En tiempos difíciles, amar a los demás y alegrar sus vidas

Los obispos, en la 124ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, se unieron al Papa Francisco en oración por la paz, el diálogo y la fraternidad en el mundo

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Asamblea Plenaria de la Conferencia
Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina

Los obispos que participan de la 124ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) emitieron un comunicado donde declaran lo siguiente:

“Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de Pascua, nos llena el corazón de alegría este anuncio: ‘Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado’. (Mc 16, 6). Desde hace décadas vivimos tiempos difíciles en nuestra querida Argentina. Hay muchas situaciones que atentan contra la dignidad infinita de la persona humana, como, por ejemplo: avanza la pandemia silenciosa del narcotráfico, que utiliza a los pobres como material de descarte, que promueve el sicariato, que seduce con dinero manchado de sangre a miembros del ámbito político, de la justicia y del mundo empresarial”

El martes 16 de abril, habían comenzado la segunda jornada de deliberaciones en la casa de ejercicios “El Cenáculo”, de Pilar, con una misa presidida por el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín. Durante la celebración eucarística, monseñor Martín agradeció al Papa Francisco y a los obispos del resto del país las muestras de apoyo y cercanía a partir de la situación difícil de violencia y narcotráfico que se vive en la ciudad de Rosario. ”Una inmensa gratitud a toda la Iglesia. Hemos sentido y seguimos sintiendo la compañía de toda la Iglesia, desde el mensaje del Santo Padre a la ciudad de Rosario, el mensaje de la Comisión ejecutiva de la CEA, la iniciativa del arzobispo de Mercedes-Luján de rezar el Rosario desde la basílica de la Patrona de los argentinos, y por parte de toda la región Litoral, orando en todas las parroquias el Rosario por la paz”, valoró.

Violencia y narcotráfico en Rosario

En efecto, en la sesión de la mañana, los obispos abordaron la situación que se vive en la ciudad de Rosario y la realidad del narcotráfico. Estuvieron presentes en un panel el licenciado Germán de los Santos, periodista de investigación; el fiscal federal Sebastián Basso; y el presbítero Fabián Belay, párroco de María Madre de Dios y rector de la iglesia del Buen Pastor. En la arquidiócesis de Rosario, asimismo, el padre Belay es responsable de la Pastoral de Drogadependencia y de los Hogares de Cristo - Comunidad Padre Misericordioso. Al finalizar las exposiciones, los obispos trabajaron en grupos y posteriormente compartieron un intercambio de preguntas junto a los panelistas. Los datos acerca de la realidad de lo que se vive en Rosario, el rol de la Justicia y el Estado en este flagelo, y la tarea pastoral de la Iglesia en la ciudad fueron los puntos principales del trabajo realizado.

El documento continúa citando otros temas de actualidad:

“A muchos abuelos y abuelas se les presenta el drama de elegir entre comer o comprar los medicamentos porque la jubilación no alcanza; cierran comedores comunitarios por falta de asistencia y muchos vecinos se quedan sin la posibilidad de esa comida en el día; se ataca la vida inocente que no ha nacido, y, a la vez, la igualmente sagrada vida de millones de niños y niñas ya nacidos que se debaten entre la miseria y la marginación; asistimos a la discontinuidad de políticas públicas de integración de barrios populares, logradas con el consenso de gobiernos de distintos signos políticos y representantes legislativos; también familias despojadas de su tierra natal en beneficio de intereses económicos; hermanos que pierden su trabajo, que sienten que su vida está de sobra, y que no pueden poner el hombro en la construcción de la Patria.

Son tiempos complejos, por momentos contradictorios, en los que conviven una esperanza y paciencia honda de nuestro pueblo, que habla de su grandeza de corazón, con una incertidumbre y una creciente vulnerabilidad de las personas.

Y continúan diciendo:

“San Alberto Hurtado decía que en tiempos difíciles no nos tenemos que cansar de amar a los demás y de alegrar sus vidas”

Amar a los demás, un amor con gestos, porque nuestros gestos son el modo de demostrarle a nuestro pueblo que entendemos su dolor. Advertir sus heridas y vivirlas en proximidad y cercanía. Tomar partido por los más frágiles, defender su dignidad, implicarnos personalmente en sus gozos y esperanzas, en sus sufrimientos y problemas.

Darnos la mano, no soltarnos, unirnos más que nunca, porque, como decía el Papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de los pobres del 2020, tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día! ¡Cuánto bien que cotidianamente se realiza en el silencio y con gran generosidad, fruto de la bondad de los santos “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios!

Pero también, “tender la mano al pobre” (cfr. Si 7, 32) destaca, por contraste, la actitud de quienes tienen las manos en los bolsillos y no se dejan conmover por la pobreza, y los que tienen las manos manchadas por la complicidad.

Retomando la frase de San Alberto Hurtado, también es hora de alegrar las vidas de tantos hermanos que la están pasando muy mal.

La alegría cristiana no es euforia, no es éxito, no es placer, no es un optimismo ingenuo, ni estar siempre bien. La verdadera alegría tiene que ver con el sentido de la vida, con la experiencia de tener un horizonte.

En el actual contexto económico y social argentino es fundamental sostenernos en esa alegría, una alegría profunda y duradera, la que nace del encuentro con el Señor. Es una alegría que nos libera de la desesperanza y del desaliento, evitando transformarnos en profetas de calamidades que sólo desparraman pánico y angustia.

Estamos convencidos que el amor con gestos concretos y la alegría son el anuncio más explícito del Evangelio en una sociedad que parece vivir en el constante enfrentamiento, donde priman el individualismo y una libertad sin amor.

Para terminar concluyen:

San Pablo nos exhorta: “Sean alegres en la esperanza” (Rom 12, 12). La alegría y la esperanza van inseparablemente unidas. Pidamos el don de la esperanza que nos sostiene en tiempos difíciles y a la vez nos anima hacia adelante sin bajar los brazos, tomados de la mano de los más vulnerables con los que vamos haciendo camino para, entre todos, construir la Patria de fraternidad que anhelamos y por la que tantos dieron su vida.

Que la Virgen María, que sigue al pie de las cruces de tantos hermanos, nos conceda la fortaleza, la solidaridad, el compromiso y la alegría que necesitamos para seguir esperando contra toda esperanza.

También le reiteraron al Papa Francisco su disposición a recibirlo en la Argentina, cuando lo crea conveniente, y se le unen en oración por la paz, el diálogo y la fraternidad en el mundo. ”Siempre esperamos tu visita. Aquí estamos para el abrazo fraterno y el compartir abierto con este pueblo que un día te vio partir al encuentro de una paternidad más grande y universal”, expresaron en una carta enviada desde la casa de ejercicios “El Cenáculo”, de Pilar. ”Rezamos por vos y nos quedamos en tu oración por este pueblo argentino, por sus familias, especialmente por los más pobres, y por esta Iglesia que quiere ser testigo de la Pascua del Señor”, agregan. Los obispos le detallan también lo actuado durante la 124ª Asamblea Plenaria de la CEA, que hasta este viernes se desarrolla en la casa de ejercicios “El Cenáculo”, de Pilar. ”Compartimos tu dolor y preocupación por la violencia extendida en el mundo, por las heridas ocasionadas a la causa de la paz y la fraternidad humana. También rezamos para que cesen todas las violencias y agresiones y para que el diálogo prime siempre a fin de evitar la prolongación de estas situaciones que afligen a tantos pueblos y a la humanidad en general”, agregan.

Firmaron esta misiva el presidente de la CEA, monseñor Oscar Ojea, y el secretario general de la CEA, monseñor Alberto Bochatey.

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