los economistas son una manga de brutos que no entienden nada”.

Carlos Melconian (Mario Sar)

La fijación con el tema llegó a su clímax el miércoles durante la cena de la Fundación Libertad. El Presidente repitió en su discurso las frases que le molestaban ridiculizándolas con morisquetas, mohines e inflexiones de voz, donde por momentos intentaba interpretar a un gangoso, en otros a un profesor solemne , y en otros, simplemente, a un bobo. En ese tono repetía: “Es que no hay plan de estabilización…No, bueno, pero el atraso cambiario…acá hay un problema de atraso cambiario… No podés dolarizar. Si no hay fideos y no hay tuco y me invitás…y no hay fideos…fideos con tuco. Pero deberías fijar el sendero de precios, salarios. No…tiene que fijar el sendero de precios…O el pibe soviético que está en la provincia. Es una exageración decir que íbamos al 15 mil por ciento de inflación, porque si sumás 1 por ciento 365 veces te da 365 por ciento. No saben ni aplicar interés compuesto…”.

El más directamente agredido fue Carlos Melconian, autor de la frase de los fideos con tuco, quien estaba allí y se retiró de la reunión. Es difícil saber a quién más se refería Milei desde el atril porque son muchos los economistas que han advertido sobre esos problemas acerca de los cuales el Presidente se burlaba. Domingo Cavallo fue calificado por Milei como el mejor economista de la historia. Carlos Rodríguez era tan valorado por Milei que fue seleccionado como jefe de su equipo de economistas durante la campaña. Miguel Ángel Broda fue empleador de Milei hace muchos años y siempre recibió elogios del ahora presidente. Diego Giacomini escribió cinco libros con Milei. Todos ellos pueden haberse sentido aludidos por las burlas presidenciales porque señalaron alguno o varios de esos problemas: el atraso cambiario, la falta de un plan de estabilización, la inexistencia de una política de ingresos.

De esos gestos de Milei se desprenden varios rasgos presidenciales. El primero es que está dispuesto a abusar del poder que se le ha concedido mediante la humillación pública a cualquiera que diga algo que no le guste. Forma parte de su naturaleza. Le gusta insultar, humillar, ofender. Es un estilo con el que la sociedad deberá convivir mientras Milei siga en el poder. Veremos de qué manera lo hace. Durante la monstruosa marcha del martes, un grupo grande de gente cantaba: “Un minuto de silencio…para Conan que está muerto”. Aquel que legitima la ofensa como método de acción política, no debería quejarse cuando es ofendido. Y esto recién empieza.

El segundo rasgo presidencial que emerge de estos actings refiere a su dificultad para escuchar puntos de vista distintos al suyo. Ordenar la economía argentina es un objetivo en el que han fracasado todos los gobiernos de la democracia. En ciertos momentos, pareció que alguno finalmente lo lograba pero, al final, siempre, fue una ilusión y la cosa se desmadró. ¿Cuántas veces festejó el sistema financiero mientras la economía real se pulverizaba? ¿Cómo terminaron esas experiencias?

Es lógico que la marcha del actual plan genere debates, enfoques alternativos, puntos de vista divergentes. Las personas que difunden esas ideas han observado o participado de esos fracasos. Tal vez tengan algo que decir. Existe una posibilidad de que en la Argentina haya un solo hombre que entienda cómo funciona la economía, y que esa persona sea él mismo. Si no fuera así, sería mejor que pudiera escuchar las críticas. Claro, ¿cómo hacerlo si está rodeado solo de idiotas, imbéciles y estúpidos?

Javier y Karina Milei junto al economista Carlos Rodríguez durante la campaña presidencial

De todos modos, el rasgo más inquietante no es su necesidad de ofender ni su incapacidad de escuchar, sino que el Presidente puede equivocarse, y mucho. La polémica con Melconian ofrece indicios sobre el tema. La metáfora de los fideos con tuco hacía referencia a que Milei no iba a poder dolarizar como prometía. “Te invitan a comer fideos con tuco, pero no tienen fideos ni tuco. No va a poder dolarizar”, había dicho el economista. Milei no dolarizó. Entonces, ¿Quién era el equivocado? ¿Él o Melconian?

Lo mismo sucede con la burla a Axel Kicillof. Milei dijo el miércoles que frenó una inflación que iba al 15 mil por ciento anual. Otras veces la había calculado en 17 mil por ciento. La diferencia entre un cálculo y otro fue de, apenas, 2 mil por ciento. La crítica que le hizo Kicillof, y cualquier economista independiente que habló del tema, es que el cálculo era disparatado, entre otras razones, porque el ritmo inflacionario de diciembre se debía en gran parte a la megadevaluación dispuesta por el propio Milei. Como esa medida no se repetiría todos los meses, era un error proyectarla anualmente. Otra vez, el equivocado era Milei quien, al mismo tiempo, se burlaba de los otros.

¿Se entiende el contrasentido?

Pero a Milei no le entra ninguna bala, porque la moraleja que extrae de su vida es que como llegó a Presidente, y nadie lo vio venir, ahora será para siempre el único que la ve.

Presume de su éxito económico. ¿Habrá registrado, por ejemplo, que la construcción cayó un 40 por ciento interanual en marzo? ¿Alguien se animará a mostrarle el informe del Observatorio de la Cadena Láctea, donde se registra una caída del 20 por ciento del consumo de leche en el primer trimestre de Milei contra igual trimestre del año anterior? Milei prometió que la gente la iba a pasar mal como paso previo al bienestar. Por ahora, solo ocurre lo primero. Este último viernes, el diario Financial Times de Londres fue muy explícito al respecto.

Presume de su popularidad. Es cierto que tiene un apoyo robusto de la población. El Índice de Confianza en el Gobierno, que es tal vez el indicador más preciso al respecto, es efectivamente muy alto. Pero un 16 por ciento más bajo que el que tenía Mauricio Macri en el primer marzo de su mandato y un 10 por ciento más bajo al que tenía Alberto Fernandez. Milei debió enfrentar esta semana una de las manifestaciones más numerosas de la historia argentina. Ningún presidente recibió tamaña muestra de descontento tan rápido.

Mientras, las críticas empiezan a llegar de los lugares más impensados. Luego de la marcha universitaria, Milei subió a sus redes un león que tomaba “lágrimas de zurdos”.

La dirigente macrista Laura Alonso tuiteó:

-El que no piensa como yo, el Rey Sol, es zurdo. Qué bobo.

A tantas ofensas, más ofensas.

Mientras tanto, puertas adentro el Gobierno se desangra. Desde el 10 de diciembre ya son 22 los altos funcionarios que fueron expulsados o huyeron despavoridos de las fuerzas del cielo: uno cada seis días. No hay registro de un antecedente así. No todos ellos fueron reemplazados. Una diputada nacional, Marcela Pagano, terminó internada luego de haber sufrido amenazas desde personas muy cercanas al Presidente. En ese clima se gobierna.

Nada de esto significa que Milei vaya a fracasar. Tampoco lo contrario. Es demasiado prematuro para concluir algo así. Milei sorprendió a todos con su meteórico triunfo. Es una figura en el mundo entero. ¿Por qué no creer que es el que cambiará los libros de economía y política para siempre?

Pero anda muy al límite.

Por si fuera poco, el Presidente ha emprendido una nueva batalla. Mientras se desarrolla la Feria del Libro, él planea presentar su último trabajo pero al lado de la Feria, en la pista central de la Sociedad Rural, donde desfilan los toros y las vacas campeones una vez al año. Imagina que una multitud lo va a aclamar mientras grita, una vez más, sus verdades y se burla de quienes se animan a criticarlo. De paso, ofenderá a la Feria del Libro, ese evento que lo hospedó en los últimos años cada vez que quiso presentar otros trabajos. Más ofensas.

Será, seguramente, un día glorioso.