El panorama geopolítico actual nos muestra una gran multipolaridad dominada por tres países que son tres imperios: EEUU, China y Rusia, al que hay que agregar para un análisis más minucioso, al poder financiero, que tanto influye sobre todos los países, inclusive los más poderosos. Además, hay potencias intermedias como India, Turquía, Israel, Irán, Arabia Saudita, Indonesia, Brasil y otros, que tienen una dosis de autonomía estratégica (que se relacionan libremente con todos los poderes en cualquier escenario) liderando sus propios proyectos nacionales. Los conflictos entre los imperios se desarrollan en base a una guerra irrestricta, sin límites o híbrida, dentro de la cual, la guerra cognitiva (antes guerra psicológica) tiene una importancia destacada porque las nuevas tecnologías (internet, redes sociales, algoritmos) produce efectos ampliados sobre toda la población. En ese marco, sigue vigente la vieja frase: “En las guerras lo primero que se pierde es la verdad”.
Ayuda militar norteamericana
En el marco de negociaciones entre demócratas y republicanos el Congreso de EEUU ha votado una ayuda militar de 96.000 millones USD, de los cuales 61.000 son para sostener la guerra en Ucrania; 26.000 para apoyar a Israel y 9.000 para Taiwán. Dichos valores expresan las urgencias de cada conflicto; no su importancia estratégica. Mantener a Zelensky es parte de un juego contra Rusia, pero significan mucho más para presentar una actitud activa sobre el tablero mundial por parte de Biden, en un conflicto donde EEUU tiene todo el control del avance del conflicto, que desaparecería de la escena (entre ellos Zelensky) si EEUU se retirara. No es el caso de Israel y el eterno conflicto de Medio Oriente, donde Israel, Irán y otros actores son bastante más independientes de los intereses que puedan sostener EEUU, Rusia o China. La atención sobre el conflicto en el Mar de la China tiene otros tiempos, algo más lejanos.
Mantener activo el conflicto en Ucrania permite mostrar a Biden como el “gran defensor de Occidente y de la democracia” durante el resto del año y hasta las elecciones de noviembre de este año. Trump y los republicanos también acordaron mantener esa situación porque sacan un tema internacional del debate que a ellos no les importan tanto, porque confían electoralmente que concentrándose en los temas domésticos (inflación, empleo, industrialización, migraciones), punto central de su campaña electoral, obtendrían ventajas importantes. Mientras tanto, el resto del mundo sigue con sus propios conflictos
Inestable equilibrio en Medio Oriente
Israel permitió, desde hace varios años, el crecimiento del grupo Hamas, que contaba con el apoyo de Qatar, para debilitar así al Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abás (grupo Al Fatah), que controla (a medias) el territorio palestino en Cisjordania. Netanyahu nunca quiso aceptar la creación del Estado Palestino y nada mejor que “divide y reinarás”. Pero el 7 de octubre ocurrió un punto de inflexión por parte de Hamas, con su ataque a Israel desde Gaza; hasta donde tengo información, fue sin la participación de Irán. Se cortó solo porque estaba cansado de actuar como peón de ataque de Irán, cuando a Irán le convenía, y soportando el peso de sus propias bajas (muertos), pero fundamentalmente por no vislumbrar una perspectiva futura de modificación de la agonía palestina. Salvando las distancias, cumplía un papel parecido a lo que ocurría durante la Guerra Fría, cuando las grandes potencias se valían de algún proxy periférico, como instrumento para combatir, al contrario. Después del ataque terrorista de Hamas se desata la represalia israelí sobre Gaza y su población, con más de 33.000 muertos; proceso que ha estado provocando una fuerte repercusión negativa de su imagen en todo Occidente y en particular en los ámbitos universitarios norteamericanos. En este contexto problemático de su imagen mundial, y además presionado por EEUU para no seguir avanzando sobre Raffah (Gaza) en la frontera con Egipto, Israel decidió también romper el juego y procede a bombardear al consulado de Irán en Damasco (Siria), matando a tres importantes generales iraníes.
Irán se ve obligado a responder por semejante afrenta, influido también por una permanente crisis interna, pero lo hace de una manera peculiar: avisan del ataque a todo el mundo. No se trataba de hacer un daño importante sino de exhibir poder hacia afuera y hacia adentro. Y luego avisa claramente que allí termina su acción, mientras en las calles de Teherán se festejaba el envío de sus 300 misiles y drones. Al unísono, EEUU, que tiene toda la big-data del tema, le dice a Netanyahu que se calme y que no escale el conflicto, pese a que, para EEUU, Irán es parte del “eje del mal”. Esto produce una crisis muy grande en el Estado Mayor de Israel porque no está resuelto el tema de Gaza/Hamas ni está salvado el honor frente a Irán. Por eso hace un ataque de menor importancia sobre una base iraní, en orden a contener a fuerzas internas que le pedían acciones de retaliación; finalmente se resolvió actuar en forma muy medida. Irán contestó de inmediato que no iba a responder. Además, el Secretario de Estado norteamericano Blinken insistió en reducir la escalada y aclaró que su país no participa de ninguna operación “ofensiva”. Desde aquel instante se entra en un renovado, pero muy inestable, statu quo, donde posiblemente se seguirá guerreando en las periferias de Irán e Israel: en Gaza y en Líbano (Hezbollah). Mientras tanto, parte de los 26.000 millones de ayuda militar a Israel, seguramente negociados en el mientras tanto, comenzará a fluir en los decaídos arsenales israelíes.
EEUU/Biden creen muy inconveniente que escale el conflicto. Conversaciones mediante o por medio del mensaje iraní, apoderándose de un barco israelí en el Estrecho de Ormuz, lo explican. Cerrar el funcionamiento de ese paso marítimo es asunto de alta geopolítica. Por allí se canaliza el 80 % del transporte de petróleo mundial. Si su precio sube demasiado el mundo se desordena y se abren nuevos conflictos. Un eventual aumento favorecería a Rusia, aunque los chinos y los indios se perjudicarían. Hay que recordar que Rusia y Arabia Saudita controlan la OPEP+. El gran problema sería para Europa, que ya estaba perjudicada por la restricción de comprar energía rusa barata, la que ha sido reemplazada por la norteamericana, al doble de precio, lo cual afecta decisivamente su competitividad industrial. Un nuevo aumento provocaría una gran crisis y sería insostenible; hasta podría provocar incipientes rebeliones geopolíticas de cierta magnitud en la misma Europa.
Los datos duros y objetivos nos muestran que Irán e Israel son potencias medianas medianamente equivalentes: Irán tiene una superficie 75 veces mayor que Israel y su población es 9 veces mayor. Irán tiene 610 mil soldados contra los 170 mil más 480 mil reservistas que dispone Israel. Irán destina 10 mil millones de USD (2,6 % de su PBI), contra 24 mil millones USD (4,5% de su PBI) de Israel, en gastos de defensa. Israel tiene autonomía estratégica. Fabrica armas. Pero recibe mucha ayuda militar de EEUU. Se calculan que lleva recibidos 250 mil millones USD. Tiene menos limitaciones que Irán en la compra de sistemas de armas. En relación a los temas nucleares, Irán firmó el Tratado de No Proliferación, pero acumula plutonio. Y tiene misiles. El plutonio es un negocio de cinco países en el que no está Irán. Israel tiene un mínimo de 80 ojivas nucleares y plutonio provisto desde los Estados Unidos o de Rusia. No hay demasiado espacio para sostener una escalada militar en Medio Oriente, ni la quiere EEUU porque necesita aplicar demasiados fondos para su propia reindustrialización. Netanyahu no podría tampoco desafiar abiertamente a EEUU, por sus propios problemas políticos internos y porque debilitaría a sus principal aliado y sostén militar “de última instancia”. Por la pérdida de su importancia industrial, EEUU se ha refugiado en lo militar y su gasto en defensa representa el 40 % del gasto mundial, pero tiene que usarlo equilibradamente por los numerosos frentes de conflictos abiertos en todo el planeta.
Combustible para la guerra
EEUU decidió por razones de prestigio internacional y por la disputa eleccionaria interna, seguir ayudando militarmente a Ucrania; una guerra perdida, aunque también logrará seguir debilitando a Rusia, porque las guerras siempre debilitan; mientras tanto seguirá mandando ayuda militar a Israel y sus aliados en el Mar de la China. Toda la política actual del gobierno demócrata de EEUU hace sinergia con el aparato militar-financiero que produce los sistemas de armas y genera novedosos desarrollos tecnológicos. El poder financiero precisa que haya renovación de antiguos negocios, porque con mayores niveles de proteccionismo se reducen los negocios globales. Como la droga, los sistemas de armas son inversiones muy lucrativas, ya que reactivan la industria, con sus cadenas de proveedores, tecnología y empleo. El poder financiero forma un mundo en sí mismo, sin responsabilidades sociales. Además, se ocupa de reconstruir toda la infraestructura que la guerra destruye. Siempre gana.
Argentina dependiente
No sólo de los grandes players geopolíticos, EEUU, China, Gran Bretaña y en menor medida Europa, sino del sistema financiero globalizado (FMI, Blackrock, fondos buitres), que marcan la agenda local, donde extraen enormes ganancias sin producir absolutamente nada. Todos ellos quieren que Argentina siga siendo un país poco desarrollado, proveedor de productos primarios (granos, minerales, energía, mano de obra barata). La burguesía nacional, que es mínima, solo pretende sacar ventajas menores y negocios más cercanos. El panorama nacional es complejo y complicado. En este contexto el Presidente Milei proclama su alineamiento automático con los EEUU e Israel y comienza a actuar sobre Irán, utilizando a la Justicia local, y a molestar a China con declaraciones altisonantes. Un juego peligroso que Argentina no está en condiciones de sostener. En relaciones exteriores no hay amigos; hay intereses. ¿Cuáles son las ventajas tangibles que obtendríamos en relación a nuestros intereses nacionales que sostengan ese alineamiento? Todavía no se vislumbran ni fueron explicitadas por el actual gobierno. No hay plan. Sólo se observa una profundización de la nefasta grieta interna. El país necesita disponer de mayores grados de libertad. La autonomía estratégica que reivindico es tener buenas relaciones con todos. El tema no es hacer negociaciones secretas sino explicitar lo que el país quiere. Sin desplantes a los imperios. Sin ideologismos o facilismos; buscando la independencia económica que, en lo concreto, significa llegar a un desarrollo industrial acorde a lo que queremos como país.