Hace casi dos semanas Israel atacaba el consulado de Irán en Damasco, eliminando a un alto miembro de la poderosa Fuerza Quds o Guardianes de la Revolución. Era la persona a cargo de articular las operaciones militares de Hezbollah y otros aliados de Irán en el Líbano y Siria contra Israel. Un duro golpe para el régimen de los Ayatolás y en lo que en el mundo diplomático se considera territorio iraní.
En los meses posteriores al ataque terrorista de Hamas sobre Israel del pasado 7 de octubre, Israel llevó a cabo ataques en el Líbano que eliminaron a otros miembros de las FFAA y de la inteligencia de Teherán. No cabía duda de que esta vez se estaba muy cerca de que el régimen islámico ordenara un ataque directo sobre lo que ellos denominan el enemigo sionista.
Inmediatamente, fuentes usualmente bien informadas de los EEUU, Europa y Medio Oriente empezaron a hablar de contactos entre las partes en conflicto para articular algún tipo de ataque y contraataque, limitado en las formas y tiempos, que evitara en todo lo posible una guerra abierta y campal en la región, con el consiguiente desmadre del precio del petróleo y la muy posible amenaza de que Rusia saliese como garante y protector de Irán y los EEUU hicieran lo mismo respecto de Israel.
Ya en 1973, el mundo estuvo cerca de un holocausto nuclear cuando la URSS exigió que las fuerzas israelíes no destruyeran a la totalidad de un ejército egipcio que se encontraba rodeado y derrotado. Washington, vía Kissinger, hizo entrar en razones a Tel Aviv.
Ahora, en los últimos 10 días, esos sigilosas y acelerados contactos y mensajes entre las partes en conflicto se vieron acompañados por algo poco usual. Un Irán que anunciaba que atacaría y que hasta dejaba trascender fechas posibles, exactamente este fin de semana. Por su parte, Israel alistaba sus defensas y mostraba su movilización y alerta. También informaba que esperaba el ataque para estos mismos días.
Quizás no haya habido un choque militar más anunciado y publicitado por todas las partes. Todo coronado por un EEUU que advertía que defendería a Israel interceptando misiles y drones, pero sin decir que atacaría a Irán. Egipto, Qatar, los Saudís y otros llevaban y traían mensajes y advertencias entre las partes.
El objetivo era un choque a primera sangre como en los duelos de caballeros del pasado y no a muerte o todo o nada. Una más que difícil ingeniería diplomática militar, sujeta a lo imponderable propio de la guerra. En otras palabras, más de Titanes en el Ring que de la Masacre de Texas.
Este sábado a la noche y primeras horas del domingo parecen mostrar que el libreto se viene cumpliendo. Falta aún la respuesta de Israel. En estas mismas horas, Washington ha usado sus barcos y aviones para derribar decenas de vectores iraníes contra Israel pero al mismo tiempo le ha exigido a los mandos hebreos que mantengan la cabeza fría y piensen detenidamente hasta dónde desean escalar.
En Israel no faltan los que agudamente ven cómo este ataque de Irán le puede servir a Tel Aviv para salir un poco del papel de Goliat duro y vengativo contra el supuesto David, o Hamas. Pasar a ser frente a una adversa opinión pública mundial, un poco más víctima y menos victimario. Nada mal. En el caso de Teherán, mostrar a su pueblo y aliados, que ha bombardeado Israel y que el régimen fundamentalista no colapsa ni se humilla. Cada parte tiene algo que ganar en este pelea con una mano atrás. Pero hay que estar atentos y los mediadores, vigilantes y activos. Como decía el gran pensador de la guerra Von Clausewitz, cuando se dispara el primer tiro en una guerra, mucho de lo planificado empieza a cambiar.