Lo miró a los ojos y le dijo:
-It’s a great pleasure for me. It’s incredible. Thank you for all that you do for the world (Es un placer para mí, es increíble. Gracias por lo que usted hace por el mundo).
El hombre que tenía enfrente era mucho más alto que él, y que la mayoría de las personas: una especie de gigantón. Así que tuvo que mirar hacia arriba cuando le hablaba.
-¿You wanna take some pictures? (¿Quiere que nos saquemos algunas fotos?)—respondió el grandote.
Así que el de la campera de cuero negra y el pelo revuelto, miró a cámara, y puso sus dos pulgares hacia arriba. El lungo lo miró desde las alturas, sonrió divertido y lo imitó.
Había algo de asimetría entre ambos y no solo por la altura. Habitualmente, los empresarios visitan a los presidentes en sus oficinas. Aquí fue al revés. El Presidente de la Argentina había viajado miles de kilómetros para ver al otro. Es que su anfitrión era nada menos que el hombre más rico del planeta. A su manera, igual, eran dos celebridades. Dos potencias se saludan, podría haber dicho cualquiera de ellos.
Horas después del cónclave, el visitante subió a sus redes un dibujo donde ambos se habían transformado en superhéroes. El traje del ricachón llevaba una X en su pecho: X por el nombre de algunos de sus hijos, por SpaceX una de sus empresas más poderosas, por X, la red social a la que le cambió el nombre después de haberla comprado por USD 45 mil millones.
El visitante se retrató con un traje negro amarillo, y una capa voladora. Es el mismo traje que se había puesto de verdad algunos años antes en una convención de cultura japonesa. “Soy el general Ancap, por Anarco Capitalista. Mi misión en esta tierra es la de cagar a patadas en el culo a todos los colectivistas”, proclamó aquella vez.
El encuentro entre Elon Musk y Javier Milei resume, en cierto modo, los extraños tiempos que vivimos. Eso se entiende, tal vez, cuando se enumeran las coincidencias que los han acercado.
La primera de esas coincidencias es ideológica, y se explica muy bien en un párrafo que operó como puente entre los dos: “Hay una frase de Milton Friedman que me parece sublime: cuando vos ponés la igualdad por encima de la libertad, no conseguís ninguna de las dos cosas; pero cuando vos ponés la libertad por encima de la igualdad, podés conseguir mucho de ambas. Esa es la historia de la Argentina. La justicia social es injusta. No hay nada más injusto que la justicia social. Cuando vos vas por la justicia social, que es la distribución del ingreso, lo que hacés es utilizar el aparato represivo del Estado para sacarle al exitoso y distribuirlo antojadizamente en función de lo que quiere el que está en la poltrona”.
Eso dijo en un reportaje que le concedió hace unos años al escritor Jorge Asis. Luego fue electo presidente, con votos de sectores muy pobres, nada menos que en el país de Perón y Evita. Ese fue el párrafo que sedujo a Elon Musk, a tal punto que lo subió subtitulado a su cuenta de Twitter luego del triunfo electoral del argentino.. El video fue reproducido ¡¡61 millones de veces!! Milei es, en el mundo, mucho más de lo que se conoce en la Argentina.
-We need to talk, Elon (Tenemos que hablar)—le respondió el presidente argentino. Y allí empezó todo.
Musk y Milei coinciden, básicamente, en eso: las sociedades solo progresan si los Estados no se entrometen con eso de la justicia social y les dejan a los empresarios hacer lo que quieran. A contramano de la inmensa mayoría de los economistas de todas las líneas teóricas, Milei ha dicho que los monopolios son benefactores sociales. Música para los oídos de Musk. “El presidente Milei es una celebridad, sobre todo por el problema de algunos de los trillonarios del mundo a los que el Estado les corta un poco de cada trillón que ganan por mes o por año”, explicó esta semana, el consultor estrella Miguel Angel Broda, que no es precisamente un comunista.
Musk, entonces, es uno de los líderes mundiales del movimiento que intenta terminar con las regulaciones del Estado. Y, aunque aquí cueste creerlo, Milei es un profeta de esas ideas, que irradian desde Buenos Aires hacia todo el planeta. Era lógico que, tarde o temprano, se encontraran.
El segundo elemento que profundiza las coincidencias trasciende la cuestión económica: es el “antiprogresismo” de ambos. Milei llegó hacia allí desde la economía. Musk se convirtió a ese dogma en los últimos años por motivos distintos. Según su biógrafo, Walter Isaacson, esa transformación obedeció, primero, a la ruptura de relaciones con su hija trans, Vivian Jenna Wilson, que originalmente se llamaba Xavier Alexander Musk. Pero el golpe más terrible de Vivien, no fue su elección de género, sino que además se transformó en marxista y antiempresaria. Y lo despreció: “No tengo intenciones de tener ningún contacto con mi padre”. Musk empezó, entonces, a combatir el “adoctrinamiento progresista” en la educación.
Musk profundizó su antiprogresismo en el año 2020 cuando se produjo la pandemia y él decidió resistir las órdenes de encierro y, mucho más aún, cerrar sus fábricas: consideraba que cada cual tenía derecho a decidir cómo se cuidaba. En el Sur de América Latina, en ese año terrible, crecía la figura de un tal Javier Milei, que defendía las mismas ideas que el dueño de Tesla.
A eso se suman ciertos intereses contantes y sonantes. Musk necesita litio para las baterías de sus autazos. Argentina tiene un montón de litio durmiendo el sueño de los justos. Milei precisa que Musk sea la punta de lanza de un inmenso movimiento de capitales hacia el país: eso le garantizaría mucho margen para conducir la economía. Algo de eso debe haber detrás de la reunión del viernes.
En la lista de coincidencias existe una más delicada que todas las anteriores. Ni uno ni el otro se sienten demasiado cómodos con el sistema democrático occidental. Los dos simpatizan con el bolsonarismo y han respaldado sus infundadas denuncias de fraude contra una elección limpia y democrática. Musk ha dicho que si era necesario apoyar un golpe de Estado para conseguir materias primas, lo haría: sería un costo menor ante la necesidad de garantizar la prosperidad humana. Milei, por su parte, se ha negado en reiterados reportajes a responder si cree en el sistema democrático, y esta misma semana, en el reportaje con Alejandro Fantino, sostuvo que su modelo de sociedad fue expresado por Hans Hoppe, un libertario alemán cuyo principal libro se llama La democracia, el Dios que fracasó.
Pero hay un elemento aún más interesante que todos los anteriores.
Musk es la demostración categórica de cómo una persona inestable, con problemas de salud mental reconocidos en público, puede hacer grandes cosas. La monumental biografía escrita por Isaacson está atravesada por la perplejidad ante el éxito y la productividad de un hombre sufrido, golpeado de niño, humillado por su padre, con intensos desequilibrios y sufrimiento psíquico.
Justine, su primera mujer, describió a Musk de esta manera: “Si tu padre te está llamando siempre retrasado e idiota, tal vez la única opción sea desconectar en tu interior todo aquello que habría abierto una dimensión emocional. Aprendió a desconectar el miedo. Si apagas el miedo, tal vez tengas que apagar otras cosas como la alegría, o la empatía”.
Claire Boucher, madre de otros tres de sus diez hijos: ”Tiene numerosas mentes y muchas personalidades bastante distintas. Y se mueve entre ellas con mucha rapidez. De un momento a otro sientes que el aire de la sala cambia. En esa cabeza hay tipos a los que no les gusto y que a mí tampoco me gustan. Si está concentrado en algo concreto, no le llega ningún estímulo, no procesa ningún input del mundo exterior. Le digo cosas y no se acuerda en absoluto de nada. El modo demoníaco ocasiona mucho caos pero también consigue que las cosas se hagan”.
En la biografía de Musk, hay muchas referencias a sus momentos de desequilibrio. “Musk entró en una época que oscilaba entre períodos de depresión, estados de shock, aturdimiento y energía desbordante. Le daban bajones enormes que lo llevaban prácticamente a la catatonía y a la parálisis depresiva. Y, después, como si estuviera accionado por un interruptor, se animaba de pronto….”, cuenta Isaacson, en referencia a los años 2017 y 2018.
En mayo de 2021, el propio Musk bromeó sobre sus problemas psiquiátricos en la apertura de Saturday Night Live. “He reinventado los coches eléctricos y estoy enviando personas a Marte en una nave espacial. ¿Creían que también iba a ser un tipo tranquilo y normal? De hecho, esta noche estoy haciendo historia al ser la primera persona con Asperger que presenta Saturday Night Live, o al menos la primera en admitirlo.”.
Al igual que Milei, Musk es adicto a Twitter. Esa compulsión lo llevó, varias veces, a protagonizar escándalos internacionales. Por ejemplo, calificó como pedófilo a uno de los buzos que participaron del salvataje de doce niños que habían quedado atrapados en una cueva en Tailandia.
Con el tiempo, Musk compraría Twitter. Su biógrafo interpretó de esta forma ese movimiento:
“De niño, Elon sufría palizas y acosos en el patio. Aquello le infligía un profundo dolor y a veces le hacía reaccionar a los desaires en términos demasiado emocionales. Pero era asimismo lo que le preparó para ser capaz de enfrentarse al mundo y librar ferozmente todas las batallas. Sentirse herido, acorralado, acosado, ya fuese online, ya en persona, lo llevaba de regreso a un lugar tremendamente doloroso, en el que era humillado por su padre y acosado por sus compañeros de clase. Twitter es el patio de recreo del mundo. Ahora él era su dueño”.
Hay un hilo invisible, una pregunta dramática, que une ambas vidas, las de Elon y Javier.
¿Puede un loco -o, al menos, alguien que tiene reacciones bastante parecidas a la locura- mover montañas?
La vida de Musk sugiere que, algunas veces, las menos, esa respuesta puede ser afirmativa.
Milei, desde el mismo origen terrible, ya ha llegado muy alto. ¿Será su mente capaz de procesar los estímulos que recibe cualquier presidente?
El destino de un país, en cierta medida, depende de la respuesta a esa pregunta.