Milei navega entre lo nuevo de lo viejo y lo viejo de lo nuevo

Los cambios necesarios para instaurar su ansiada revolución liberal tendrán su última revisión en el cuarto piso del Palacio de Tribunales de la calle Talcahuano

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Los ministros de la Corte
Los ministros de la Corte Suprema de Justicia durante la Asamblea Legislativa para la asunción del presidente Javier Milei

Durante el mes de mayo de 1968, en medio de una inédita revuelta estudiantil que sacudió durante más de cien días al gobierno conservador de Francia liderado por el General Charles De Gaulle, podía leerse en las paredes de la Universidad de Nanterre: “Mis deseos son la realidad”. En ese centro académico situado a solo diez kilómetros del centro de París se había iniciado a fines de marzo un movimiento juvenil que haría historia a partir del liderazgo del dirigente Daniel Cohn-Bendit (“Dany el Rojo”).

Los estudiantes de Nanterre, que se oponían a las rígidas normas académicas oficiales al tiempo que reivindicaban la figura del Che Guevara, se unieron a principios de mayo con sus pares de La Sorbona. Pocos días después, junto a miles de obreros industriales, decretaron una huelga general contra la administración del General De Gaulle, que finalmente negoció reformas educativas y laborales, muchas de las cuales terminaron fortaleciendo a su debilitado gobierno.

A fines de la década del ´90, en medio del auge de la globalización y en simultáneo al nacimiento de la Tercera Vía liderada por Bill Clinton y Tony Blair (bajo la doctrina académica de Anthony Giddens), Cohn-Bendit hizo un giro copernicano en su visión ideológica y comenzó a definirse como un libertario liberal. Los sucesos del ´68 ocurridos al ritmo de los postulados de la Nueva Izquierda liderada por Herbert Marcuse y sus colegas de la Escuela de Frankfurt ya no eran más que un capítulo nostálgico de los libros de Historia.

En declaraciones periodísticas formuladas a principios del nuevo milenio, Cohn-Bendit (eurodiputado por el Grupo de los Verdes a mediados de los ´90), afirmó estar “íntimamente convencido de que los procesos revolucionarios son los signos del fracaso de una sociedad que no supo reformarse. Es más: las mismas revoluciones son las que impiden las reformas necesarias”. En su opinión y a modo de balance señaló que el fracaso del movimiento del Mayo Francés estuvo focalizado en la concepción rígida del socialismo y la autogestión.

Después de este vuelo por la historia de Francia aterrizamos en Ezeiza para preguntarnos si esa fracasada revuelta estudiantil (sostenida por los principales líderes gremiales de entonces) puede ser útil para analizar la coyuntura socioeconómica del gobierno de Javier Milei.

A tan solo 130 días del inicio de su gestión, el líder libertario navega sobre las agitadas aguas de un notorio dilema político: ¿Cuáles serían los resultados de su gestión al frente de la Casa Rosada que la opinión pública debiera valorar como positivos en el corto plazo para no encuadrarlo como lo nuevo de lo viejo de la historia política reciente? Otro interrogante a resolver: ¿La búsqueda de la revolución liberal que anunció en Bariloche alcanzará a cristalizar a tiempo su paradigma político y económico frente a las elecciones parlamentarias del año próximo, o ese desafío terminará siendo evaluado públicamente como lo viejo de lo nuevo de su gestión presidencial en caso de no poder doblegar a la inflación?

Más allá de las definiciones parlamentarias que se produzcan en materia de las reformas económicas propuestas por La Libertad Avanza, durante el “mayo argentino” se sabrá si la intención del Poder Ejecutivo de proponer a dos nuevos integrantes para la Corte Suprema de Justicia cuenta con los votos necesarios en el Senado de la Nación. Esta jugada revolucionará el tablero de acuerdos políticos construidos hasta entonces. Y desde entonces, cualquiera sea el resultado final de la votación.

El ex juez de la Corte Suprema estadounidense Stephen Breyer, que se desempeñó en el máximo tribunal de justicia entre 1994 y 2022, publicó recientemente un ensayo titulado “Leyendo la Constitución: Por qué elegí el pragmatismo y no el textualismo”. Breyer, un abogado cercano al Partido Demócrata enfrentado al ala conservadora impuesta en la Corte Suprema durante la gestión de Donald Trump, escribió en su obra que hay que tener mucha prudencia y sabiduría para interpretar las normas constitucionales “porque el mundo cambia, no necesariamente tanto en términos de valores, sino ciertamente en términos de los hechos a los que se aplican esos valores”.

El presidente Milei sabe que los argentinos estamos sufriendo desde hace más de dos décadas las graves consecuencias de la inflación, producto de pésimas decisiones económicas y financieras. Los cambios revolucionarios para instaurar su ansiada revolución liberal tendrán su última revisión en el cuarto piso del Palacio de Tribunales de la calle Talcahuano.

El espejo de la historia refleja lo hecho por Franklin Roosevelt para lograr la aprobación judicial de su programa económico (New Deal). Para que los deseos de Milei se hagan realidad también necesitará el visto bueno de la mayoría de la Corte Suprema. Sin esa aprobación será imposible desarmar la telaraña normativa que durante los últimos veinte años de populismo impidió la inversión y el desarrollo, arrojando a la pobreza a casi la mitad de la población argentina.

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